La aparente fragilidad de su tallo verde fosforescente oculta la fuerza de unas raíces que se han amarrado a la Tierra desde tiempos prehistóricos. Sus antecesores fueron árboles que convivieron con los dinosaurios, resistieron cambios climáticos en el pasado geológico, y sobrevivieron a las bombas atómicas que devastaron las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945.
Varias semillas de esos árboles, cuyos nombres científicos son Ginkgo biloba (G. biloba) y Diospyros kaki (D. kaki), germinan y crecen en tierra costarricense desde noviembre, luego de que la Escuela de Biología de la Universidad de Costa Rica (UCR) gestionara una donación de la Fundación Green Legacy Hiroshima, que incluyó al país en la lista de naciones donde estos árboles se convierten en mensajeros de paz, respeto y esperanza. En Latinoamérica, en esa lista solo están Chile y Colombia.
Los árboles en potencia de G. biloba crecen en invernaderos de esa universidad y del Centro de Estudios sobre Desarrollo Sostenible (The School for Field Studies), en Atenas (Alajuela), otro de los colaboradores del proyecto. Las semillas de D. kaki todavía deben mantenerse en refrigeración al menos un mes antes de pasar a un invernadero.
El propósito es plantar los árboles ya establecidos en jardines públicos bajo los cuidados y la vigilancia de instituciones como la UCR, que aseguren su mantenimiento a perpetuidad y permitan el acceso a ellos, informó la Universidad. Todo este proceso podría llevar alrededor de dos años.
Esta iniciativa se desarrolló con el apoyo del Jardín Botánico de Hiroshima, a través de la Fundación Green Legacy Hiroshima y de sus socias fundadoras, Nassrine Azimi y Tomoko Watanabe. La Embajada de Costa Rica en Japón, por medio del embajador Alexander Salas Araya, y del cónsul William Calvo, recibió las semillas en Tokio y las envió a la UCR; desde ahí se coordinó para que la Embajada de Japón en Costa Rica, también apoye el proyecto.
Símbolo de paz
A estos árboles se les conoce también como Hibaku-jumoku, que en japonés significa ‘árboles sobrevivientes a la bomba’. Según la Fundación que impulsa su siembra, son un símbolo de paz y esperanza en la regeneración y recuperación. Primero, para las ciudades japonesas destruidas por el bombardeo atómico, que produjo decenas de miles de muertos; luego para aquellos países atormentados por conflictos armados y catástrofes naturales.
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El biólogo y catedrático de la UCR, Gerardo Ávalos Rodríguez, quien contactó a la Fundación Green Legacy Hiroshima y desarrolló el proyecto que permitió la donación, considera que este es un momento muy apropiado para tener estas semillas en suelo nacional. Según Ávalos, era increíble que Costa Rica, un país con tradición pacifista, sin ejército, no formara parte de la lista de naciones donde crecen estos ‘mensajeros de paz’.
“Necesitamos una fuente de inspiración que nos demuestre que hay esperanza y un futuro mejor. Que no debemos bajar los brazos, sino basar nuestros esfuerzos en un trabajo honesto. Como humanidad, tenemos la capacidad de regenerarnos, sobre todo, pensando en las futuras generaciones”, dijo el catedrático, en referencia a casi dos años de vivir en pandemia y lo que ha significado esto para miles de personas, y a la corrupción generalizada que se ha conocido con varios casos, como Cochinilla o Diamante, en las últimas semanas.
“Tenemos un problema muy agudo de corrupción en Costa Rica. Por eso, tener este tipo de árboles nos demuestra la enorme y persistente capacidad de regeneración de la naturaleza y de que hay un futuro mejor. Lo que hacían nuestros abuelos: que ellos sembraban y mejoraban la finca, aunque no se fueran a sentar bajo la sombra de esos árboles”, agregó el biólogo.
Después de siete meses de trámites, las semillas de G. biloba germinaron, y se convirtieron en plántulas con potencial de crecer hasta convertirse en árboles, como los que sobrevivieron a las bombas atómicas.
Ávalos aclara que este es un proceso a mediano plazo, que implica para estas semillas adaptarse a un ambiente diferente. Sin embargo, es una buena noticia que las primeras siete de G. biloba germinaran en territorio tropical, cuando están más habituadas a lidiar con ambientes templados.
“Creo que vale la pena el esfuerzo. Tenemos toda la intención de tener éxito. Los árboles que vamos a sembrar y que estamos germinando no son árboles tropicales. Necesitan adaptarse. No tenemos asegurado que se van a establecer. Hay que ir paso a paso. Por el momento, tenemos semillas germinadas de Ginkgo biloba, que es un árbol muy emblemático, muy hermoso, con una historia tremenda porque se le considera un fósil viviente que estuvo a punto de extinguirse. Es uno de los pocos con historias exitosas del proceso de conservación”, agregó Ávalos.
Esto y más es de esperar con Ginkgo, considerado uno de los fósiles vivientes por su historia evolutiva, que se remonta a más de 251 millones de años atrás. Fue parte de la flora que interactuó con los dinosaurios.
Actualmente, hay poblaciones de estos árboles en China, Corea y Japón; incluso, en Hawai. Según la información de la UCR, G. biloba ha adquirido gran importancia cultural y religiosa y es un árbol sagrado para el budismo. Uno de estos árboles puede llegar a vivir hasta 1.000 años.
Para la Universidad, el mensaje que traen estas semillas trasciende fronteras, lenguas, diferencias culturales, políticas, religiosas y generacionales.
“Es una invitación a crear una sociedad inclusiva y solidaria, de verdadera paz, que inspire a los más jóvenes a seguir trabajando por el bien común de una forma honesta. También es un llamado a utilizar la ciencia y todas las ramas del conocimiento humano para fines pacíficos, por el bien de toda la humanidad”, manifestó en un boletín la UCR.