Brasilia. EFE. Cuando quedan 19 días para el fin de la campaña para las elecciones presidenciales, Brasil duda entre dos mujeres y dos modelos: el Estado ‘regulador’ de la presidenta Dilma Rousseff y el Estado ‘mínimo’ que propone la ecologista Marina Silva.
Todos los sondeos publicados en los últimos días coinciden en que Rousseff y Silva serán las candidatas más votadas en la primera vuelta del 5 de octubre y las elecciones se decidirán en una segunda, el día 26, frente a la cual están técnicamente empatadas, con una intención de voto en torno al 43%.
La campaña de cara a la primera vuelta concluirá el 2 de octubre y las encuestas muestran un proceso totalmente abierto y polarizado entre los modelos que proponen ambas postulantes.

Rousseff, aspirante a la reelección del Partido de los Trabajadores (PT), apoya su oferta en los programas sociales desarrollados desde 2003, cuando esa formación llegó por primera vez al poder con Luiz Inácio Lula da Silva.
En su mensaje abundan los números y cita siempre las cerca de 40 millones de personas que salieron de la pobreza y pasaron a engrosar la clase media en los últimos doce años, así como el mantenimiento de tasas de desempleo en torno al 5% en plena crisis mundial.
También defiende el papel de ‘regulador’ de la actividad económica asumido por el Estado, que subsidia tanto a los más pobres como a industrias en problemas, a la automovilística y la construcción, mediante rebajas tributarias.
Aún así, la tasa de crecimiento del país ha caído gradualmente y los expertos afirman que este año no llegará al 1%, con una alta inflación cercana al 6,5%.
Opositora. Silva , por su parte, propone una reforma similar, pero se presenta como líder de una ‘nueva política’ y dice que prescindirá de los partidos para gobernar con los mejores cuadros de cada una de esas formaciones.
Profundamente religiosa y ferviente evangélica, Silva plantea los comicios casi como una especie de lucha entre el bien y el mal.