
Tegucigalpa. En una bodega del tamaño de dos canchas de básquet, cientos de personas revisan el viernes manualmente los votos que decidirán al ganador de las presidenciales de Honduras, que se desarrollan como una novela de suspenso.
Con guantes de látex, funcionarios electorales y delegados de los partidos revisan desde el viernes cada sufragio como si fuera un trabajo forense, tras los comicios celebrados el 30 de noviembre.
Su labor determinará si el próximo presidente será el empresario conservador Nasry Asfura, de 67 años y apoyado por el mandatario estadounidense, Donald Trump, o el también derechista Salvador Nasralla, presentador de televisión de 72 años.
Nasfura está arriba por apenas unos miles de votos. Su oponente asegura que aún están en juego medio millón más.
Los delegados trabajan en decenas de mesas desplegadas a lo largo de este bodegón, vigilados permanentemente a través de un circuito cerrado de televisión y resguardados en los exteriores por militares. En los alrededores se divisa poca gente.
“No confiamos en las autoridades porque están haciendo los fraudes de siempre, regresaron las elecciones estilo Honduras”, asegura frente al recinto electoral Carlos Castillo, de 53 años y seguidor del gobernante partido Libre (izquierda), cuya candidata, Rixi Moncada, quedó en un lejano tercer lugar.

“Va a haber presidente”
Sin acceso para la prensa, el escrutinio de estas casi 2.800 actas con “inconsistencias” se transmite por el canal de YouTube del Consejo Nacional Electoral (CNE), blanco de críticas porque el conteo preliminar se vio interrumpido varias veces por fallos informáticos.
Esas deficiencias, sumadas al estrecho margen entre Asfura y Nasralla, las denuncias de fraude y la intervención de Trump crisparon el ambiente con protestas que dejaron una decena de heridos y teorías conspirativas, de lo más variopintas, alimentadas también por la izquierda.
Pero la tensión comenzó a ceder tras el “escrutinio especial”, que se hallaba atascado por la exigencia de un recuento de toda la votación por parte del Partido Liberal, de Nasralla, y el oficialista Libre.
“Ya está todo calmado porque va a haber presidente. Antes pensamos que no, pero ya están contando”, dice a la AFP Sandra Suazo, abogada de 68 años, afuera del recinto en Tegucigalpa.
El CNE tiene plazo hasta el 30 de diciembre para anunciar al vencedor, pero el codirector de Formación Política del organismo, Bladimir Bastida, estima que el recuento podría culminar en cuestión de horas.
Sin embargo, una proclamación oficial no sería inmediata, pues Nasralla insiste en que una vez concluya esta auditoría “se deben revisar las inconsistencias de todo el proceso”, que según él abarcan unas 8.000 urnas.

Estragos
Al margen de como termine esta historia, el daño está hecho para algunos comerciantes que apostaban todo a la temporada navideña, pues sus clientes mermaron debido a la incertidumbre electoral y el miedo a un hipotético estallido de violencia.
En un mercado al aire libre de Kennedy, el mayor barrio de la ciudad y a unos 600 metros del recinto electoral, Sandra Reyes, de 31 años, cuenta que invirtió mil dólares en mercancía de segunda mano de Estados Unidos, pero el negocio hasta ahora ha sido un fracaso.
“No he vendido nada. Uno invierte para ganar, pero por estos políticos me da miedo quedarme con el producto. La gente como que le da miedo gastar”, afirma la mujer.
La frustración también envuelve a Norman Sierra, de 56 años, vendedor de automóviles usados, quien no ha podido salir a mostrar sus carros a los potenciales compradores. “Da miedo porque puede haber protestas y los agarran a pedradas”, dice.
Sin embargo, Fran Bulnes, vendedor de frutas de 46 años, a quien “nunca” le “había ido tan mal”, aún guarda la ilusión de recuperarse en lo que resta de las fiestas de fin de año.
“La gente estaba con la incertidumbre, solo hablando de noticias y sin saber quién iba a ganar, pero la esperanza es que ahora mejore, creo que ya está más tranquilo”, sostiene.
