Maldad e inocencia. En el universo onírico de Pennywise el miedo sacia su eterno apetito. Esa fuerza omnipotente se despereza cada 27 años, para darse un atracón de sangre con los humanos, en especial sus carnadas predilectas: los niños.
Esta criatura infernal –a falta de un nombre adecuado– la llaman It o Eso; para algunos es solo el producto de la calenturienta imaginación de Stephen King y, para otros, es una entidad que surgió antes del origen del universo mismo; es decir, hará poco más de 20.000 millones de años, si no son fantasía las cuentas de Stephen Hawking y su peculiar teoría del Big Bang.
Lo cierto es que Pennywise está inspirado en John Wayne Gacy, un asesino en serie –en los años 90 del siglo XX– que se disfrazaba de Payaso Pogo y secuestró, torturó, violó y descuartizó a 33 chiquitos y adolescentes, a los que amontonó en el sótano de su casa en Chicago, Estados Unidos.
El “It o Eso” de la novela y el cine es un híbrido entre Bozo y Ronald McDonald, que adoptó esa forma para aterrorizar –y engullirse– a una banda de rapaces denominada Los perdedores, pues cada uno sufría de persecución por sus defectos físicos, psicológicos o morales.
Los payasos asesinos son un lugar común en la literatura universal. Está el entrañable Hop-Frog, de Edgar Allan Poe; el de la Mujer de Tabarin, del francés Catulle Mendès; y el fatídico Canio de la ópera Il Pagliacci , que según algunos Rugeero Leoncavallo plagió de la obra de Mendès.
Como sea, solo alguien que no padezca coulrofobia –temor a los payasos– resistirá ver este monstruo primordial que a veces luce calvo, con la cara blanca, tirantes amarillos, botones naranjas y guantes blancos, en su primera versión fílmica; o bien la más reciente: con un traje mezcla de victoriano, renacentista e isabelino; con cuello alto, puños de encaje blancos, pompones y bordados de hilos rojos.
Detrás de esa apariencia chistosa, amigable y tierna late un ser de afilados colmillos amarillentos y un hambre eterna por la carne juvenil, aderezada por el miedo cerval que alborota los jugos gástricos de It .
Fuegos fatuos
En el macrocosmos, algo antes de la Nada, surgió Pennywise; ahí convivía con su némesis La Tortuga, cuyo vómito generó el universo y manchó su caparazón.
Este quelonio es un símbolo cosmogónico presente en todas las culturas y está asociado a la estabilidad, la eternidad y la protección del ser humano; por eso es la guardiana de Los perdedores, en su afán por destruir al fantoche maquillado.
It es una potencia maligna que se nutre del miedo y adopta las formas adecuadas al tipo de temor que cada persona siente. En su guarida subterránea del sistema de cloacas del pueblo de Derry –en Maine–, donde habita, aparece como una gigantesca araña.
En otras ocasiones puede ser un cadáver, una momia, una burbuja sanguinolenta, un leproso o un pájaro gigantesco.
Una organización mundial de payasos se quejó porque It asume ese aspecto, pero algunas investigaciones explican por qué las personas –y en especial los niños– sienten horror por estos descacharrantes personajes.
El psicólogo Carl Jung realizó un vasto estudio sobre la imagen del tonto, es decir, el bufón y el arlequín, dentro de la estructura arquetípica de los temores humanos; concluyó que la simbología del payaso está muy cerca de la idea del demonio presente en todas las culturas.
Sin saber cómo, Pennywise salió disparado de la dimensión en que vivía y cayó en un meteorito sobre la ciudad de Derry; ahí formó un cráter y comenzó una hibernación milenaria, sepultado en el subsuelo.
Tras muchos siglos de latencia se despertó en 1715; se merendó unos puritanos y, a partir de esa fecha, cada 27 años salía de su madriguera y se daba un festín humano. En 1740 despanzurró a 300 colonos, en otra ocasión devoró una familia completa y en 1904 explotó una fundición y mató a 200 niños.
Pasaron los años y en 1957 despertó con mucho apetito, solo que esta vez encontró la horma de su zapato. Una pandilla de atorrantes debiluchos lo combatió a puro coraje y a punta de patadas lo mandó a hibernar –con bastante hambre– por otro ciclo más.
Al otro mundo
Aunque cada persona debe destruir los monstruos que crea, la tarea es bastante difícil, más si se trata de uno que yace en lo profundo de la psique y usa –como arma letal– los propios miedos.
Y Pennywise enfrentó a siete mocosos plagados de traumas: William, tartamudo; Benjamín, obeso; Beverly, abusada sexualmente; Richard, un chistoso compulsivo; Edward, un hipocondríaco; Michael, un negro, y Stanley, un judío.
Aparte de luchar contra una criatura caníbal Los perdedores deben de lidiar con una tribu de bravucones que van desde homofóbicos, supremacistas blancos, adultos agresores, pervertidos y rufianes normales.
Por milenios It consideró que era indestructible y omnipotente; pero olvidó que forma y materia estaban unidas, de manera que al transformarse en un ser concreto, asumía sus debilidades.
Tremendo fallo. A garrotazos, sombrillazos, moquetes y empujones Los perdedores derrotaron a Eso; sin matarlo, porque años después descubrirían unos huevos que podrían ser la progenie del infernal payaso.
Será por eso que la risa de Pennywise reverbera por las alcantarillas de Derry, seguro de que volverá con más hambre, mucha sed y ganas de flotar, flotar y flotar.