
La muerte de Kshamenk, la última orca en cautiverio en América del Sur, reavivó este fin de semana el recuerdo de Keiko, el mamífero que dio vida a la película Liberen a Willy.
La comparación surgió de inmediato entre cinéfilos y defensores de la fauna. Detrás del éxito de Hollywood, la historia real de Keiko estuvo marcada por el cautiverio, la enfermedad y un final lejano al relato feliz del cine.
El domingo 14 de diciembre, Mundo Marino informó la muerte de Kshamenk. La orca había sido rescatada tras un varamiento en 1992. El centro indicó que falleció por un paro cardiorrespiratorio asociado a su avanzada edad. La noticia impactó a los amantes de la vida silvestre y trajo de vuelta la historia de Keiko, el protagonista real de Liberen a Willy.
Un inicio marcado por la captura
Keiko nació alrededor de 1977. El 5 de noviembre de 1979, cuando tenía dos años, fue capturado en Ingólfshöfði, al suroeste de Islandia. Fue separado de su familia junto a otra orca llamada King. Ambos fueron trasladados a un acuario en Hafnarfjörður, donde permanecieron poco tiempo.
Un mes antes, el acuario Marineland de Canadá encargó cinco orcas. El 30 de noviembre de 1979, Keiko, King, Kiska, Caren y otra orca sin nombre conocido fueron enviados en avión a Canadá, según registros del sitio Killer Whales.
Del entrenamiento al deterioro físico
En Ontario, las orcas fueron distribuidas en distintos acuarios. Keiko quedó en el Estadio King Waldorf junto a Kiska. Allí comenzó su entrenamiento para espectáculos. Aprendió saltos y piruetas. Esa rutina le dio notoriedad, pero también le pasó factura. Contrajo un tipo de papilomavirus que provocó lesiones visibles en su piel.
En 1985, Keiko fue vendido por $350.000 a Reino Aventura, un parque temático en Ciudad de México, de acuerdo con datos de Orca Network. El animal ya estaba entrenado. Su presencia atrajo multitudes y generó importantes ingresos para el centro.
El salto de la piscina a la pantalla grande
En 1993, cazatalentos del cine visitaron Reino Aventura. Buscaban una orca para una película que denunciara el cautiverio animal. Así nació Liberen a Willy. El filme narró la amistad entre un niño y una orca que luchaba por volver al océano.
El éxito fue mundial. Hubo dos secuelas y una serie de televisión. Mientras el público celebraba en los cines, Keiko continuó en cautiverio. La presión social creció. Familias y niños exigían su liberación real.
Un plan costoso y lleno de obstáculos
La liberación planteó enormes desafíos. Localizar a su madre era casi imposible. El océano Atlántico era inmenso. El mantenimiento de Keiko implicaba gastos millonarios.
Michael Jackson mostró interés en comprarlo para su parque Neverland. Tras visitar el lugar, desistió al conocer el alto costo del tratamiento por la enfermedad de la piel. Su intención de mantenerlo en otro acuario generó rechazo entre grupos ambientalistas.
El regreso a Islandia
En 1996, Keiko fue trasladado a Islandia. Antes residía en un parque de Oregón, Estados Unidos. El traslado se realizó en un avión C-17 de la Fuerza Aérea estadounidense, adaptado con una piscina. Durante el vuelo, veterinarios colocaron hielo sobre su cuerpo para regular la temperatura.
El viaje transcurrió sin sobresaltos. Ambientalistas interpretaron su calma como una respuesta al regreso a aguas cercanas a su origen.
Aprender a sobrevivir
En Islandia inició un proceso de readaptación. Keiko no sabía cazar. No reconocía a los cardúmenes como alimento. Cuando atrapaba un pez, se lo ofrecía a sus cuidadores.
Fue ubicado en un corral con acceso al mar. A diario nadaba varios kilómetros para fortalecer su capacidad pulmonar. A pesar de la aleta dorsal doblada y la enfermedad en la piel, siguió entrenamientos con un barco que se alejaba más de 100 kilómetros de la costa.
La huida inesperada
En 2002, durante una tormenta, Keiko perdió contacto con el barco que lo guiaba. Nadó solo hasta llegar a Noruega. Especialistas indicaron que logró cazar en el trayecto, lo que le permitió sobrevivir al viaje.
Los últimos días
En Noruega, Keiko interactuó con comunidades costeras. Se acercaba a las personas. Jugaba y cazaba en los fiordos. El 12 de diciembre de 2003, murió a causa de una neumonía. Tenía 27 años. Expertos explicaron que las orcas suelen mostrar signos de enfermedad cuando la afección ya está avanzada.
La historia de Keiko se volvió símbolo global. A partir de su caso surgieron organizaciones y movimientos contra el uso de animales marinos como entretenimiento.
El paralelismo con Kshamenk fue inevitable. A diferencia de Keiko, la orca argentina nunca regresó al mar. El cautiverio la volvió dependiente del ser humano. Su historia y la de Keiko siguen presentes en el debate sobre el trato a los animales silvestres.
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.
