Hace 25 años, el 11 de mayo del 2000, se inauguró en Londres uno de los museos más esperados, un proyecto de renovación urbana y de exhibición artística que prometía cambiar las reglas del juego. Tate Modern no solo cumplió las expectativas, sino que un año después rompía récords con más de 5.25 millones de visitantes.
A un cuarto de siglo de su apertura, Tate Modern es el tercer museo más visitado del Reino Unido y el cuarto museo de arte más concurrido del mundo. En arte moderno y contemporáneo, solo el Musem of Modern Art (MoMA, en Nueva York) lo supera.
Pero más allá de la popularidad, ciertamente es una de las instituciones más influyentes en su campo. Quizás lo más llamativo ha sido su serie de exposiciones monumentales en el Turbine Hall, el gran galerón central que albergaba equipos de la estación eléctrica que alberga la galería.
Unoo de los ejemplos más célebres fue The Weather Project, del estudio Olafur Eliasson, con su gran sol mostrado en el centro.

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Con muestras así, y con nutridas exposiciones de artistas prominentes y polémicos como Yoko Ono o Tracey Emin, alcanzó 4.6 millones de visitantes en el 2024, tras el declive pandémico.
Por otra parte, el museo también ha servido como plataforma para artistas centroamericanos y costarricenses, como en la exhibición A Chronicle of Interventions (2014).
En conmemoración de sus primeros 25 años, recopilamos cinco obras de la colección de Tate Modern para destacar cómo marca la pauta del arte moderno y contemporáneo y lo que podrá conocer si visita la institución, ubicada en la orilla sur del río Támesis, en el centro de Londres.
Fountain, 1917, réplica de 1964 (Marcel Duchamp)
Una de las obras más controversiales de la historia del arte, que partió en dos el pensamiento sobre la creación artística y la filosofía de la imagen.
Mucho se ha hablado de Duchamp y su uso de los objetos encontrados y los ready-mades. Esta obra misma es sujeto de controversia: ¿fue realmente su autor Duchamp?
Pero sigue siendo fascinante, graciosa, nada y todo.

European Mask, 2009 (Pacita Abad)
Como todos los museos europeos, la Tate Modern ha hecho el esfuerzo de expandir su foco fuera de los centros clásicos del arte “occidental”. Y Pacita Abad es idónea, no solo por ser una gran artista, sino porque en obras como esta “máscara europea” cuestiona las convenciones de este tipo de arte.
Hecha con serigrafía, una técnica europea, y asumiendo el lenguaje museístico que designa los objetos como “africanos” o “asiáticos”, meramente, descontextualizados de su entorno, esta obra celebra una riqueza expresiva de múltiples culturas.

Babel, 2001 (Cildo Meireles)
Cuando se ingresa a la sala donde se exhibe esta torre, la sensación es extraña. El ruido de 800 radios de todas partes, señales dispersas que vienen de todo lugar. Pero conforme uno se acerca va distinguiendo distintos idiomas, palabras sueltas, la cacofonía de la vida contemporánea.

The Echo of an Ancient Form of Knowledge, 2021 (Edgar Calel)
La Tate Modern también ha exhibido obra de artistas de Centroamérica, como el guatemalteco Edgar Calel. Esta pieza incorpora un performance que invollucra frutas y vegetales, que el artista recogió en Covent Garden, el viejo mercado techado en el centro de Londres.
La Tate Modern afronta el desafío de cualquier museo de arte contemporáneo: preservar y exhibir las piezas de arte efímero, perecedero o que simplemente presenta desafíos enormes para conversarlas.

Lugenflügel, 2009 (Pipilotti Rist)
De la misma manera, Tate Modern ha estado a la vanguardia de la presentación de arte de video en general, o como se le conoce en inglés, moving image art (arte de la imagen en movimiento), que abarca la infinidad de piezas creadas en formatos audiovisuales.
Entre los artistas que han presentado se encuentra la austriaca Pipilotti Rist, una de las figuras más prominentes de este género artístico, con sus videos monumentales que exploran lo corporal, lo sensorial y lo erótico.

