La maldición de Corcovado es su oro, cuya extracción conlleva un daño ambiental irreparable, en cuanto a cerros colapsados, sedimento arrastrado hasta el mar y poblaciones de animales al borde de la extinción debido a la cacería ilegal.
Hoy, los guardaparques reportan el ingreso de unos 400 oreros a este parque nacional.
En el 2013, la fiebre del oro contagió a 250 mineros, pero en 1985 la cifra fue de 1.500 personas. Estas ocasionaron un daño que la naturaleza tardará mil años en resarcir, según consideró en aquel momento el ecólogo Daniel Janzen.
Para Álvaro Ugalde y Mario Boza, fundadores del Sistema de Parques Nacionales, el Parque Nacional Corcovado requiere 80 personas más en labores de control y vigilancia.
Actualmente, detallaron, el parque cuenta con 29 guardaparques y 11 oficiales.
Sin embargo, por directriz gubernamental, las plazas están congeladas , por lo que en caso de jubilación no se pueden reponer ni crear nuevas.
“Hubo épocas en las que el parque tuvo el personal que requería y de forma permanente. Mientras el parque esté estabilizado con el personal que necesita, no entran los oreros”, dijo Ugalde en su última entrevista a La Nación, el 10 de febrero. Él falleció el pasado domingo.
Y agregó: “No es que ya no van a entrar; habrá intentos, pero no lo que está pasando ahora, que los oreros socavan los ríos y lavan los cerros”.
Si bien las comunidades que circundan el parque tienen problemas socioeconómicos, Boza estimó que la fiebre de oro es cultural y se ve exacerbada por el alto precio del oro en el mercado.
“Muchos creen que son grupitos de oreros en situación miserable los que están en Osa. Sí los hay, pero no son la mayoría”, comentó Ugalde. “Claro que sí hay que mejorar la situación socioeconómica alrededor del parque y la del todo el país. Le apuesto que si ese parque estuviera rodeado de millonarios, igual se meten los oreros”, manifestó.
Los oreros que operan en Corcovado vienen de la Gran Área Metropolitana, Pérez Zeledón, San Vito de Coto Brus y Panamá. Muchos hasta son profesionales.
“La gente quiere hacerse rica de un día para otro. Ve la primera pepita y ya está pensando en la otra”, dijo el biólogo Eduardo Carrillo. Por ello, Boza, Ugalde y Carrillo opinaron que el control y la vigilancia son la solución para estabilizar el parque. “El oro, como problema, no se puede matar, solo controlar”, destacó Ugalde.
Operativos. Actualmente, el Área de Conservación Osa (Acosa) –que tiene a su cargo Corcovado– está realizando operativos para atender el problema que aqueja a esta área protegida.
Según Julio Jurado, director del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), se destacó a 45 guardaparques de otras áreas protegidas para apoyar a Corcovado. “Existe un plan de acción que ya se está ejecutando en Corcovado”, enfatizó Jurado.
A diciembre del 2014, los vigilantes detuvieron a 33 personas que realizaban labores de extracción de oro en el parque.
Asimismo, se decomisó equipo para construir túneles como plantas eléctricas y excavadoras.
Boza dijo que el presidente Luis Guillermo Solís ya está enterado de la situación. “Este gobierno no es culpable de la situación de Corcovado, pero es el único que tiene la oportunidad de salvarlo”, afirmó Ugalde.