Como ella hay pocas. Al igual que los organismos que estudia, los octocorales, Odalisca Breedy es fascinante por lo atípica que es.
Se inició como científica a los 40 años, una vez que crió a sus cuatro hijos. Nunca hizo carrera fuera del país pero, pese a ello, forma parte del selecto grupo de ocho expertos mundiales en Octocorallia, una amplia subclase de corales.
Por su trayectoria, la Academia Nacional de Ciencias (ANC) y el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones (Micitt) le otorgaron el premio Científica Destacada 2014.
Breedy es investigadora del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar), el Centro de Investigación en Estructuras Microscópicas (Ciemic) y el Museo de Zoología de la Universidad de Costa Rica (UCR). También es investigadora asociada del Instituto Smithsonian de Estudios Tropicales de Panamá.
A la fecha, ha descrito 31 especies, un género y una familia de corales. Además, en crustáceos identificó un género y una especie. Todos ellos han sido nuevos para la ciencia.
Lo que pocos saben es que su historia empezó en Limón, cuando era apenas una chiquilla.
¿Cuánto ha influido Limón en su trayectoria como científica?
Bastante. Cuando uno nace a la par del mar, crece oyendo a los pescadores. Me encantaba ir a la playa después de los temporales porque el mar arrastraba un montón de cosas: conchas y pedazos de coral. Recuerdo que los recogía y los coleccionaba. Aún sigo siendo coleccionista, solo que ahora en un museo y de forma profesional.
Además, Limón era sitio propicio por esa riqueza de arrecifes.
En Cahuita tenemos el único arrecife estructurado como tal. Por mucho tiempo se pensó que en el Pacífico no había arrecifes y sí los hay; lo que pasa es que son distintos: compuestos por menos especies y tienen una forma diferente, porque son parches.
”Los octocorales no solo están en los arrecifes; están en todo lado. Bajan hasta 3.000 metros de profundidad y son los principales componentes de los fondos profundos. Por eso, ahora se busca protegerlos porque, cuando los barcos arrastran el fondo, lo que se traen son los octocorales y los corales negros, que son los únicos que les dan una estructura a los fondos profundos.
”Esa estructura tridimensional es lo que hace que haya reclutamiento de larvas y peces. De los fondos depende que haya vida en las capas superiores del agua”.
Una visita suya al Museo de Historia Natural en Nueva York fue determinante. ¿Qué fue lo que vio?
Tenía ocho años y mi papá trabajaba en Pan Am. Como le daban tiquetes, nos llevó a Nueva York. Recuerdo que estaba fascinada con los dinosaurios, las conchas y los modelos de peces; también había colecciones de piedritas y mi papá me compró una que todavía tengo.
”Me gustó mucho la cosa de museo. Todo eso me influenció en el gusto no solo por las cosas marinas, sino por eso de guardar cosas, saber qué son. Me encantaba ponerles nombre y al final eso es lo que soy. Yo soy una taxónoma y lo que hacemos es describir especies para ponerles nombres”.
Se dice que los taxónomos también están en vías de extinción.
Sí, es terrible. El trabajo del taxónomo se apreció mucho cuando se dio el auge de los estudios de biodiversidad; lo que pasa es que llegó un momento en que es la tecnología a lo que más importancia se le da.
”Por ejemplo, en el Museo de Historia Natural de Washington, el curador de Octocorallia se pensionó hace 10 años y nunca fue sustituido. Lo asumió por recargo otro científico que trabaja con hidrocorales.
”En este campo específico, hacen falta taxónomos y no hay políticas para contratarlos, sabiendo que hay una crisis de biodiversidad. Para mí, este premio fue muy significativo por eso: se reconoce un trabajo taxonómico relacionado con biodiversidad. Es una forma en que el país dice que estos estudios son importantes”.
Taxonomía es la base, ¿cierto?
Todo lo de bioprospección es muy importante, todo lo de conservación, la ecología... pero si uno no sabe con qué está tratando, ¿cómo va a hablar de pérdida de biodiversidad si no sabé qué hay?
”Hay especies que uno siempre ve, pero es hasta que les ponés atención cuando te das cuenta de que se trata de una especie nueva.
”En el campo de los octocorales, los primeros estudios datan de 1846, cuando se nombra por primera vez este grupo en el Pacífico Oriental. Después se hicieron algunos estudios de 1860 a 1870;, 50 años después se hace una revisión para un género, y de ahí en adelante no se hace nada a lo largo de 70 años hasta que retomo esos estudios.
”Empecé desde la base, haciendo lo que se llaman revisiones taxonómicas. Eso es que uno toma un género y ve toda la literatura para ver qué existe, ver qué es cada especie. Una vez que uno sabe qué es qué, ya puede decir qué es nuevo”.
El Estado de la Ciencia y la Tecnología menciona el tema del relevo generacional. ¿Hay algún o alguna Odalisca en camino?
A mí me da pena interesar a algunos estudiantes en un campo como este, si después no sé qué van a hacer. Hasta el 2013 me dieron media plaza en propiedad en la universidad, pero la mayor parte del trabajo lo he hecho sin tener nada estable.
