Lo que no se cobra, se apelota. A las empresas digitales les ha tocado aprender a palos que el espíritu comunitario del Internet necesita dinero para convertirse en una estrategia sostenible.
Hace 10 años, apenas era posible imaginar que el streaming de video corto iba a consolidarse como tendencia . Como contraste, en el 2015, nacen y mueren estrellas del video blogging . Los 15 minutos de fama de los que hablaba Andy Warhol ya no los controlan los medios tradicionales.
En plataformas de contracultura, ¿cómo cobrar algo un servicio que se sobreentiende como gratis? Así de sencilla es la paradoja a la que se enfrentan los servicios de alojamiento de video.
Vimeo y YouTube han competido por nichos de audiencia desde que fueron creados a finales del 2004 y el 2005 respectivamente.
YouTube se llevó la masa: el video corto y sencillo, de edición casera. La estética se quedó con su audiencia, pues hasta la más reciente creación de series web de alta inversión también la utiliza con libertad (recordemos el adagio de Marshall McLuhan: el medio es el mensaje).
Vimeo, por otro lado, se llevó el video de audiencia específica, el arte: los cortometrajes, las experimentaciones audiovisuales. Sus esfuerzos corporativos se enfocaron en la calidad óptima de reproducción y la potestad de ofrecer curadoría de lo más exquisito de sus videos. Aún así también tiene anuncios y, desde el 2013, deja a los creadores cobrar individualmente por sus contenidos.
Después de experimentar con distintas formas de anuncios (el pop up dentro del video; el video corto previo a la reproducción del contenido), a principios de año se rumoró que YouTube tenía interés en lanzar su propia plataforma de video bajo demanda, concepto que permite al usuario ver contenido de pago de forma legal y con reproducción en el tiempo que elija (Netflix y GBO Go, por ejemplo, que funcionan bajo sistemas propios de suscripción). Ya en el 2011, Google había añadido una sección de “alquiler” digital de películas para su marca (la mayoría clásicas).
A principios de junio, Vimeo anunció que ahora los creadores podrán ver sus contenidos no solo individualmente sino negociar sus propias suscripciones a canales. La empresa se dejará el 10% de sus ganancias por el alojamiento.
Inicialmente gratuitos, con limitada censura y dirigidos a la comunidad, tanto Vimeo como YouTube se han percatado de que para sobrevivir tienen que proteger a sus creadores, no a sus consumidores.
En este panorama, como consumidores, debemos dejar de preguntarnos tanto si tenemos que pagar; en su lugar, la mejor manera de enfrentar el cambio es preguntándonos: ¿por qué cosas queremos pagar?