
El cerebro humano posee un sistema de orientación interno que permite reconocer el entorno, moverse por lugares conocidos o incluso navegar en espacios nunca visitados. Este sistema se basa en la actividad de células cerebrales específicas que actúan como un GPS biológico.
El descubrimiento de estas estructuras llevó al neurocientífico noruego Edvard Moser a recibir el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 2014, junto con May-Britt Moser y John O’Keefe. Los hallazgos revolucionaron la neurociencia y abrieron nuevas puertas en el estudio de enfermedades como el Alzheimer.
Moser explicó los avances recientes durante un evento celebrado en la Universidad de São Paulo (USP), como parte del Nobel Prize Inspiration Initiative, con el respaldo de la farmacéutica AstraZeneca.
Un sistema de orientación con base científica
Moser recordó que desde siglos atrás ya existían teorías filosóficas sobre cómo el ser humano percibe el espacio y el tiempo. Citó como ejemplo a Immanuel Kant, quien sostenía que esta percepción es innata. No obstante, fue hasta 1971 cuando la ciencia logró registrar actividad neuronal relacionada con esa capacidad.
En ese año, John O’Keefe observó en ratones la activación de “células de lugar” en el hipocampo, una región cerebral asociada con la memoria. Las células se activaban en puntos específicos del entorno, lo que permitió identificar una relación directa entre la percepción espacial y la formación de recuerdos.
Treinta años después, Edvard y May-Britt Moser identificaron otro componente crucial del sistema: las “células de red”. Estas células, localizadas en el córtex entorrinal, mostraban patrones de activación en forma de hexágonos, similares a una cuadrícula, que permitían al cerebro registrar la posición y dirección del movimiento.
Este sistema hexagonal funcionaba como un mapa interno, y su interacción con las células de lugar facilitaba la creación de mapas mentales complejos, fundamentales para orientarse en el entorno y almacenar recuerdos.
Según Moser, la comprensión de este sistema es clave para avanzar en el estudio de trastornos neurológicos. En el caso del Alzheimer, los daños en el hipocampo y el córtex entorrinal provocan la pérdida progresiva de memoria y la incapacidad para reconocer espacios familiares.
Estudios inspirados en estas investigaciones han permitido detectar alteraciones tempranas en la navegación espacial, lo que podría servir como herramienta para diagnósticos más precisos.

Multidisciplinariedad en la neurociencia
Durante su intervención, Moser destacó que el avance de la neurociencia depende del trabajo conjunto entre diferentes áreas del conocimiento. Su laboratorio combina expertos en biología, medicina, matemáticas, física y computación. Esta colaboración ha sido esencial para interpretar los patrones complejos del cerebro.
El evento concluyó con un llamado a nuevas generaciones de investigadores a continuar explorando los misterios de la mente humana y su relación con el espacio y el tiempo.
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.
