
Evitar sentarse en el inodoro de un baño público, cubrirlo con papel higiénico o adoptar posiciones incómodas para no tocarlo forma parte de los hábitos comunes de muchas personas.
Sin embargo, los riesgos reales de contagio al usar estos servicios son mínimos, según explicó un grupo de especialistas consultados por la BBC y el portal The Conversation.
La profesora Jill Roberts, experta en salud pública y microbiología de la Universidad del Sur de la Florida, aseguró que, aunque es teóricamente posible contagiarse de enfermedades mediante el contacto con un inodoro, la probabilidad es extremadamente baja.
¿Es posible contagiarse de enfermedades sexuales en un baño?
Las infecciones de transmisión sexual (ITS) como gonorrea y clamidia no sobreviven por mucho tiempo fuera del cuerpo humano. Además, el ambiente frío de un inodoro público reduce aún más esa posibilidad. Para que ocurra un contagio, sería necesario un contacto inmediato con fluidos corporales frescos sobre una herida en la piel genital, algo muy poco común.
Enfermedades como herpes genital o el virus del papiloma humano (VPH) podrían transmitirse en circunstancias excepcionales, pero los especialistas coinciden en que esto es poco probable. El VPH, por ejemplo, puede sobrevivir varios días en superficies, pero solo podría ingresar al cuerpo si hay lesiones o grietas en la piel.
¿Qué tan sucio está realmente un inodoro público?
El profesor James B. Chapman, experto en biología molecular, advirtió que los inodoros en espacios públicos pueden convertirse en una “sopa de microbios” si no se limpian con frecuencia y son utilizados por muchas personas. Las bacterias presentes en la orina o las heces pueden quedar en la taza, sobre todo en casos de diarrea.
Sin embargo, Chapman resaltó que el asiento no es la parte más sucia. Estudios recientes revelaron que lugares como las manijas de puertas, grifos y palancas de descarga son más peligrosos. Estas superficies acumulan más bacterias porque son tocadas constantemente con las manos contaminadas.
Jill Roberts coincidió con este enfoque y explicó que el verdadero riesgo se encuentra en las manos, no en el contacto con el asiento. Microrganismos como Escherichia coli, Salmonella y Staphylococcus pueden causar diarrea, vómitos o náuseas, especialmente si se ingieren por contacto manual con la boca.
El norovirus, por ejemplo, puede sobrevivir durante semanas en las superficies del baño y provocar contagios con tan solo unas pocas partículas.
¿Cubrir el asiento con papel higiénico reduce el riesgo?
Colocar papel higiénico sobre el asiento no ofrece una protección efectiva. Este material es poroso y no actúa como barrera real frente a los gérmenes.
Además, algunas personas optan por agacharse sin sentarse, lo que puede afectar la salud del suelo pélvico, especialmente en mujeres, y aumentar el riesgo de infecciones urinarias por vaciado incompleto de la vejiga.
Charles Gerba, virólogo de la Universidad de Arizona, explicó que, contra lo que se cree, los baños en los hogares suelen estar más contaminados que los públicos, ya que los últimos se limpian varias veces al día, mientras que en las casas la limpieza suele ser semanal.
El ‘estornudo del inodoro’: un riesgo poco conocido
Uno de los riesgos menos comentados es el fenómeno conocido como toilet plume, que consiste en la expulsión de partículas microscópicas de heces y orina al momento de bajar la tapa.
Estas partículas pueden quedar suspendidas en el aire, contaminar superficies o incluso llegar hasta el cuerpo de quien aún se encuentra en el recinto. Cerrar la tapa no garantiza una protección total, ya que los virus pueden escapar por los bordes.
Recomendaciones para evitar el contagio
Expertos recomiendan seguir estos consejos al utilizar baños públicos:
- Lavar bien las manos con agua y jabón después de usar el servicio.
- Evitar llevar el celular al baño y desinfectarlo con frecuencia.
- Utilizar alcohol en gel, especialmente si no hay jabón disponible.
- Usar protectores de asiento desechables o colocar papel higiénico, aunque no sea una medida totalmente efectiva.
- Preferir toallas de papel en lugar de secadores de aire, que pueden dispersar bacterias.
- Desinfectar los cambiadores de bebés antes y después del uso.
- Lavar o desinfectar las manos luego de cambiar pañales.
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*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.
