
¡Cuídate de los hombres pequeños! Así como todos los franceses llevan un Napoleón en su bolsillo, muchos latinos esconden un Chespirito bajo la manga.
Enemigo a muerte de la élite intelectual, que consideraba su humor espernible y chabacano, cobró venganza con su óbito porque la letra que jubiló la Real Academia Española, seguirá viva gracias a él.
El Chavo, El Chapulín Colorado, El Chómpiras, Chaparrón Bonaparte, el Doctor Chapatín y Vicente Chambón; sin olvidar La Chilindrina y María Expropiación Petronila Lascuáin y Torquemada de Botija, conocida en autos como La Chimoltrufia, revelaron su fijación psicótica por la letra CH.
Los gringos, que todo lo investigan y miden, realizaron un “top ten” acerca del impacto de los personajes ficticios y ubicaron en primer lugar a Mickey Mouse y –en el segundo escalón– a Chespirito, empatado con El pato Donald.
Pero ya los exégetas de lo trivial se encargarán de dirimir si el martillo de Thor es más poderoso que el chipote chillón; o si existe una relación entre Diógenes de Sínope y El Chavo del Ocho, debido a que ambos vivían en un barril.
¡Qué diantres! Por casi medio siglo ese escritor –de multiforme ingenio– dominó la pequeña pantalla con una pandilla de antihéroes, a cual más torpe y enrevesado.
Dejó tirada la ingeniería civil porque reprobó el curso de topografía; en una fiesta estudiantil un profesor le dijo que él no servía para esa profesión y por eso buscó empleo en la agencia de publicidad D’Arcy.
Así entroncó con la vena artística heredada de su padre, que actuaba y se disfrazaba a escondidas de su madre porque los actores eran unos tunantes sin oficio ni beneficio.

Con los años llegó a ser actor, escritor, cómico, director, productor y dramaturgo, sin estudios formales en ninguna de esas actividades; tal vez por eso rechazó ser el comediante más importante de América Latina. “Aquí en México no lo podemos decir, ¡es una blasfemia terrible! Nadie es profeta en su tierra”.
El historiador Enrique Krauze, buque insignia de la intelectualidad azteca, “detestaba” su estilo y afirmó: “Hago esfuerzos desesperados para levantar a mi hijo de la lona mental donde Chespirito lo tiene de lunes a lunes”.
Los críticos le hundieron el puñal entre las costillas por banalizar la comedia y abusar de la “slapstick comedy”, un subgénero que consiste en golpes, porrazos y un humor crudo más allá del sentido común.
Si bien la humanidad lleva milenios autodestruyéndose, en los tiempos que corren son mala medicina las burlas contra los gordos, los viejos y los deformes, los golpes de don Ramón al Chavo, las cachetadas y golpizas de doña Florinda a don Ramón, los puñetazos del Chavo a Quico, los pellizcos a la Chilindrina y los golpes sin “querer queriendo’ al señor Barriga.
Aún así Roberto Gómez Bolaños bajó a la tumba –el lunes 1°. de diciembre del 2014– en olor de multitudes, como un nuevo Quetzalcoatl, alabado por sus detractores y elevado a la categoría de inmortal.
Pegando con tubo
Hasta los más enconados enemigos del difunto derramaron por él lagrimitas de aserrín. María Antonieta de las Nieves y Carlos Villagrán, la Chilindrina y Quico, acabaron agarrados de la greña con Gómez Bolaños por la propiedad de sus respectivos personajes.
Cuando este arrancó en los años 50 del siglo pasado como guionista en dos programas de la Televisión Independiente de México –que después compró Televisa– , ni siguiera se imaginó que llegaría a ser visto por más de 350 millones de teleaudientes y ganaría casi $1.500 millones.
Platón decía que los hombres, como los perros, son amigos hasta que se disputan un hueso. En este caso Villagrán afirmó, en una entrevista a un canal peruano, que al empezar con el Chavo del Ocho nadie sabía si este iba a tener éxito y él, como otros del elenco, caracterizaron a cada personaje. “Yo le puse la lloradera a Quico y lo maduré”.
De ahí que reclamara la paternidad del marinerito llorón, mimado, envidioso, grosero con los demás y sobreprotegido por su madre, doña Florinda.
Villagrán enrolló su petate y se fue a otras tierras; antes se cambió el apelativo a Kiko para evitar las demandas de su amigo de quien dijo: “Dios lo está castigando”.
Aún tuvo tiempo de ensartar más banderillas con declaraciones a la prensa, que dejaban la Vecindad del Chavo al nivel de las intrigas de Dinastía , Dallas o Esposas Desesperadas .