”Es muy difícil. Este trabajo requiere, aparte de dedicación, muchos fondos. A mí lo que me ha ayudado es que tengo una asociación con el Instituto Smithsonian de Panamá y los fondos que conseguimos nos permiten ir a los museos para revisar el material, hacer giras, pagar las publicaciones y todo eso es muy caro.
”A la única persona que veo en esto es a Sergio Vargas, que fue mi estudiante. Hizo la maestría en corales y luego su doctorado en esponjas en Alemania. Ahora él tiene un puesto de profesor en ese país. Él hace la parte molecular del trabajo que yo hago en morfología. Ha sido una buena combinación y le veo ganas de seguir con esto.
”Bueno, él está afuera porque no consiguió trabajo en el país, pero por dicha encontró en otro lado. Es muy difícil y eso imposibilita entusiasmar a alguien”.
Eso refleja lo que sucede con respecto a científicos que quieren volver pero no encuentran condiciones adecuadas para hacerlo y terminan quedándose afuera.
Exacto. Se van y, por dicha, en otro lado encuentran.
”El campo de la biodiversidad es importantísimo, nosotros mismos no sabemos lo que tenemos y somos pocos.
”Imagínese que cuando yo empecé en esto, había solo 10 especies reportadas para todo el Pacífico Oriental y ya llevamos descritas 31 especies nuevas de octocorales. En 10 años, el número de lo que se reportaba se triplicó para el Pacífico Oriental. Para Costa Rica, se reportaban ocho especies, ahora vamos por 35.
”Estos organismos, por lo menos en el Pacífico, no tienen límite de profundidad. En Isla del Coco los hemos visto a 400 metros, unas especies rarísimas e incluso una familia nueva. La verdad es que cada vez que uno va al mar es un reto, cada vez que se entra al agua es una nueva experiencia, se ven cosas nuevas”.
¿Se debería ayudar, a través de la política pública, para que los próximos científicos no deban lidiar con lo que usted lidió?
Creo que estos premios son un estímulo y muestran que hay interés por la investigación. Siempre hacen falta fondos y el Estado no tiene tantos porque este país no tiene dinero suficiente para investigación, pero sí tenemos ‘expertise’ y gente muy preparada en muchos campos, así como equipo.
”Sí tenemos qué ofrecer cuando se propone una estrategia de ‘matching funds’ con universidades e instituciones de otros países. Eso nos hace más competitivos.
”No tenemos que pedirle al gobierno que nos solucione todo, pero sí necesitamos que haya políticas en favor de la ciencia, principalmente para la ciencia básica y no solo la ciencia aplicada”.
Llama la atención que usted hizo toda su carrera en Costa Rica.
Eso es algo interesante de este premio. Casi siempre que se galardona a alguien, esa persona ha realizado doctorados y la mayor parte de su trabajo, afuera. En cambio, yo hice toda mi carrera aquí.
”Nunca me fui. No tuve la posibilidad y cuando la tuve, ya no tenía la edad. Entonces hice aquí mi maestría y mi doctorado, y eso no quita que sea productiva y tenga un nombre en este campo.
”En general, no se reconoce a la gente que no ha salido del país, se cree que solo quien sale puede hacer las cosas bien y no es así. Además, no necesariamente hay que que salir para tener contactos. Me comunico con los siete taxónomos alfa que hay en el mundo.
”Mentira que por quedarse en el país se está aislado. Ya no es así”.
Usted es de las pocas mujeres que ha recibido este premio. ¿El género fue definitivo para desarrollarse como científica?
Viera que sí es difícil. Hice mi carrera después de los 40 años y con cuatro hijos. Por 10 años, dejé la Universidad. Hice la licenciatura y luego me fui a la casa a cuidar hijos. Me quedó la inquietud de lo que me gustaba y volví a la Universidad.
”Imagínese que mis profesores de maestría y doctorado eran mis compañeros de grado.
”Para una mujer es más difícil todo: miente quien diga que no. Uno siempre tiene doble jornada, porque incluso las mujeres que no tienen hijos suelen hacer una función de cuidadoras. Es mentira que, por no tener esposo o hijos, se dispone de más tiempo.
”Además, la parte más productiva como académica coincide con la faceta reproductiva, y entonces tenés que escoger, pero la reproducción es algo que no podés postergar o heredarle al ‘macho humano’, porque carece del equipo.
”No queda más y si decidís asumir ese rol, pues lo asumís. Me limitó, pero también fue un privilegio estar con mis hijos. Aunque es difícil, uno no debe perder nunca la pasión; hay que buscar la forma de poder hacer lo que a uno le gusta.
”Empecé mi vida profesional muy vieja, pero al menos lo hice”.
Usted es un ejemplo para aquellos que, por circunstancias de la vida, tuvieron que postergar su vocación científica.
Es algo que a las mujeres nos pasa: nos vamos a la casa y creemos que no podemos volver porque nos sentimos herrumbradas o porque ya no hay espacio.
”Si uno realmente lo quiere, puede retomar lo que dejó atrás o empezar algo totalmente nuevo. Siempre hay tiempo”.