Con dos peluches de chimpancés en la mano y saludando con el mismo sonido que hacen estos primates para decir ‘hola’ en la selva de Tanzania, Jane Goodall, zoóloga británica de 73 años, cautivó ayer a más de un centenar de estudiantes del centro Country Day y 30 del Blue Valley School, en Escazú.
Su gesto no provocó risas, pues todos reconocían la trayectoria de la visitante.
Nadie en el mundo sabe tanto de chimpancés como esta respetada científica a quien se le apoda cariñosamente como Lady Chimpancé . Ella ha estudiado por casi 45 años esta especie y fue la primera en convivir con estos animales en la selva de África.
Ese fue su sueño cuando tenía 11 años y hoy, Goodall quiere contagiar a otros jóvenes con estas ganas de soñar y de actuar.
A las 10:12 a. m. Goodall fue recibida por una enorme ovación de más de un minuto. Estudiantes de entre 11 y 15 años le dieron la bienvenida con estruendosos aplausos y algunos flashes .
Todos ellos participan desde hace cuatro años en un programa mundial para jóvenes que se llama Roots and Shoots (Raíces y retoños). Este compromete a adolescentes a realizar, por su cuenta, acciones para ayudar a resolver problemas ambientales y sociales en su comunidad.
Los estudiantes del Country Day han realizado acciones como campañas para proteger los tiburones de la Isla del Coco.
También llevan comida a indigentes, pasan tiempo con enfermos terminales y regalan dispositivos GPS para controlar la tala ilegal en Manuel Antonio, Quepos, entre otras cosas.
Tras el ‘sonoro’ ingreso, la científica se apoderó de la palabra y del aliento de los presentes, quienes la escucharon, atentamente, durante una hora.
“Los chimpancés son biológicamente lo más similar a los humanos que existe en el planeta. Nos parecemos mucho más de lo que se sospechaba”, dijo Goodall.
La experta recordó que estudios científicos muestran como solo hay un 1% de diferencia entre el ADN de las personas y los chimpancés.
Además sugirió que los seres humanos somos tan similares a los chimpancés que hasta podríamos llegar –en algún momento– a hacernos transfusiones de su sangre, que es muy similar. Esto no se hace aún para evitar el contagio de enfermedades animales.
“El cerebro y capacidades intelectuales de los chimpancés tampoco son tan diferentes a las nuestras. Durante mis estudios en África pude comprobar que ellos piensan, se comunican con gestos, tienen personalidad y también sentimientos. Estas son características que antes creíamos que eran únicamente humanas. Esto nos lleva a replantearnos nuestra propia naturaleza”, enfatizó Goodall.
“Los chimpancés son seres capaces de elaborar herramientas con hojas de los árboles, de utilizar medicinas naturales, de adoptar a crías cuyas madres han muerto y también de interactuar como lo hace una familia”, añadió.
Para Goodall, conocer esta realidad nos ayuda a entender mejor que los seres humanos no somos tan lejanos a los animales y que hay un límite delgado y borroso que nos diferencia, más no nos divide de ellos y de todas las demás especies de animales en el orbe.
“Cuando tenía 30 años de hacer investigación me dí cuenta de que los chimpancés estaban desapareciendo y que no podía quedarme con los brazos cruzados, entonces empecé a recorrer el mundo para decirle a jóvenes como ustedes que necesitamos su curiosidad y sus ganas de vivir y ayudar para tener un mundo mejor”, expresó.
A las 10:45 a. m. comenzó a llover abundantemente y entonces la experta rememoró sus días en la reserva Stream Gombe en Tanzania. Aprovechó para mostrar algunos movimientos del ‘baile’ que realizan los chimpacés al sentir las primeras gotas de agua en su cuerpo.
Luego evocó una anécdota donde se estaba ahogando un chimpancé (que no saben nadar) y un científico, conmovido por su mirada, se lanzó al agua y lo rescató.
“Necesitamos que las personas aprendan a leer esa mirada de auxilio en los seres vivos y que se lancen al agua para hacer algo”, dijo.