¿Cómo hace nuestro cerebro para ubicarse en el barrio donde vivimos? ¿Qué mecanismo de “navegación” utiliza nuestra mente para llevarnos de la casa al trabajo sin olvidar la dirección?
O, ¿cómo hace el cerebro para recordar dónde está un lugar al que solo fuimos una vez y ser capaz de llegar allí sin problema? ¿Existe algún tipo de “brújula interna”?
Las respuestas a estas preguntas están en dos tipos de células cerebrales y quienes las detectaron fueron galardonados con el Premio Nobel de Medicina 2014.
El primer paso hacia el sistema de GPS cerebral lo dio en 1971 John O’Keefe.
Este neurólogo estadounidense descubrió, en un estudio con ratas, las llamadas “células de localización”, con las que se reconoce el lugar donde se está.
O’Keefe estaba analizando las neuronas del hipocampo (zona del llamado lóbulo temporal del cerebro). Se sabe que el hipocampo es el área cerebral asociada con la memoria y la orientación espacial. También es ahí donde se forman los nuevos recuerdos vinculados a la experiencia.
Esta zona sería muy vulnerable al envejecimiento cerebral.
Las ratas estudiadas podían moverse libremente y, al hacerlo, el científico descubrió que había células de su hipocampo que se activaban cuando la rata estaba en determinado lugar. Cuando el animal se movía y llegaba a otro sitio, se activaba otra célula. De esta forma, el cerebro realizaba una especie de mapa del lugar.
O’Keefe propuso que cada espacio tendría su mapa y que en este se activan diferentes células en un orden específico.
Navegación. En el 2005, el matrimonio noruego de Mary-Britt y Edvard Moser descubrió, también en ratas, una red de células cerebrales responsable de permitir el desplazamiento de un lugar a otro. Estas células se hallan en la parte superior del lóbulo temporal del cerebro, llamada la corteza entorrinal. Dicha zona transporta información hacia el hipocampo.
Al verlas movilizarse, la pareja encontró una red de células con forma hexagonal, en la que las neuronas creaban conexiones según el sitio adonde la rata se dirigiera.
En humanos. Estudios posteriores de otros científicos han determinado que los seres humanos –y otros mamíferos– también poseen células de localización y de “navegación” en las mismas zonas cerebrales que las ratas.
Para los jueces del Instituto Karolinska de Suecia, ente encargado de otorgar el Premio Nobel, tales descubrimientos son vitales no solo por detallar cómo funciona nuestra “brújula interna”, sino porque ayudan a comprender mejor la degeneración causada por la demencia. “Resolvieron el misterio de cómo la célula organiza su sistema de transporte interno y detallaron por qué este sistema es capaz de entregar las moléculas precisas en el lugar adecuado, en el momento adecuado; ayudaron a saber cómo funciona la memoria y a detectar cuándo se deteriora”, cita el acta del jurado.
Para Jaime Fornaguera, director del Centro de Investigaciones en Neurociencias de la Universidad de Costa Rica (UCR), estos hallazgos no suponen una solución al alzhéimer ni en el corto ni en el mediano plazo.
“Esto nos da la explicación de por qué, cuando se afectan el hipotálamo y la corteza entorrinal en una persona con alzhéimer, también se afecta el sentido de orientación y ubicación de la persona. Pero faltan muchos años de investigación para algo terapéutico”, afirmó a La Nación .