Resulta que tras las bambalinas del programa –no adentro el barril por supuesto– Villagrán y Florinda Meza sostuvieron un romance y Roberto le pidió que terminará la relación debido a restricciones laborales. “No lo voy a negar, fue hace muchísimo tiempo” y “todo sucedió durante el rodaje del programa” explicó el comediante.
Al cabo de los años se enteró que doña Florinda halló consuelo en los bracitos de Roberto; este todavía estaba casado con Graciela Fernández Pierre, la madre de sus seis hijos.
En una oportunidad ella manifestó: “Yo fui feliz los 23 años que estuve con él, hasta que Florinda se lo llevó”. Los rumores, sin prueba alguna, vincularon a Meza con Enrique Segoviano, un productor televisivo.
“Fuimos realmente agredidos. Víctimas de los medios. Yo era una malvada robamaridos, y él era un desgraciado que dejaba a sus hijos… y no dejaba a sus hijos, realmente ha sido un padre extraordinario”, declaró Florinda al Canal Bio.
Si ella lo embrujó, si le dio brebajes para embrutecerlo y si fue como Yoko Ono, la verdad de la milanesa nunca se sabrá y al rato tampoco importa, pues fue sin querer queriendo.
Durante 27 años los dos llevaron vidas paralelas; evitaban las muestras de cariño en público y el 19 de noviembre del 2004 –cuando la sociedad aceptó la relación– decidieron casarse. Se involucraron cuando él tenía 48 años y ella 29.
Y es que Quico-Villagrán se afeitaba la lengua con un machete oxidado; en otra consulta periodística denunció que la troupé actuó en la fiesta de la hija de Gilberto Rodríguez Orejuela, amo del cartel de Cali.
Además, se refirió a Gómez Bolaños como “un tramposo que no paga impuestos, pues todo lo registra como escritor. El personaje que más le genera dinero es el de Quico y no recibo ni cinco centavos. Todo se lo lleva Roberto, que es multimillonario”.
¡¡¡Recontrachanfle!!!
El pequeño Roberto casi no nace. Un pariente le dio a su madre, Elsa Bolaños Cacho, un potingue que a punto estuvo de hacerla abortar. El padre, Francisco Gómez Linares, murió cuando el futuro actor cumplió seis años y los dejó en el desamparo a él y a sus otros dos hermanos: Francisco y Horacio.
Alguien le vendió al niño la idea de que el papá se había ido al cielo; durante muchos meses esperó y esperó y esperó, junto a una ventana, su regreso.
La joven viuda se arrolló el delantal para sacar adelante a la familia. Elsa vivió muchos años en Nueva York y hablaba inglés a la perfección; así consiguió un puesto de secretaria bilingüe en Petróleos Mexicanos y pudo construir unos apartamentos para vivir de las rentas y del salario.
El negocio salió mal y el banco los dejó en la calle. Se fueron a vivir a un cuartito y –contó Gómez en su autobiografía Sin querer queriendo– “nos bañábamos con agua fría. Era horrible. Ya luego se consiguió un calentador. Primero la luz nos la volábamos con un diablito… así vivíamos. Pero mi mamá era tan sensacional que nunca me di cuenta de que andábamos pobres. Nunca me compró una bicicleta, un tren eléctrico, pero nunca me faltó una pelota. Fui súper feliz. Ella se mataba trabajando, de eso me di cuenta después”.

Como era tan chiquitillo, medía 1.60 cm; para peores enclenque y con cara de hijo de madre soltera, camino de la escuela debía darse de coscorrones con los más grandes. Ese complejo de enano lo llevó a practicar boxeo; en vano, porque el cuerpo no le ayudaba.
Tras fracasar en la universidad decidió seguir su instinto de artista y se metió en el negocio de la publicidad, la radio y la televisión. En 1968 inició con Los súper genios de la mesa cuadrada , siguió con El Ciudadano Gómez ; pasó a Sábado de la Fortuna y en 1970 le dieron oportunidad con Chespirito y de ahí saltó al Chavo del Ocho .
No siempre llueve parejo para todos. El programa y sus personajes impactaron entre la chiquillada, pero la gente inteligente –como Carlos Monsiváis– lo denostó en la Revista Proceso : “la serie se sostendrá finalmente sobre un solo gag: el adulto que viste y habla como niño…O te ríes de lo que te propongo como graciosísimo o no te ríes de nada.”
El director de Etcétera , Raúl Trejo Delarbre, argumentó: “Chespirito contribuyó al empobrecimiento de las opciones culturales, y la vulgarización del lenguaje”.
Roberto Gómez Bolaños sabía –a los 85 años– que a las personas se les perdona el fracaso, pero nunca el éxito.