Las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China previstas este fin de semana en Ginebra son “un paso positivo y constructivo hacia la desescalada”, estimó este viernes la directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala.
“Un diálogo continuo entre las dos mayores economías del mundo es esencial para apaciguar las tensiones comerciales, evitar la fragmentación de las líneas geopolíticas y preservar el crecimiento global”, añadió un vocero de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en un comunicado.
Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, debe reanudar el diálogo con China, representada por su viceprimer ministro He Lifeng.
Se trata de las conversaciones de más alto nivel entre las dos potencias comerciales desde que el presidente estadounidense Donald Trump desencadenó una guerra comercial tras su regreso a la Casa Blanca, a comienzos de este año.
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Desde entonces ambas potencias se enfrentan y se imponen mutuamente aranceles cada vez más altos a sus productos, lo que genera turbulencias en sus economías y en el resto del mundo.
Las conversaciones en Ginebra, a petición de los estadounidenses, según China, están rodeadas del mayor secretismo. Ni los horarios ni el lugar ni la agenda del encuentro fueron divulgados.
Ambas partes se reunirán durante el sábado y domingo para sentar las bases de futuras negociaciones, explicó el martes Bessent en la cadena Fox News. “Espero que hablemos de desescalada, no de un gran acuerdo comercial”, dijo.
China, en posición de fuerza para negociar
China acude en posición de fuerza a las negociaciones comerciales con Estados Unidos de este fin de semana en Suiza gracias a factores como su enorme mercado interior o su resistencia ante las dificultades económicas, consideran los analistas.
El comercio entre las dos grandes economías mundiales se ha prácticamente paralizado desde que el presidente estadounidense, Donald Trump, impuso aranceles de hasta un 145% a muchos productos de China y esta respondió con gravámenes del 125% a las importaciones norteamericanas.
Estados Unidos avanzó que no espera “un gran acuerdo” que solucione la vieja queja de Trump por el déficit comercial con el gran fabricante y exportador mundial, pero confía en que ambas partes empiecen al menos a rebajar la tensión.
China ha advertido que mantendrá su posición de principios y su petición de que se retiren todos los aranceles impuestos por Trump. Según los analistas, Pekín no tiene prisa en alcanzar un entendimiento.
“Pekín puede infligir algo de daño a Estados Unidos”, djo a AFP Chong Ja Ian, profesor asociado de ciencia política en la Universidad Nacional de Singapur. Sus principales bazas de cara a estas negociaciones son su enorme mercado interior, disponer de “tecnologías cruciales y el control de una proporción significativa de las tierras raras procesadas”.
En comparación a su actitud ante el primer mandato de Trump, la respuesta de China a esta disputa ha sido “más madura”, considera Dylan Loh, profesor asistente en la Universidad Tecnológica Nanyang de Singapur.
“No hay bravatas descabelladas”, explicó. “Creo que han aprendido de sus respuestas anteriores y saben que no pueden dejarse guiar por el ruido”, agregó.
Los analistas opinan que China ha adoptado una postura más dura ante las tarifas de Trump esta vez, incluso a pesar de las dificultades económicas del gigante asiático, que no logra recuperar su dinamismo previo a la pandemia del covid.
“Todavía tiene importantes herramientas de represalia y, lo que es igual de importante, capacidad de resistencia”, afirma Lizzi Lee, del Centro para el Análisis de China del Asia Society Policy Institute. El sistema autocrático chino le permite “absorber el daño económico de formas que las democracias a menudo no pueden”, apunta.
Al mismo tiempo, Pekín ha desplegado una estrategia de seducción para impulsar el comercio con el sudeste asiático y Europa, presentándose como un socio más estable y fiable ante la imprevisible administración Trump.
Esto permite a China “construir amortiguadores” ante las visicitudes de la guerra comercial, opina Lee. “No reemplazará el mercado estadounidense de un día a otro, pero cada incremento en la diversificación reduce la exposición y aumenta el margen de negociación”, argumenta.
Pero estas bases no significan que China no sufra la tensión arancelaria. Las ventas a Estados Unidos representaron el año pasado más de $500.000 millones, un 16,4% del total de exportaciones, según datos oficiales de Pekín.
Cuando en abril empezaron a notarse los efectos de la guerra comercial, la actividad industrial de China se contrajo y Pekín lo atribuyó a “un giro brusco” de la economía global. China y Estados Unidos han “descubierto que no es tan fácil desconectarse por completo”, afirmó Teeuwe Mevissen, economista para China en el banco Rabobank.
Las autoridades chinas presentaron esta semana medidas para impulsar el adormecido consumo doméstico. El director de China Beige Book, Shehzad Qazi, lo ve como una señal de que sus líderes “no están en pánico, pero sienten presión”. Pekín necesita prepararse para negociaciones largas y laboriosas con Washington que pueden conllevar “mucha más volatilidad en su transcurso”, afirmó Qazi.
Los analistas coinciden en gran medida en que las conversaciones en Ginebra son un primer paso hacia la desescalada de tensiones que, a largo plazo, pueda conducir a una retirada de los aranceles.
“El mejor de los escenarios sería un acuerdo sobre el proceso para iniciar las futuras negociaciones”, comentó Ryan Hass, miembro de la Brookings Institution. China podría pedir el mismo trato que decenas de países a los que Trump suspendió parte de los aranceles impuestos durante 90 días, sugiere este experto.
El gigante asiático ha puesto especial énfasis en subrayar que las conversaciones se producen a petición de Washington, insinuando que es la parte contraria quien está desesperada por lograr un acuerdo, afirma Dan Wang, director para China del Eurasia Group. “El hecho de que esto vaya a pasar demuestra más concesiones de parte de Estados Unidos”, consideró.

