Ciudad de Guatemala. El presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, reafirmó este domingo su compromiso de luchar contra la corrupción para garantizar la justicia social, al conmemorar el 80 aniversario de la Revolución de Octubre de 1944, que trajo beneficios sociales y democráticos.
“De poco nos servirá nuestra democracia y nuestras aspiraciones de justicia social, si continuamos tolerando la corrupción e incompetencia en la función pública”, declaró Arévalo en un discurso a la nación, durante un concierto sinfónico en la capital guatemalteca.
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Arévalo asumió la presidencia en enero e hizo de la lucha contra la corrupción una de sus principales banderas.
Recientemente, el mandatario criticó la injerencia de “una minoría corrupta” en la elección de nuevos jueces de la Corte Suprema y exigió una reforma para rescatar al poder judicial, que, según él, está “secuestrado por las mafias”.
El poder judicial y la fiscalía de Guatemala fueron objeto de fuertes críticas por parte de oenegés y la comunidad internacional.
El presidente reconoció que “aunque de manera decreciente”, una parte del Estado sigue “penetrada por las redes de corrupción y la impunidad construidas durante décadas”.
“Sabemos que enfrentamos grandes obstáculos en esta lucha”, señaló Arévalo, al afirmar que las “redes político-criminales que durante años capturaron las instituciones para ponerlas al servicio de la corrupción, siguen presentes”.
“Esos obstáculos no nos amedrentan, nos inspiran a seguir adelante”, subrayó el mandatario.
La Revolución de 1944 fue un movimiento cívico-militar que derrocó al régimen del dictador Jorge Ubico, quien gobernaba desde 1931, y abrió paso a las primeras elecciones libres en Guatemala, llevando a la presidencia a Juan José Arévalo (1945-1951) y luego a Jacobo Árbenz (1951-1954).
El período revolucionario terminó abruptamente en 1954, tras una operación apoyada por Estados Unidos y liderada por el coronel Carlos Castillo Armas, quien fue asesinado el 26 de julio de 1957.
“En 2023 seguimos construyendo sobre los mismos cimientos sólidos de la Revolución del 44″, aseguró Arévalo, quien consideró que “el mayor legado” de la revolución fue “la lucha por la justicia social y el compromiso con la ética como base de la función pública”.