
El telescopio espacial XMM-Newton, operado por la Agencia Espacial Europea (ESA), observó durante 20 horas al cometa interestelar 3I/ATLAS el pasado 3 de diciembre. El cuerpo celeste se encontraba a una distancia de entre 282 y 285 millones de kilómetros de la sonda.
Durante la sesión, el observatorio utilizó su cámara EPIC-pn, considerada la más sensible para captar emisiones de rayos X. El resultado mostró un brillo inusual en baja energía, visible en la imagen captada como una zona roja sobre un fondo azul oscuro.
Este fenómeno fue esperado por astrónomos, ya que ocurre cuando los gases del cometa colisionan con el viento solar, lo que genera emisiones de rayos X. Estos gases pueden incluir vapor de agua, dióxido de carbono o monóxido de carbono, compuestos ya detectados por instrumentos como el telescopio espacial James Webb y la misión Spherex de la NASA.

Sin embargo, lo más relevante de esta observación es que los rayos X permiten detectar moléculas como el hidrógeno (H₂) y el nitrógeno (N₂). Estas suelen pasar desapercibidas para cámaras ópticas o ultravioleta, como las de los telescopios Hubble o Juice.
Este tipo de observación brinda a la comunidad científica una herramienta importante para analizar compuestos que normalmente permanecen ocultos. El interés se intensifica porque algunos investigadores plantean que el primer objeto interestelar detectado, 1I/’Oumuamua, podría haberse formado con hielos exóticos, compuestos justamente por hidrógeno o nitrógeno.
Como ‘Oumuamua se alejó del sistema solar y no puede estudiarse más, 3I/ATLAS ofrece una nueva oportunidad. Las observaciones en rayos X se suman a otras investigaciones para entender mejor la composición y el origen de estos cuerpos que provienen de fuera del sistema solar.