“¡La Nación”! ¡La Nación!". Esa mañana del sábado 12 de octubre de 1946, la vendedora de periódicos Lila Sánchez se instaló en la esquina del entonces Teatro Raventós, hoy Teatro Melico Salazar, a promocionar el nuevo diario, recién “salido del horno”.
Era la primera edición y el ejemplar costaba ¢0,10 en un pequeño San José con 88.000 pobladores y en un país con 759.000 habitantes.
Esa madrugada, de una impresora italiana marca Nebiolo, reconstruida en Estados Unidos y traída dos años antes en barco hasta Limón, salieron los primeros 6.000 ejemplares.
Eran tiempos complicados en lo político y económico en el gobierno de Teodoro Picado. Incluso, ya se cocinaba la Guerra Civil de 1948 (faltaban tan solo 18 meses).
En la calle, La Nación iba a competir con el Diario de Costa Rica, La Prensa Libre, La Hora, La Tribuna y Últimas Noticias.
Incluso, el Diario de Costa Rica y La Tribuna aseguraron que el “tabloidito” no duraría ni tres meses.
Hoy, La Nación llega a 74 años en los que ha registrado, día a día, la historia de Costa Rica. Hoy, acumula 26.714 ediciones impresas.
‘Nuestro derrotero’
Todo comenzó en una vieja casona de madera, de dos pisos, propiedad del doctor José Victory Marchena, en la calle 3, entre avenidas 1 y 3 de San José, donde apenas cabían sus 25 empleados.
El capital inicial era de casi ¢1 millón aportado por 188 accionistas, en su mayoría del sector agricultura, de la incipiente industria y de profesionales, sobre todo, abogados. Cada socio solo podía tener una acción, valorada en ¢5.000.
A la cabeza del nuevo medio de comunicación estaban Sergio Carballo Romero, como director, y Ricardo Castro Beeche –exdirector del Diario de Costa Rica– como gerente.
La salida del nuevo diario se había planeado para el 15 de setiembre, Día de la Independencia, pero imprevistos técnicos llevaron a posponerlo para el 12 de octubre, entonces Día de la Raza.
El viernes 11 de octubre, Castro Beeche había anunciado en radio Titania el lanzamiento y, esa noche, cuando los periodistas ya habían entregado su trabajo, se oyó la orden de poner a funcionar la Nebiolo. Pero, ¡zozobra!
La máquina, que era plana, y por lo tanto imprimía por resma, se negó a cortar el papel. Todos, operarios y no operarios, contra el tiempo, se pusieron a cortarlo a mano.
Así, lograron que al amanecer de ese 12 de octubre, a varias cuadras de allí, Lila Sánchez y otros vendedores pudieran pregonar el nuevo diario que incluía el primer editorial, titulado “Nuestro derrotero”.
Allí se define la misión.
"Constituyendo los altos intereses nacionales la única preocupación que sentimos, ha de quedar terminantemente establecido que este periódico no será dominado por sectarismos: ni partido político, ni credo social intransigente, ni inclinación pertinaz de género alguno. No tendrá partido político, como en Costa Rica se entiende lo que es un partido político. Pero esto no puede significar, ni mucho menos, que vamos a desentendernos de la alta y verdadera política nacional”.
Esa fue la intención de quienes fundaron esta empresa y de sus primeros miembros de la Junta Directiva.
La presidía Alfredo Echandi Jiménez; el vicepresidente era Jaime Solera Bennett; el secretario, Édgar Odio González; el tesorero, Manuel Mendiola Zaldívar y los vocales José Victory, Ramón Aguilar Castro, Alberto Cañas Escalante, Roberto Cañas Escalante y Ramón Herrero Herrero.
Otros accionistas eran Manuel Jiménez de la Guardia, Francisco Chacón, Manuel de Mendiola Zaldívar, José Figueres, Gonzalo Facio, Fernando Madrigal Antillón, Francisco Orlich, Ramón Aguilar Castro, Florentino Castro, Carlos Federspiel, Luis Demetrio Tinoco Castro, Jorge Woodbrige, Rodrigo Madrigal Nieto, Fernando Valverde Vega, entre otros.
