Cuando era joven, Carlos Rodríguez no lograba decidirse entre la Ingeniería y la Microbiología. Atrapado entre ambos mundos, ya de adulto, logró andar los dos caminos con la ayuda de un guía diminuto: el hongo Trametes versicolor .
El barveño halló una novedosa estrategia para usar este hongo como capitán de batalla para “limpiar” cierto tipo de contaminantes en plantas de tratamiento.
Puro trabajo en equipo: Rodríguez diseñó el sistema y el hongo hizo el trabajo sucio.
El microbiólogo, de 32 años, descubrió que este tipo de hongo es capaz de degradar varios contaminantes orgánicos presentes en plantas de tratamiento. Esto permite tener un mecanismo amigable con el medio ambiente y capaz de tratar compuestos tóxicos.

Por eso, el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones (Micitt) le otorgó al virólogo el Premio Nacional de Tecnología Clodomiro Picado Twight 2013.
En su fallo, el jurado indica que “presenta soluciones a problemas de contaminación importantes para el recurso hídrico, en particular ríos y lagos”.
Contaminación. Rodríguez trabaja en un campo muy específico de tóxicos, los llamados contaminantes emergentes. Estas son sustancias que han sido incorporadas recientemente a las listas “de cuidado”.
“Son compuestos químicos que hace 20 o 30 años no se consideraban contaminantes. Muchos de ellos son de uso diario y no se sabe que pueden ser nocivos”, apuntó el investigador, en videoconferencia desde España en las instalaciones del Micitt.
Entre los ejemplos que mencionó el microbiólogo, están antibióticos y productos de uso diario como bloqueadores solares. Estas son sustancias que en su aplicación usual no presentan problemas para el humano, pero sí complican su manejo en plantas de tratamiento.
Aquí, justo aquí, es donde entra el hongo.
El Trametes versicolor puede degradar estos tóxicos, que los sistemas usuales pasan por alto. Luego de varias pruebas en ambientes controlados, el científico soltó el hongo al “mundo real”.
“Teníamos la duda de si al entrar en un ambiente no esterilizado, sería capaz de colonizar. Resulta que era capaz de crecer e incluso inhibir la competencia”, añadió el microbiólogo.
Rodríguez matizó que todavía no hay una conciencia mundial sobre los contaminantes emergentes, por lo que podría tomar tiempo que las autoridades pongan en práctica estos métodos.
“El tener cada vez más personas con los conocimientos y las competencias adecuadas, no solo nos permite tener sectores productivos de mayor valor agregado, sino poder atacar problemas ambientales y también sociales”, apuntó Alejandro Cruz, jerarca del Micitt.
Curiosidad. Sus padres, Carlos Rodríguez y Mabel Rodríguez, recuerdan que el laureado siempre fue el primero de su clase, sea en el Colegio Científico de San Pedro o en la Universidad de Costa Rica (UCR).
El propio galardonado recuerda su indecisión entre Ingeniería o Microbiología. Finalmente, optó por la segunda, pero una vez graduado de esa carrera empezó a estudiar Ingeniería Química, siempre manteniendo un contacto con sus familiares.
“Cada vez que él publicaba un artículo en una revista científica, yo lo felicitaba y él me decía: ‘Papi, gracias‘, pero vienen cosas más grandes’”, explicó Rodríguez sobre el futuro de su hijo.
Aplicación. Rodríguez está asociado al Centro de Investigación en Contaminación Ambiental (CICA) de la UCR, aunque actualmente se encuentra en España terminando los trámites de su doctorado.
Cuando regrese, entre marzo y abril, se integrará a un programa que el CICA está realizando con el Centro de Biología Celular y Molecular de esa misma institución, para ofrecerles a campesinos una solución amigable al manejo de desechos de plaguicidas. A la distancia, él ya se ha incorporado, pero entrará de lleno cuando regrese al país.
“Su participación inició toda una nueva etapa con nuevas ideas y un proceso, digamos que mucho más avanzado, porque realmente es un excelente investigador”, apuntó Elizabeth Carazo, directora del CICA.