
Ginebra. La ONU reanudó este martes las negociaciones de paz sirias en Ginebra, en las que el régimen de Damasco, tras sus victorias militares, trata de imponer sus condiciones, aunque aceptó un alto el fuego en una zona rebelde.
La delegación oficial del gobierno sirio, que debía llegar el lunes, retrasó su llegada al miércoles en protesta por las declaraciones de la oposición que exige la salida del presidente sirio Bashar al-Asad como condición previa a cualquier negociación, algo inaceptable para Damasco.
Sin embargo, entretanto, Siria aceptó instaurar un alto el fuego en la región rebelde de Guta oriental, cercana a Damasco, donde ya está vigente un acuerdo de “distensión”, informó este martes en Ginebra el enviado especial de la ONU, Staffan de Mistura.
De Mistura, que ya ha organizado –sin éxito– siete ciclos de negociaciones en Ginebra desde el 2016, mantuvo su programa y abrió este octavo ciclo con una reunión con la delegación opositora siria.
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Según un alto responsable sirio, el gobierno de Damasco ha negociado intensamente con De Mistura en los dos últimos días.
“La delegación gubernamental vendrá el miércoles para expresar su posición sobre las negociaciones”, dijo a la AFP.
Esta vez, De Mistura espera poder dar un nuevo impulso a las negociaciones gracias a la participación, por primera vez, de una delegación única de la oposición siria, que incluye todas las tendencias, incluso los grupos más moderados, tolerados por Damasco.
En setiembre, De Mistura pidió a la oposición siria ser “muy realista para entender que no ganó la guerra”, lo que significa no poner como condición previa la salida del jefe de Estado sirio, una medida que el régimen se niega a discutir.
Por su parte, el gobierno de Damasco, fortalecido tras sus victorias militares contra los rebeldes y los yihadistas, gracias al apoyo determinante de Moscú, no parece tener prisa para ceder en las negociaciones.
El enviado de la ONU reiteró el lunes que no aceptaría “ninguna condición previa de ninguna de las dos partes”. Sus objetivos para esta octava ronda de negociaciones son la redacción de una nueva Constitución y la organización de unas elecciones auspiciadas por la ONU.
Pero los viejos fantasmas vuelven a surgir.
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Nada más llegar a Ginebra, el jefe de la delegación de la oposición, Nasr Hariri, insistió el lunes ante la prensa que el presidente Asad tenía que dejar el poder antes de los comicios.
Recordó que la resolución 2.254 adoptada en el 2015 por el Consejo de Seguridad prevé, en una primera etapa, la creación de una “gobernanza creíble, inclusiva y no sectaria” en Siria.
Más apoyo
Ante una ONU impotente y unos Estados Unidos encerrados en sí mismo desde la elección de Donald Trump, el presidente ruso Vladimir Putin multiplicó, con éxito, las iniciativas diplomáticas y militares.
Con la ayuda de Irán, otro apoyo de Damasco, y de Turquía, respaldo de los rebeldes, Putin ha organizado siete reuniones entre oposición y régimen en Astaná, la capital de Kazajistán. Como resultado de ello, se crearon cuatro zonas de “distensión” de combates en Siria.
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El presidente ruso también anunció que próximamente se celebraría un “Congreso de Diálogo Nacional” sirio en Rusia con todos los actores del conflicto.
Como buen estratega, Putin sabe sin embargo que no podrá imponer “su” solución sin el respaldo de la ONU y por eso ya señaló que este congreso debe servir de “estimulante” para el proceso de Ginebra.
Para contrarrestar el peso de Moscú, Francia pidió una reunión el martes por la mañana en Ginebra con los otros cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad –Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido- en presencia de De Mistura.
El emisario ha estimado en $250.000 millones el coste de la reconstrucción de Siria, devastada tras más de seis años de conflicto, que ha causado más de 340.000 muertos y millones de desplazados.