Un lote de piezas indígenas de origen costarricense se subastó ayer en Boston, Estados Unidos, por $11.600 (¢6 millones).
El lote costarricense, conformado por 29 piezas, fue el primero en ser ofrecido al público, en una subasta de 441 grupos de obras de arte precolombino, africano y nativo estadounidense.
Cada lote podía tener una, dos, cuatro o más obras.
La oferta estuvo a cargo de la casa Skinner, que es una reconocida casa subastadora de Boston.
Al final de la puja recaudó $1.000.000 (¢520.000.000), según su reporte final, que toma en cuenta varios impuestos a este tipo de ventas.
En el lote tico se ofrecieron vasijas y figuras humanas de cerámica policromada, figuras humanas esculpidas en piedra volcánica y pendientes de jade.
Los precios a las que fueron vendidas oscilaron entre los $250 (¢130.000) por dos vasijas de barro policromadas, y $2.300 (¢1.200.000) por una colección de siete pendientes de jade.
Estas piezas alcanzaron el mayor precio en la puja por el lote costarricense. Inicialmente se ofrecieron entre $800 (¢415.000) y $1.200 (¢620.000).
La única de las 29 piezas que quedó sin vender fue un incensario de cerámica con una figura de cocodrilo, originario de la zona de Nicoya y elaborado entre el 600 y el 1.100 después de Cristo.
La obra se valoró entre $800 y $1.200, pero al no haber oferentes el precio bajó hasta $250. Aun así, nadie la compró.
Aunque algunos de los objetos subastados tenían una indicación de la persona u organización que las vendió, ninguna de las obras costarricenses llevaba referencias sobre sus vendedores.
Un pequeño grupo estaba acompañado por información arqueológica de la región del país de donde procedían las piezas.
En el caso del lote tico, en algunas piezas se señaló que provenían de Nicoya y la “región Atlántica”.
Sin frutos. Autoridades ticas realizaron esta semana una serie de gestiones para detener la subasta, a fin de investigar si las piezas salieron del país en forma ilegal.
Sin embargo, la falta de convenios entre Estado Unidos y Costa Rica para regular cómo actuar ante estos casos impidió que sus gestiones dieran frutos.
El director del Museo Nacional, Francisco Corrales, solicitó apoyo al embajador del país ante Estados Unidos, Tomás Dueñas.
“Llamó al Departamento de Estado; le explicaron que era difícil emprender una acción porque no existe un tratado para limitar tráfico de antigüedades entre nuestros países, solo hay convenciones para el tráfico de bienes que no están ratificadas”, explicó.
Actualmente trabajan en la revisión y firma de un tratado para solventar este vacío legal.
Según la legislación costarricense, se considera ilegal toda pieza traficada después de 1938.
Sobre el origen de las obras y el cómo salieron del país, la casa subastadora no tenía datos.
“Es difícil saberlo, no tenemos esos datos, pero de lo que sí estamos seguros es que llegaron a Estados Unidos hace muchos años y formaron parte de colecciones privadas desde hace tiempo”, dijo Douglas Deihl, director del departamento de Indios Americanos y Artes Etnográficas de Skinner.
Skinner no da una certificación de autenticidad de las piezas que ofrece en sus subastas.
Sin embargo, Deihl señaló que se trata de obras que provienen de coleccionistas privadas de muy buena reputación. “En caso de que un comprador tenga pruebas de que una pieza es falsa, puede devolverla en 30 días”, agregó. Colaboró Pablo Fonseca.