
No guardo demasiados buenos recuerdos de The Newsroom , la serie producida por Aaron Sorkin que HBO emitió entre los años 2012 y 2014, y que mostraba una versión hiperbólica y sobredramatizada de la sala de redacción de un noticiero.
Solo vi la primera temporada, porque me agotó su insistencia en mostrar a los periodistas como superhéroes y antihéroes que constantemente se enfrascan tanto en discusiones de primer orden político como en dramas amorosos incandescentes.
Pese al poco amor que profesé por la serie durante los 10 episodios que logré ver, sí que tengo un recuerdo favorito. En un capítulo, no recuerdo cuál exactamente, Will McAvoy –el presentador del noticiero, eje dramático de la serie y encarnado por el actor Jeff Daniels– decide sincerarse con su público.
Viendo a la cámara durante una de las emisiones de su programa de noticias, McAvoy le promete al público que no intentará nunca más esconder sus propias opiniones, siempre y cuando eso venga acompañado de no limitar ni silenciar las que se oponen a la suya.
Algo así como una subjetividad honesta, una subjetividad equilibrada.
Will McAvoy no existe; tampoco su programa ni, hay que decirlo, su público. Si el periodista, el medio y la audiencia son falsas, no existe forma de saber si esa declaración tendría un efecto positivo en la vida real. O tal vez sí.
Durante las últimas semanas, varios medios de comunicación estadounidenses han declarado su apoyo a uno u otro candidato a la presidencia. El New York Times no fue el primero, pero todo lo que el Times hace conlleva eco: su apoyo a la candidatura de Hillary Clinton ha sido aceptado –de buena o mala gana– por sus lectores, incluso por aquellos que no apoyan a la candidata demócrata.
Otros medios de gran escala, como el Washington Post o USA Today han declarado su apoyo por algún candidato y han repudiado de manera sonora a otro (otro cuyo apellido comienza con T, de tarado).
También ha sido noticia que otros medios de menor escala, sobre todo algunos que se publican en estados que por lo general votan de forma conservadora, han apoyado al partido demócrata (lamentablemente para los intereses de dar equilibrio a este artículo, no son demasiados los medios que apoyan la candidatura republicana).
Tal vez me traiciona la memoria, pero no recuerdo que algo así haya sucedido en nuestro país. No, al menos, de forma abierta, sino sutil y solapada: el público siempre asocia ciertos medios con ciertos partidos o ideologías políticas, empezando por este mismo periódico.
Pero, ¿sería terrible que esos medios aceptaran su interés por un candidato, siempre que eso no signifique protegerlo de críticas o silenciando a quienes se le oponen? ¿Pueden convivir la honestidad subjetiva y el acercamiento a la objetividad?
Yo me inclino a pensar que sí. Me inclino a pensar que tal vez la propuesta de Will McAvoy tiene sentido y que un poco de honestidad y transparencia no tienen nada de malo.
