Caminando por un bosque de álamos americanos del sureste de la Columbia Británica, el científico de vida silvestre Clayton Lamb busca entre la maleza un árbol robusto para atar su trampa para osos.
Un tentador rastro de olor se trazó para atraer a un animal que puede recorrer más de mil kilómetros cuadrados hasta este preciso lugar, a las afueras de la ciudad de Fernie. La colega de Lamb, la técnica de fauna salvaje Laura Smit, rocía el bosque con sangre podrida de vaca. Para las narices humanas, el hedor es repugnante. Para un oso grizzly, es tentador.
Investigador de la Universidad de Columbia Británica Okanagan, Lamb ha pasado días enteros con Smit recorriendo el valle de las Montañas Rocosas canadienses, seleccionando lugares, creando rastros de olor y comprobando constantemente las cámaras remotas en busca de alertas. Pasa la noche. No hay osos. La mayor parte de la noche siguiente transcurre sin incidentes, hasta que a las 4:31 a. m. una cámara detecta actividad.
Mientras el amanecer baña el valle, Lamb y Smit toman un camino de tierra y suben por una pendiente hasta llegar a una pequeña hembra de oso grizzly que dormita con un pie sujeto a la trampa, un arnés de bordes lisos enroscado en la pata como si fuera un grillete. Un disparo bien colocado de la pistola de dardos de Lamb por la ventanilla del camión administra una dosis de tranquilizantes.
Lamb y Smit se acercan con su equipo, comprueban los signos vitales, y comienzan a medir, tomar muestras e izar el cuerpo anestesiado de la grizzly en el aire en un cabestrillo amarrado a un árbol. Con un peso de 87 kilos, típico de una hembra de grizzly que no ha crecido del todo, se calcula que tiene cuatro años.
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Alcanzar los cuatro años en este paisaje es un logro notable. El hábitat está surcado por carreteras, vías férreas, minas de carbón, estaciones de esquí, granjas, propiedades rurales y pequeñas ciudades.
Pero a medida que los biólogos estudian cómo los osos pueden coexistir con la gente, aprenden que la coexistencia es una calle de doble sentido: los osos cambian su comportamiento para sobrevivir, pero para compartir este hábitat en armonía, las personas deben estar dispuestas a cambiar.
Los investigadores están aprendiendo que unas medidas sorprendentemente sencillas y relativamente baratas pueden marcar una gran diferencia para reducir los conflictos y salvar vidas de osos y de humanos.
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Trampa mortal para osos grizzly
La hembra, registrada como EVGF129, ya ha vencido a las probabilidades. Casi tres cuartas partes de las hembras jóvenes que crecen en el valle del Elk mueren más jóvenes. De hecho, tras marcar con GPS a 70 osos entre 2016 y 2022, Lamb y sus colegas descubrieron que las tasas de supervivencia de los osos grizzly jóvenes en el valle del Elk son las más bajas en Norteamérica.
De los 14 osos con collar que murieron durante ese estudio, solo uno falleció por causas naturales. Los conflictos con personas causaron seis muertes, quizá siete. Las colisiones con vehículos de carretera o trenes mataron a otros seis; una muerte sigue siendo un misterio. El nivel de conflictividad en el valle del Elk es 10 veces superior que el promedio de la provincia.
A pesar de la elevada tasa de mortalidad del valle del Elk, el número de osos grizzly de la región se mantiene estable. Aunque las muertes superan a los nacimientos aquí, una media de siete osos grizzly al año vagan desde regiones vecinas en busca de lo mismo que atrae a la gente al valle —espacio para vivir y comida para sus familias—.
La intensa presión a la que se ven sometidos los osos jóvenes en este peligroso paisaje implica una pronunciada curva de aprendizaje y cambios necesarios en su comportamiento. Para sobrevivir, muchos adoptan una estrategia clave —volverse mucho más nocturnos para evitar encuentros con humanos—. Según Lamb y sus colegas, la nocturnidad aumentó la supervivencia anual de esta población entre un 2% y un 3%. Solo los osos de zonas en las que coexisten humanos y osos mostraron este cambio a la vida nocturna. Los osos en zonas silvestres no lo hicieron.

