
TRAPPIST-1, ubicada a unos 40 años luz de la Tierra, volvió a despertar el interés de la comunidad científica. Esta estrella enana roja es pequeña, con una masa menor al 10% de la del Sol y un tamaño apenas superior al de Júpiter. Sin embargo, su actividad resulta intensa. Lanza explosiones de energía hasta seis veces por día, lo que dificulta el análisis de los siete planetas que giran a su alrededor. Tres de ellos se encuentran en la llamada zona habitable.
Un equipo de la Universidad de Colorado Boulder utilizó datos del telescopio espacial James Webb junto con simulaciones por computadora para estudiar el origen de esas llamaradas. El estudio apareció en la revista The Astrophysical Journal Letters.
Cómo afectan las llamaradas a los planetas cercanos
Según el análisis, los planetas más cercanos a TRAPPIST-1 habrían perdido sus atmósferas debido al impacto constante de estas erupciones. El equipo estimó que estos mundos quedaron como rocas desnudas, incapaces de retener una capa gaseosa.
Los investigadores compararon este fenómeno con una escena del crimen: se puede observar el destello final de la llamarada, pero no los detalles que llevaron a su formación. El telescopio Webb midió la cantidad de calor emitido por la estrella, aunque no los mecanismos internos.
Qué origina una llamarada estelar
Las estrellas tienen campos magnéticos que se retuercen y moldean el plasma en su superficie. Cuando esa estructura se rompe, libera un haz de electrones que atraviesa la atmósfera estelar. Este impacto calienta el plasma, lo que genera el brillo característico de la llamarada.
El equipo analizó seis llamaradas observadas entre 2022 y 2023. Utilizó un conjunto de modelos físicos elaborados por Adam Kowalski, también autor del estudio. Estos modelos permiten inferir el tipo de haz electrónico que dio origen al destello observado.
Las llamaradas de TRAPPIST-1 son más débiles de lo previsto
Los científicos descubrieron que las llamaradas de esta estrella son diez veces menos potentes que las de otras estrellas similares. Aun así, representan un riesgo para la atmósfera de los planetas cercanos.
La debilidad relativa de estas explosiones podría facilitar su análisis. Los haces de electrones generan radiación en diferentes longitudes de onda, desde luz visible hasta rayos X. Entender ese espectro permite conocer el efecto de las llamaradas sobre la química atmosférica de los exoplanetas.
Uno de ellos, TRAPPIST-1e, situado en la zona habitable, podría conservar rastros de una atmósfera similar a la terrestre. Simular las condiciones alrededor del planeta ayuda a calcular el impacto real de estas llamaradas sobre su capacidad para albergar vida.
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