Iñaki, propietario de una pequeña empresa, que se identifica solamente por el nombre de pila, recibió en setiembre la última carta que le reclamaba 300.000 euros, firmada por Euskadi ta Askatasuna (ETA, País Vasco y libertad).
El empresario ha recibido cuatro en total, la primera de las cuales hace cuatro años reclamándole 120.000 euros, pero jamás pagó.
En la carta había amenazas de que si no aceptaba, “su persona, su familia y bienes podían ser objeto de atentado, de venganza, por parte de ETA”, recuerda este empresario de unos 60 años.
Ni una carta más para reclamar el pago del “impuesto revolucionario”, fue reportada en las últimas semanas, explica la patronal vasca, Confebask. Joseba Marcaida, presidente de la asociación Zaitu de defensa de las personas amenazadas por ETA, dice incluso que no se ha recibido ninguna carta nueva desde noviembre.
El cese de cartas de extorsión sería el primero en la historia de ETA, mientras que esta práctica lucrativa siguió aplicándose en las dos últimas treguas, en 1998/99 y 2006/07.
Para el catedrático Mikel Buesa, especialista en “economía del terrorismo”, un cese en estas semanas no prueba que se haya abandonado la práctica: estos últimos años, los envíos de cartas se hicieron por tandas pues hubo pausas de varios meses, afirmó.
En el 2010, los envíos pudieron se intensificarse, con montos más altos, como si ETA se llenara los bolsillos para recoger el máximo de dinero antes de su tregua señaló por su parte el experto en ETA Florencio Domínguez como posible explicación a esta pausa.