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Pero para que los osos grizzly y las personas coexistan a largo plazo, no solo los osos deben modificar su comportamiento.
Históricamente, a los osos grizzly se les disparaba, atrapaba y envenenaba, reduciéndolos a solo el 45% de su antigua área de distribución en Norteamérica en la década de 1970. Hoy las actitudes están cambiando de la dominación humana de la naturaleza al mutualismo —y eso significa aprender a llevarse bien con nuestros vecinos—.
Abordar el aspecto humano de los conflictos con la fauna puede parecer obvio. Pero a lo largo de la historia de la ciencia de la conservación, el cambio de comportamiento humano ha sido objeto de muy poca investigación y recursos, señala Diogo Veríssimo, de la Universidad de Oxford, Inglaterra, quien dirige el Grupo de Trabajo sobre Cambio de Comportamiento de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Dado que todas las principales amenazas a la biodiversidad proceden de la actividad humana, será imposible evitar las extinciones sin cambiar nuestro comportamiento, afirma Veríssimo, mercadólogo de la conservación y coautor de un estudio sobre la coexistencia entre el hombre y la vida silvestre en el Annual Review of Environment and Resources de 2024.
“La coexistencia tiene que ver fundamentalmente con las relaciones entre las personas y no tanto con los animales”, afirma.
Por eso, Lamb y la Iniciativa de Conservación de Yellowstone a Yukón, un programa transfronterizo cuyo objetivo es conectar paisajes para impulsar la biodiversidad en el oeste de Canadá y Estados Unidos, encabezan desde abril de 2024 un plan de coexistencia comunitaria para el valle del Elk.
La valla resiste
Con la nieve todavía pegada a las laderas de las montañas y los osos aún dormidos, unas 30 personas se reunieron en una estación de ferrocarril reconvertida de Fernie para hablar de la coexistencia con el oso grizzly. Lamb es uno de los científicos presentes. También están allí representantes de la nación Ktunaxa, del gobierno y de la industria, así como guardas retirados, urbanistas, grupos conservacionistas, una empresa de tecnología para la vida salvaje y residentes. Todos comparten el interés por cómo convivir con el segundo mayor depredador terrestre de Norteamérica (solo superado en tamaño por el oso polar).
La consultora de coexistencia Gillian Sanders también viajó a esta reunión. Trabaja en la localidad de Meadow Creek, a cinco horas de carretera. Cuando se mudó y empezó a estudiar la relación de Meadow Creek con los osos grizzly, también trajo sus abejas.
Al percatarse de que la miel era una gran tentación para los osos, instaló una valla eléctrica para proteger sus colmenas. Cuando resultó eficaz, se dio cuenta de que también funcionaría alrededor de manzanos, gallineros y corrales de ganado. Con el tiempo, el uso de cercas eléctricas y los conocimientos necesarios para instalarlas y mantenerlas se extendió por su comunidad y la región circundante, con 535 cercas eléctricas instaladas hasta la fecha.
Las soluciones están poco estudiadas, pero una revisión internacional de los estudios publicados sugiere que instalar vallas eléctricas reduce los daños a las infraestructuras entre un 80% y un 100%. Fue la más eficaz de todas las intervenciones evaluadas, incluyendo disuasivos químicos y acústicos, reubicación de osos, aislamiento de atractivos como comida y basura, cuidado de la vegetación y control letal (disparos).
Antes de que Sanders se mudara a Meadow Creek, llevarse bien con los vecinos osos había sido todo un reto. Tracy Remple, que regenta allí una pequeña finca, señala que en el pasado los osos ladrones tomaban descaradamente las manzanas maduras de los árboles, arrancaban las zanahorias de los huertos, asaltaban los comederos de pájaros, se comían los animales de granja y rompían las puertas de los garajes para robar la basura.
Criada en una familia menonita, de niña Remple veía a su padre cazar osos grizzly desde el portal de su casa. De joven, Remple se marchó a la ciudad, pero 10 años después regresó.
“Quería una granja. Quería árboles frutales. Quería gallinas. Quería cabras. Quería todo lo que a los osos les gusta comer”. Y lo quería sin disparar a los osos. “¿Qué podría salir mal?”, se ríe.
