AP. Nebraska. Los floricultores de los Estados Unidos (EE. UU.) están determinados a satisfacer las necesidades del mercado interno y lograr que el consumidor norteamericano compre menos flores importadas.
A partir de febrero, los propietarios de Farmstead Flowers empiezan a preparar el terreno para la cosecha de flores de abril a octubre.
Megan Hird y su marido fundaron su negocio en el sudeste de Nebraska en el 2012 y se encuentran entre el número creciente de floricultores que pretenden dar a los consumidores la opción de comprar flores locales y no importadas, al igual que un movimiento llamado slow food ha promovido los cultivos locales para alimentarse.
Un 80% de las flores que se venden en las floristerías de Estados Unidos son importadas, según el Departamento de Agricultura de esa nación.
Pero los expertos prevén que en los días previos al Día de San Valentín –que celebra el amor y la amistad– más consumidores optarán por las ofertas locales.
Recientemente ha habido un aumento, aunque reducido, en el número de floricultores en Estados Unidos. De 5.085 en el 2007 la cantidad de productores de flores pasó a 5.903 en el 2012. La Asociación de Floricultores Artesanales reportó, recientemente, un récord de 700 miembros.
El crecimiento es dual, según Debra Prinzing, experta en Seattle que opera Slow Flowers, un directorio en línea de floristas, floricultores y planificadores de bodas y acontecimientos que usan flores del estado.
“Creo que en gran parte se debe a un rechazo a los ramos más tradicionales” , conjeturó.
Asimismo, los críticos de las flores cultivadas en Suramérica y otros lugares dicen que en esos sitios con frecuencia no aplican prácticas laborales justas y que las flores suelen ser rociadas con sustancias químicas para preservarlas en largos viajes.
Una portavoz de la Asociación de Importadores de Flores de Florida –con sede en Miami, donde entra más del 90% de las flores importadas– dijo que los críticos usaban informaciones desactualizadas. Christine Boldt afirmó que, aunque las industrias de Colombia y Ecuador aplicaban prácticas laborales cuestionables y usaban pesticidas hace años, ahora están fuertemente reguladas y tienen requisitos.