
Don Iván Molina más parece un alquimista que un académico dedicado a la historia. Pone en mi boca palabras que nunca he dicho y juega falazmente con la realidad espigando lo que le sirve a sus propósitos y desechando o distorsionando, sin el menor recato, lo que choca con sus tesis. Para contestar su cadena de falacias requiero un espacio del que no dispongo, por eso me concentro en los temas principales.
k1. Molina expresa que ya no insisto en que la anulación de la elección del 48 suponía lanzar al país a una guerra civil. Realmente no entiendo el propósito de insistir en algo que ya he afirmado y que, lo más importante, es un hecho histórico. Visto ese acontecimiento con la perspectiva que brinda el tiempo, queda claro que solo la ambición desmedida que obnubila el entendimiento podía impedirle a alguien vaticinar que la bochornosa y viciada sesión del congreso del 1 de marzo de 1948, y los dramáticos acontecimientos que la rodearon (asesinato del Dr. Carlos Luis Valverde, jefe de acción del ulatismo, frente a su casa de habitación, persecución, detención y encarcelamiento del candidato ganador Otilio Ulate, secuestro de dos diputados calderonistas a manos de calderonistas para impedir que asistieran a votar en contra de la anulación de las elecciones, etc.) hubieran podido tener un desenlace pacífico.
Y para abundar en esta tesis, que cae por su propio peso y que solo puede ser objetada por quienes no creen en el sagrado derecho de los pueblos a la sublevación cuando los caminos de la libertad, la democracia, la legalidad, y la dignidad se les han cerrado, les brindo a los lectores varios testimonios de personas completamente libres de toda sospecha de haber sido o ser figueristas: A) Don Óscar Aguilar Bulgarelli, en su libro Costa Rica y sus hechos políticos de 1948 expresa: “Desde todo punto de vista era ilógico pensar que aquel asunto, si se anulaban las elecciones, pudiera resolverse por los senderos de la tranquilidad y sin la intervención de las armas”. Y más adelante dijo: “Resumiendo, pretender anular aquellas elecciones, equivalía, de hecho, a una declaratoria de guerra”. B) Don Manuel Formoso, en el epílogo del libro Teodoro Picado, Memorias , afirma: “Ya en manos de este alto organismo (el Congreso), el problema político había crecido de tal modo, que era inevitable el estallido de la violencia, especialmente después del fallo anulatorio de las elecciones”. C) El historiador estadounidense John Patrick Bell, en su libro Guerra civil en Costa Rica, los sucesos políticos de 1948 , afirma: “Los hechos del 1 de marzo de 1948 cerraron el camino a cualquier alternativa que no fuera la de la insurrección”. Figueres siempre dijo que Calderón no iba a entregar el poder por medios democráticos, y la historia le dio la razón. Tuvo la clarividencia de los estadistas.
La anulación de la elección del 48 no fue la justificación de Figueres para levantarse en armas, como peyorativamente la llama Molina, sino la terminante confirmación de lo que había pronosticado muchas veces.
k2. Molina acostumbra adentrarse en el insondable mundo de las motivaciones, en vez de quedarse, como está obligado el historiador y el científico, a trabajar con el incontrastable mundo de los hechos. Utilizando una ambigua frase de Rodrigo Facio, Molina insinúa que Figueres no iba a entregar el poder a Ulate. La verdad, la única verdad, es que Figueres entregó el poder seis meses antes del plazo originalmente convenido. El día que Otilio Ulate recibió el poder de manos de Figueres, el 10 de noviembre de 1949, tuvo la hidalguía de expresar: “La Junta Fundadora de la Segunda República ha hecho factible este acto ejemplarizante, en que el depósito del poder va de las manos de un Gobierno de limpio origen revolucionario que no aspiró a retenerlo, a las de otro de estructuración jurídica, con la expresa renuncia del primero a prolongarse o proyectarse en ninguna forma en la gestión administrativa del segundo. A mis conciudadanos les digo que la Junta se ha hecho acreedora a la gratitud nacional, y ante ellos rindo tributo al Ejército de Liberación Nacional, cuya legítima gloria proclamo en esta oportunidad, así como hago emocionado recuerdo a la memoria de los compatriotas que rindieron la vida en el empeño, ahora victorioso, por rescatar la libertad y salvar la dignidad de nuestra patria”. Estas palabras, y los hechos que las fundamentan, pulverizan malintencionadas insinuaciones proferidas por historiadores “parcializados, selectivos y sesgados”, como se lamenta Molina.
k3. Es falso que, como afirma Molina, el sector encabezado por Ulate creía en las negociaciones o transacciones. Pasadas las elecciones, los Comités Directivos del Partido Unión Nacional lanzaron varios manifiestos al país en el que dejaban claramente establecido que repudiaban toda transacción. El 1 de marzo, mediante un nuevo boletín, expresaron que “algunos dirigentes calderonistas han tratado de engañar a los dirigentes de su partido haciéndoles creer que está en trámite una transacción política'”.
k4. No es cierto que Figueres se adelantó a las componendas o transacciones que buscaban una salida pacífica al conflicto. Esas negociaciones secretas se realizaron desde el 9 de febrero de 1948 hasta la primera semana de marzo, y todas fracasaron. Figueres comenzó el levantamiento armado el 12 de marzo, y el 26 de ese mismo mes Otilio Ulate lanza una hoja suelta en la que conmina a los comerciantes e industriales oposicionistas a que no rompan la HUELGA GENERAL ya que “es injusto que lo hagan mientras muchos de nuestros compañeros están sacrificando sus vidas'”. Este mensaje es un claro y definido apoyo de Ulate a quienes se están batiendo en el campo de batalla. Al mismo tiempo, un Boletín de la Revolución, distribuido mediante volante ese mismo día, expresa: “Tenemos la fe de que el ruego de nuestro presidente electo, don Otilio Ulate Blanco, va a ser atendido por usted con valentía y lealtad a la causa”. Recapitulando: 15 días después del levantamiento armado, no solo no existe ningún compromiso entre Ulate y Calderón para buscarle una salida pacífica al conflicto, sino que Ulate muestra un total rechazo a cualquier salida negociada y brinda un completo apoyo a la actividad bélica de Figueres.
k5. Molina me acusa de utilizar “una retórica descalificatoria sistemática de los resultados de sus investigaciones”. No le luce el papel de víctima. El intelectual debe estar siempre abierto a que otros cuestionen el resultado de sus trabajos. Para dicha de la humanidad, la infalibilidad ya ni siquiera es dominio de los papas, y menos de los que se autoerigen en oráculos.
k6. Cualquier historia puede variar significativamente si el que la narra enfatiza unos hechos y omite o devalúa otros. Esto ha ocurrido de manera flagrante con algunos libros sobre el 48. Unos autores, por ejemplo, le han dedicado solo unos pocos renglones al fatídico 1 de marzo de ese año. Ese día, pletórico de acontecimientos del mayor dramatismo y significado, con sus antecedentes y consecuencias, merece, por sí solo, extensos capítulos. Los acontecimientos del Codo del Diablo son absolutamente deleznables. Pero también hubo varios hechos igualmente deleznables durante el 48 (anteriores al Codo del Diablo) que algunos historiadores despachan, con obvias intenciones, de manera expedita . Eso es hacer historia “parcial, selectiva y sesgada”, y eso no se vale. Demerita al autor, demerita su profesión y demerita la verdad.