En los bosques de Sarapiquí, Heredia, los tucanes tienen un papel vital para determinar cómo están distribuidas las palmeras y cuál es su acervo genético para enfrentarse a enfermedades, plagas o cambios del clima.
Así lo sugiere hoy un estudio hecho por biólogos de la Universidad de Connecticut, Estados Unidos, y publicado en la revista Proceedings of the Royal Society.
Este estudio indagó al interior del ADN de las palmeras Iriartea deltoidea –de hasta 30 metros de alto – para identificar el parentesco entre los árboles de palma del bosque primario que existe en la Estación Biológica La Selva y del un bosque secundario que se ubica en los alrededores.
La investigación sugirió que el bosque secundario tiene poca riqueza genética, algo que los investigadores habían alertado en el 2005 en la revista Science.
Pero, además, los expertos identificaron ahora por qué el papel de los tucanes es vital.
Tras monitorear con sensores remotos tucanes machos y hembras en la zona, los biólogos identificaron que estas aves tienen memoria espacial. Los expertos señalan que los tucanes son capaces de ver y regresar a comerse el mejor fruto de las palmeras adultas, que adquieren madurez a los 24 años.
Los tucanes mantienen la fruta en el pico hasta por 30 minutos, pero solo se comen la pulpa y regurgitan la semilla o el coco. Esto hace que las semillas de los frutos caigan directamente al suelo y estén en las condiciones óptimas para multiplicar la especie.
Otros animales como murciélagos o monos sí mastican la semilla y la inutilizan, explica el estudio.
Se alejan. La mejor parte de la historia es que, aunque son animales territoriales, los tucanes tienden a alejarse de los lugares donde se desenvuelven habitualmente y por eso el 70% de las nuevas palmeras que nacen crecen a distancia de los árboles que les dieron origen.
“Así detectamos que casi todas las palmeras que nacen alrededor de la palmera adulta (en un radio de hasta 15 metros) no se derivan de esa palmera –como uno pensaría–, sino de alguna otra palmera adulta que se ubica hasta a un kilómetro de distancia de allí”, dijo a La Nación Usay Sezen, científico turco y uno de los autores principales.
Para los expertos, esto significa que a veces lo que parece obvio no lo es y que, aunque parezca que el bosque secundario de Sarapiquí está poblado de palmas y recuperándose, en realidad genéticamente se está debilitando porque hay muchos árboles que comparten al menos uno de sus progenitores, es decir, que son “medios hermanos”.
Sezen explicó que cuando los individuos de una misma especie conviven es normal que se produzca un flujo o migración genética. “Esta es una de las fuerzas de la evolución de las especies. Así, si una población ha perdido su variabilidad genética podría recuperarla y sobrevivir gracias a la ayuda de esta migración genética de una población a otra”, indicó.
No obstante, en el caso de estas palmeras ticas los científicos se preguntan si la calidad del intercambio entre “palmeras medio hermanas” será más bien ineficiente o perjudicial para una especie cuya composición genética ya es similar.