
Antes de expandirse mundialmente, el caballo doméstico inició su expansión hace 4.200 años en las estepas occidentales de Rusia, gracias al control de su reproducción, según un estudio basado en la genómica de estos equinos.
“Los humanos de aquella época encontraron una manera de controlar la reproducción de este animal de forma artificial”, explica a la AFP Ludovic Orlando, paleoantropólogo y director del estudio publicado el 6 de junio en la revista científica Nature.
¿Con qué objetivo? “Era necesario producir más caballos para desplazarse más rápido y más lejos”, señala el director del Centro de Antropobiología y Genómica de la Universidad Paul Sabatier de Toulouse, en Francia.
Su equipo ya determinó previamente, mediante métodos genómicos, en 2021, que el origen mundial de esta domesticación se situaba en las estepas pónticas, una vasta región ubicada al norte de la cordillera del Cáucaso, desde el mar Negro hasta el mar Caspio.
El último estudio confirma esta localización. Sin embargo, con los datos genómicos de caballos actuales y un mayor número de sus antecesores, asociados a una técnica de análisis innovadora, este informe aporta nuevos descubrimientos, en particular, la existencia de períodos de aceleración en la reproducción equina.
Esta nueva técnica permite medir el intervalo de tiempo promedio entre dos generaciones de caballos. La hipótesis es que “si se observa la aparición de muchas más mutaciones genéticas en un periodo dado, es porque hubo más individuos para diseminarlas y, por lo tanto, más individuos que se reprodujeron”, explica Orlando.
Primer episodio de la domesticación de los caballos
La colaboración de más de cien científicos de 113 instituciones de todo el mundo permitió identificar un primer episodio de aceleración en la reproducción equina hace 5.500 años, protagonizado por criadores de la cultura de Botai, en las estepas de Asia Central.
La genética permite determinar que este linaje de caballos terminó por extinguirse, sobreviviendo en estado salvaje únicamente el actual caballo de Przewalski. El pueblo de Botai “probablemente lo domesticó para un uso alimentario”, según Ludovic Orlando.
Nada comparable con el animal de las estepas pónticas, cuyos pueblos supieron “controlar la reproducción del caballo como nadie antes”.
Durante varios miles de años, el intervalo promedio entre dos generaciones de caballos fue de ocho años, pero en esa región disminuyó a cuatro. Este evento coincide con el momento en que “se constata que el caballo se vuelve mundial”.
Pero ¿cómo lo lograron, considerando que la reproducción en los caballos se realiza en condiciones muy particulares, con estructuras en harén o unidades básicas que favorecen a un macho dominante y yeguas dominantes? “Podemos imaginar que lo comprendieron”, supone el investigador, “y crearon condiciones adecuadas para la reproducción, tal vez en recintos”. Antes de agregar: “No lo sabemos”.
En cualquier caso, el método debió extenderse rápidamente, o más bien como “una ola que se autogenera a medida que crece”.
El caballo se volvió entonces central para estos pueblos, permitiéndoles desplazarse más fácilmente, especialmente durante la guerra. Esta revolución acompañará a las civilizaciones alrededor del planeta, hasta la aparición del motor de combustión en el siglo XIX.
“Podemos imaginar en aquella época una especie de carrera armamentista que aceleró el fenómeno” en toda Eurasia, continúa el paleoantropólogo. Una carrera que coincide con el uso, especialmente en Asia, del carro de ruedas con radios.
De paso, el estudio refuta una teoría reciente que sostiene que los pueblos de la cultura Yamnaya, al norte del Cáucaso, eran jinetes que se expandieron por Europa hace 5.000 años.
Al haber pasado por los Cárpatos, sus monturas deberían haber dejado una huella en el genoma de los caballos de la región. El estudio en Nature concluye que no hay rastro de ese impacto y, por lo tanto, que “el pueblo Yamnaya no se desplazó a caballo”, según Ludovic Orlando.