El empresario Jaime Solera Bennett, fallecido en 1995, contó en 1985 cómo se gestó la idea.
"Llegaron Alfredo Echandi y Ramón Aguilar Castro y me dijeron: ‘Ricardo Castro Beeche ha estado negociando con los Pinaud una rotativa y dos o tres linotipos y se nos ocurre que deberíamos formar un periódico, porque las condiciones del país parecieran propicias y estamos tratando de formar un grupo’. Bueno, de inmediato dije que sí y de paso les dije que apuntaran a Francisco Chacón.
“Se hizo grupo y se compró la maquinaria. No era mucha plata la que había que invertir y cada uno iba a tener una acción. Queríamos hacer un periódico que fuera independiente, que no tomara bandera por tendencias políticas, un órgano para que el comunismo no tomara fuerza".
Pese a esa intención de que fuera un medio anticomunista, el director Sergio Carballo fue un vehemente crítico de la condena a cuatro años de prisión que dictó un tribunal especial contra el escritor y líder comunista Carlos Luis Fallas, conocido como Calufa, perseguido políticamente bajo el cargo de robar 54 gallinas en Tres Ríos durante la Guerra Civil.
En la década del 70, bajo la dirección de Guido Fernández Saborío (1968-1980), los editoriales de La Nación y también las columnas de Enrique Benavides respaldaron la reforma al artículo 98 de la Constitución Política, la cual, el 4 de junio de 1975, permitió legalizar al Partido Comunista, proscrito desde 1949.
Nuestras primeras páginas
Bajo la dirección de Sergio Carballo estaban tan solo siete perodistas: Adrián Vega Aguiar, Eduardo (Lalo) Chavarría, Salvador Lara Bustamante, Joaquín Vargas Gené, Claudio Ortiz Oreamuno, Federico González Ocampo y Hortensia Echeverría. Ella era la cronista social.
Ese primer día, El Salvador era noticia por hechos políticos que se esperaban.
Pero, también los educadores de Costa Rica, con el titular “La labor del maestro comienza en las aulas y continúa en su casa”.
Igualmente, otro artículo analizaba los “Peligros y perspectivas del río Tempisque” y una nota relataba historia de Costa Rica en ese Día de la Raza: “Cuando llegó don Colón...”.
Era feriado y los cines Variedades, Palace e Ideal se unieron para promocionar, juntos, el estreno del último filme de Johnny Weismuller: “La fuga de Tarzán". La entrada costaba ¢0,80.
Radio Monumental recibió al nuevo medio de comunicación con un anuncio donde, en grandes letras, “saluda al nuevo diario La Nación y hace fervientes votos por su prosperidad”.
En aquella época, los primeros anuncios informaban de que un paquete de cigarrillos Cacique costaba ¢0,50; estaba de moda la cerveza holandesa Breda, se recomendaba “amebalina” contra las amebas, y Oloxo como el mejor tinte para el cabello.
Tienda La Gloria tenía ofertas como cretonas de doble ancho a ¢3 la yarda, o fulares en lindos dibujos a ¢2,90 la yarda.
La suscripción mensual de La Nación costaba ¢2.
Varias décadas después, Joaquín Vargas Gené, quien luego llegaría a ser jefe de redacción, recordó cómo era su vida de periodista.
“Trabajábamos de 6 a. m. a 10 p. m. Uno tenía que volar pata desde la Casa Presidencial (diagonal a la Biblioteca Nacional) hasta los ministerios de Trabajo, Educación o Gobernación y ganaba ¢125 mensuales”.
Adrián Vega también rememoró esos días. “Hacíamos de seis a diez notas diarias. Tres o cuatro de primera plana".
Historia en primera página
Casi año y medio después de su fundación, La Nación comenzó a informar de uno de los hechos más relevantes de la historia de Costa Rica. “Estalló un movimiento revolucionario en la región sur de San José”, titulaba el 13 de marzo de 1948, cuando comenzó la Guerra Civil.
