
Terror, desconcierto y asados bajo el sol. Elías Molina Ocampo, un costarricense de 35 años, jamás imaginó que sus vacaciones en Tailandia lo enfrentarían a una experiencia aterradora. Este viernes, mientras se acomodaba en su hotel en el céntrico distrito de Silom en Bangkok, su paseo fue interrumpido por un terremoto de magnitud 7,7 que sacudió Birmania y países cercanos, incluyendo Tailandia.
En cuestión de segundos, la tranquilidad de su viaje fue secuestrada por el delirio de un pánico e incertidumbre colectivos que ocasionó el fuerte sismo.
“Justo llegaba a mi habitación después de hacer el registro en la recepción cuando todo comenzó a moverse. Al principio pensé que era un sueño, como si lo sólido dejara de ser sólido. Las paredes, el techo, la cama, las ventanas... todo ondulaba”, relató Molina, quien ha vivido los temblores en Costa Rica, pero nunca uno que le causara tanto temor.
Elías, quien reside en Corea del Sur desde hace 15 años, y trabaja como traductor en la agencia de noticias Yonhap, intentó abrir la puerta de su habitación, pero el sismo paralizó el mecanismo.
“Cuando finalmente logré salir, la gente corría y gritaba. Había muchos turistas extranjeros, especialmente europeos, que no están acostumbrados a los sismos y reaccionaron con desesperación. Se empujaban y bajaban gradas casi aplastándose. Fue como una película de terror”, narró telefónicamente.

A medida que bajaba por las escaleras, topaba con personas aterrorizadas que no entendían qué sucedía. “Al principio yo mismo creí que era un problema del edificio, pero cuando salí a la calle y vi a miles de personas en pánico, comprendí que era un terremoto”.
Por la adrenalina y la carrera, afirma que estaba tranquilo ya en exteriores. Ya en la calle, narró que sufrió un ataque de pánico cuando mentalmente repasó los momentos anteriores. Eso lo asustó.
“Me dio como un miedo como retrospectivo porque supe que estuve en peligro grave y eso sí me asustó”.
A su alrededor, el caos era total y estaba por sentir otras secuelas que el terremoto le produjo.

Calor y miedo en Bangkok
En medio del desconcierto, logró llamar a sus padres en Costa Rica para avisarles que estaba bien. Sin embargo, no le salía la voz, la imposibilidad de hablar delataba el estado de shock en el que se encontraba su mundo interior.
“Nunca había sentido algo así. Simplemente, hablaba, pero no me salía la voz. Lo peor fue cuando ahí afuera vi los rascacielos meciéndose, el agua de las piscinas en las azoteas desbordándose. Fue una escena muy impactante”.
No obstante, lo que realmente perfeccionó su terror y el colectivo de quienes estaban a su lado, fue el paisaje de ver a miles de personas en las calles de pie e inmóviles: trabajadores, turistas, niños, jóvenes, adultos mayores, gente en traje de baño en la calle.
“Fue una escena muy impactante. Además, al puro frente de donde estaba, está el edificio de King Power que se seguía meciendo como otros cercanos porque tienen bases antisísmicas y eso generaba mucho temor”, explicó.
Así pasó dos o tres horas, afirma, en medio de un sol inclemente que llevó los termómetros a 37 grados centígrados.
“Nadie quería volver a los edificios, si no hubiese sido porque me estaba asando, me quedo más en la calle, pero era insoportable. Fueron como tres horas de susto porque no sabíamos qué hacer. Simplemente, nos quedamos ahí y poco a poco, pero con prudencia, fue que algunos empezamos a movilizarnos”, agregó.
Ya de vuelta a su habitación, su plan es quedarse allí mientras Bangkok recupera algo de normalidad.
Las autoridades tailandesas declararon estado de emergencia en Bangkok y suspendieron el transporte público por seguridad mientras se revisa la infraestructura.
Ahora, Elías se mantiene en su hotel, aún en alerta, con su pasaporte y maleta listos ante cualquier emergencia. “Voy a dormir con un ojo abierto”.
