Washington. El índice de precios al consumo (IPC) bajó a 2,8% anual en febrero en Estados Unidos, un comportamiento mejor al esperado tras cuatro meses seguidos de avance en la inflación, según cifras del Departamento del Trabajo publicadas el miércoles.
En el mes, el IPC aumentó 0,2%, frente a 0,5% de enero sobre diciembre. Los analistas esperaban para febrero un aumento de 2,9% a doce meses y de 0,3% en el mes, según el consenso de MarketWatch.
En enero, el índice IPC había alcanzado 3% en un año, por encima de lo esperado, lo cual sacudió los mercados. Donald Trump asumió su segunda presidencia el 20 de enero tras una campaña en la que prometió recuperar el poder adquisitivo de los estadounidenses. Entonces atribuyó el repunte de la inflación a su predecesor Joe Biden.
La medición de febrero corresponde al primer mes completo de Trump en el poder. “Luego de varias malas sorpresas últimamente, al final una buena sorpresa”, dijo a la AFP Steve Sosnick, de Interactive Brokers.
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La vocera de Trump, Karoline Leavitt, señaló que “esta publicación, así como la del empleo la semana pasada, es mucho mejor que lo que los medios y los supuestos ‘expertos’ predecían. ¿Cuándo aprenderán a dejar de dudar del presidente Trump?”, lanzó en X. Según la vocera, el mandatario quiere “que los estadounidenses tengan tanto dinero en los bolsillos que no sabrán que hacer con él”.
Incertidumbre
Los analistas se mantienen expectantes. La mayoría de los economistas esperan que los precios suban en Estados Unidos de la mano de los aumentos de aranceles.
“En un contexto más normal, esto habría sido la principal noticia del día en los mercados”, sostuvo Sosnick al destacar que abrieron al alza pero siguen inestables ante el cúmulo de anuncios, idas y vueltas del gobierno estadounidense sobre los derechos aduaneros.
Es que pese a la cifra a la baja, persisten las preocupaciones por potenciales dificultades en la economía debido a la guerra comercial lanzada por la Casa Blanca. La mayoría de los economistas y analistas espera que haya un aumento de precios en el mercado interno a medida que entren en vigor los nuevos aranceles implementados por el mandatario.
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La inflación subyacente —que excluye los precios volátiles de los alimentos y la energía— también bajó: fue de 0,2% en un mes (frente al 0,4% de enero) y de 3,1% en un año (contra 3,3% del mes pasado).
Los estadounidenses enfrentaron en los últimos años una fuerte inflación debido a la recuperación económica posterior a la pandemia de covid-19. Y actualmente lidian con un aumento en un mes de 12,5% en el precio de los huevos, por ejemplo, debido a interrupciones del suministro debido a la gripe aviar.
Los únicos índices de precios que cayeron en febrero fueron los de pasajes de avión y de automóviles nuevos, señaló el Ministerio de Trabajo. Para orientar su política monetaria, la Reserva Federal (Fed) sigue otro índice de inflación, el PCE, publicado a finales de mes, que también ha registrado recientemente una desaceleración en su ritmo de crecimiento (a 2,5% interanual en enero). La meta de la Fed es llevar el índice a 2% anual.
La consultora Pantheon Macroeconomics señaló en una nota que la moderación de la inflación se debe sobre todo a un abaratamiento de los pasajes de avión. Pero “la reciente caída de la confianza de los consumidores presagia una mayor reserva en los gastos en servicios no esenciales”, matizó de cara a los próximos meses.
BCE preocupado
La zona euro se enfrenta a un nivel de incertidumbre “excepcionalmente alto” en el que las perturbaciones relacionadas con el comercio o la defensa pueden amplificar la volatilidad de la inflación, según la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, para quien es “imposible” mantener siempre la tasa en el 2% en el entorno actual.
En este entorno de shocks más inciertos, de mayor magnitud y posiblemente más persistentes, la francesa indicó que la meta de inflación del BCE no significa que la tasa se mantendrá siempre en el 2%, “lo cual es imposible en el entorno actual”, sino que, independientemente de las perturbaciones, la institución debe definir su política monetaria para que la inflación “siempre converja de nuevo hacia el 2% a medio plazo”.
De este modo, si bien durante la década anterior la entidad se enfrentó a una serie de fuerzas estructurales y cíclicas que fueron casi uniformemente desinflacionarias, Lagarde advirtió que, en la actualidad, se observan cambios notables en los factores que impulsan la inflación.
En este sentido, mientras que aún existen factores estructurales como el envejecimiento y la digitalización, que probablemente serán desinflacionarios, surgen nuevos shocks bilaterales, principalmente vinculados al comercio y la defensa, así como al cambio climático, “que pueden amplificar o contrarrestar las fuerzas existentes”.
Así, mientras que la fragmentación comercial y un mayor gasto en defensa podrían, en principio, impulsar la inflación, los aranceles estadounidenses también podrían reducir la demanda de exportaciones de la UE y redirigir el exceso de capacidad de China hacia Europa, lo que podría presionar la inflación a la baja.
Por lo tanto, Lagarde avisó que la fragmentación comercial puede generar variaciones de precios relativos más importantes y disruptivas al mismo tiempo que es probable que los riesgos geopolíticos impulsen una mayor volatilidad en los tipos de cambio y en los precios de la energía y las materias primas.
“Las certezas establecidas sobre el orden internacional han sido trastocadas. Algunas alianzas se han vuelto tensas mientras otras se han estrechado. Hemos visto decisiones políticas que habrían sido impensables hace apenas unos meses”, resumió la francesa.
En este sentido, la presidenta del BCE subrayó que, en un entorno de incertidumbre, un fuerte compromiso con el mantenimiento de la estabilidad de precios en el medio plazo es más importante que nunca, lo que requiere de agilidad para responder a nuevos shocks, aunque dentro de un marco bien definido que limite las reacciones “miopes”.
Asimismo, en esta era más volátil, con el fin de ayudar a reducir, en lugar de amplificar, la incertidumbre, para Lagarde la agilidad “debe combinarse con la claridad”