Día a día narró la confrontación y el 8 de noviembre de 1949, finalizada la revolución liderada por José Figueres Ferrer, el diario registró dos fotografías en primera página con el título “La Nación capta el momento histórico de la firma de la nueva Constitución Política” y el encabezado de su editorial decía mucho: “Una nueva era”.
Al año siguiente, el 14 de mayo de 1950, la portada conmocionó al país: “Robada la imagen de la Virgen de Los Ángeles”.
Precisamente, 1950 fue un año doloroso en el diario. Su director fundador, Sergio Carballo, un periodista influyente y de pluma refinada, falleció de un infarto.
En su lugar, la Junta Directiva designó al entonces gerente, Ricardo Castro Beeche.
En su primer informe a los accionistas, en setiembre de 1950, Castro, conocido como don Cacayo, informaba hasta dónde había crecido el diario.
“Tengo fe en que manteniendo el periódico absolutamente independiente, desposeído de pasiones y apartado totalmente de la política militante, no tendrá marcha atrás y seguirá ocupando la posición que por el consenso nacional ya tiene, del primer órgano de publicidad de Costa Rica”, dijo a los accionistas.
En abril de 1955 llegó una nueva rotativa comprada en Puerto Rico. Y, el 17 de julio de ese año, La Nación estrenó edificio, 50 metros al norte de lo que era la tienda Sears, a pocos metros de lo que hoy es la plaza de la Cultura.
El 9 de octubre de 1967, en las vísperas de los 21 años de la empresa que vio y ayudó a nacer, Castro Beeche falleció a los 73 años durante una turbulencia en el avión en que volaba sobre el Caribe.
Precisamente, bajo su dirección, la sección de Deportes adquirió un lugar de privilegio. El lanzamiento se dio el lunes 1 de marzo de 1959.
En 1968, la empresa compró otra rotativa y en 1973 una más, toda una sensación de la época pues lograba imprimir 24 páginas a color.
El año 1978 marcó una nueva era. La Nación seguía creciendo y requería más espacio para sus empleados y para sus rotativas.
Por eso, el 12 de octubre, con 32 años de existencia, trasladó su sede a Llorente, Tibás, y también estrenó una rotativa con capacidad para imprimir 64 páginas a color. Tres años después, en 1981, la amplió.
1987 marcó el adiós a las máquinas de escribir tradicionales y los periodistas comenzaron a redactar en un sistema digital marca Atex, también toda una sensación porque no solo evitaba el uso de páginas de papel sino que permitía la comunicación entre reporteros por medio de mensajes escritos de pantalla a pantalla. Eran los inicios del chat.
Otro cambio vino el 7 de abril de 1995. Bajo la dirección de Eduardo Ulibarri, La Nación se convirtió en el primer diario centroamericano en Internet con el dominio www.nacion.com y el quinto en América Latina.
La revolución tecnológica continuó en febrero de 2005, bajo la dirección de Alejandro Urbina, cuando la empresa inauguró la nueva rotativa, de fabricación alemana, de la firma Koenig & Bauer (KBA).
Llegó en barco al puerto de Limón, en 64 contenedores de 20 toneladas cada uno. Es única en Centroamérica, tiene ocho torres y la altura de cuatro pisos de un edificio y permite el tiraje de 75.000 ejemplares por hora.
Otra innovación se dio en 2013, cuando La Nación se pasó a otra nueva casa, un moderno edificio ubicado junto al construido en 1978, en el cual se integran todos los medios de Grupo Nación.
Se le bautizó “Redacción Integrada Fernán Vargas Rohrmoser”, en honor al abogado y directivo de esta empresa, desde 1963, don Fernán Vargas.
Desde aquí, hoy La Nación sigue informando y registrando la historia de Costa Rica.
Esta nota fue realizada con informaciones recopiladas por las periodistas Larissa Minsky, Any Pérez y María Pérez Iglesias.