Antes se congelará el infierno. La evolución pasa por el cocodrilo en su ruta de la ameba al ser humano. Estos y peores lugares comunes se repiten a menudo, así que unos cuantos más no deberían molestar a nadie.
Un amigo que veces me ofrece comentarios gratis sobre la actualidad política internacional, me preguntó si encuentro correcto que una agrupación política actúe, en ocasiones, como si fuera una jauría. Ante mi silencio, volvió a la carga indagando si alguna vez me fijé en cuán paulatina es la transición que lleva, en el diccionario, de la manada a la piara, pasando por la horda, el hato, la recua, la jauría, la vacada, la bandada, el rebaño y... ¡el banco! Le respondí que, aun cuando la voz pecuniario viene del latín pecunia (pezuña), la idea de que la palabra banco es sinónimo de, por ejemplo, vacada, es cuando menos temeraria. Mi interlocutor respondió entonces que la culpa la tiene la lengua española, pues él mismo venía de comprobar –con la ayuda del DRAE y de un buen diccionario de sinónimos– que lo que se entiende como una piara en relación con cerdos, yeguas y mulas, cuando hablamos de peces se convierte es un banco.
Preocupado por su salud mental le recomendé que, cuando quiera referirse a un grupo peces gordos, mejor lo llame cardumen.
Mientras él desbarraba, mi cerebro ardía tratando de recordar quién fue el autor de El hombre, la nariz, un cuento que leí hace varios años y del que creía recordar un párrafo dedicado a una horda en la cual los individuos solo son identificables por sus olores perticulares. Cometí el error de mencionar mi lapsus, y mi amigo no tardó un segundo en afirmar: “Es lo que ocurre en los partidos políticos”.
Por suerte, el sobresalto que me provocó su exabrupto me desvió de golpe hacia al terreno menos peligroso de la literatura, y de inmediato recordé que el autor del casi olvidado cuento fue Italo Calvino, gigante de la narrativa italiana del siglo XX. Calvino murió en 1985 y El hombre, la nariz es parte de Bajo el sol jaguar, libro póstumo en el que –ahora recuerdo– figura Un rey escucha, notable relato que vale la pena leer antes de que el infierno se congele, y es, además de literariamente bueno, de un contenido político de extraordinaria actualidad.
Obsérvese que no es posible perder la tendencia a recomendar lecturas que probablemente a nadie le interesan, pero esta vez tengo la satisfacción de señalar que, por rarísima casualidad, el texto completo de Bajo el sol jaguar se puede “bajar” de la red utilizando el motor google, sin costo pecuniario alguno y libre de errores comparables a los de cierto mapa.