En una ocasión, las cosas salieron mal. Una noche un oso grizzly intentó robar su carnero más preciado. Atrapado en el acto, el oso huyó, dejando al carnero muerto colgando de la cerca de la granja, y dejando a Remple conmocionada. En los últimos años, sin embargo, gracias en gran parte a la labor de Sanders y de la organización benéfica sin ánimo de lucro WildSafeBC, la idea de la coexistencia entre humanos y osos se ha afianzado. Remple tiene ahora un cercado eléctrico alrededor de su potrero.
En todo el pueblo hay ahora vallas eléctricas alrededor de manzanos, gallineros, potreros, colmenas, huertos, zonas de compost y secciones del canal de desove del salmón rojo o kokanee, para que los osos puedan pescar y los humanos puedan vigilar a los kokanee con seguridad. Incluso el padre de Remple, que una vez disparó a todos los osos que veía, acabó poniendo vallas eléctricas alrededor de su gallinero.
Remple también ha adoptado otro sencillo cambio de comportamiento: lleva un espray para osos cuando está en el corral. Según un estudio realizado en Alaska, el espray detiene el “comportamiento indeseable” de los osos grizzly el 92% de las veces, y el 98% de las personas que lo llevan resultan ilesas en encuentros cercanos con osos.
Evitar este tipo de encuentros puede ayudar a reducir el riesgo para los seres humanos, y también para los osos, al reducir la necesidad de que los funcionarios de conservación del gobierno disparen a los osos considerados un peligro público, situación que provocó la muerte de 24 osos grizzly en la Columbia Británica en 2024.

Cambiar actitudes sobre la coexistencia
Cambiar las actitudes cuesta trabajo, porque no todo el mundo se deja convencer fácilmente por la coexistencia. La científica conservacionista Courtney Hughes, que estudió la coexistencia entre humanos y osos durante su doctorado en la Universidad de Alberta y sigue trabajando en conflictos entre humanos y animales salvajes en Canadá y África, sugiere que a menudo hay malentendidos en la opinión pública sobre lo que significa “coexistencia”.
De hecho, la coexistencia tiene más matices que la aplicación de ciencia dura a un problema. Se basa en el establecimiento de relaciones, la paciencia y la confianza. En la remota comunidad costera de Klemtu, Columbia Británica, de mayoría indígena Kitasoo Xai’xais, por ejemplo, los ecoturistas vienen con la esperanza de ver osos, pero los lugareños también necesitan vivir en armonía con ellos.

En consulta con la comunidad, incluidos los ancianos locales, se han establecido zonas claramente señalizadas de coexistencia compartida, zonas solo para osos y zonas solo para humanos, se han mejorado la gestión de residuos con basureros resistentes a los osos y se han instalado mesas de limpieza en el muelle de la ciudad.
La coexistencia también se impone en el valle del Elk. En el marco de un plan de reparto de costos entre el gobierno y los propietarios, apoyado por grupos conservacionistas y la industria, se instalaron nueve cercados eléctricos en 2024.
Justo al final de la autopista, no muy lejos de donde Lamb puso el collar a la osa EVGF129, el cercado eléctrico también ha asegurado otro punto conflictivo. El seguimiento de los osos con collar reveló que eran atraídos al peligro del tráfico por una fosa al borde de la carretera donde el Ministerio de Transporte vertía animales atropellados. Ahora basta una sola descarga eléctrica para que los osos no vuelvan. Desde que se construyó la valla no ha muerto ningún oso atropellado cerca de la fosa, afirma Lamb.
En cuanto a la osa EVGF129, a la que Lamb y Smit han apodado Lesley, ha sobrevivido un invierno más en este peligroso lugar. El GPS de Lamb muestra que, aunque ha cruzado la carretera dos veces, es principalmente una osa de montaña que prefiere las crestas.
Ha desarrollado la inteligencia callejera para sobrevivir tan bien como cabe esperar en su mundo plagado de peligros humanos. El futuro de Lesley depende no solo de sus propias decisiones de convivencia, sino también de las nuestras.
Este artículo apareció originalmente en Knowable en español, una publicación sin ánimo de lucro dedicada a poner el conocimiento científico al alcance de todos. Suscríbase al boletín de Knowable en español.