La vida no es un teatro…y menos un circo. Eugenia Fuscaldo no ha visto nada sino el mundo, no le ha ocurrido nada sino la vida. En la madurez de su existencia tiene claro el camino y solo quiere ser, como el poeta Antonio Machado, una mujer buena.
Pasa todo el día como un cachiflín y su madre, doña Cora Peralta, seguro sufrió las de Cristo para tenerla quieta de carajilla y que no se le escapara con su hermanito Marcelo a jugar bola en la calle, escondido, quedó congelado, tarro bandolero, carrerear perros callejeros y ver llover…
Ahora, “cuando el día ya no es día y la noche aún no llega”, Eugenia repasa el guion de su vida como actriz, recuerda sus estudios inconclusos de teatro en la UCR, los de drama en Londres y a los amigos que la motivaron a seguir una carrera que combina la psicología, la sociología, las bellas artes y la comunicación.
Acaba de cumplir 60 años; una “edad hermosa”. Cuarenta de ellos sobre las tablas, desde aquel día en que salió a escena en El gorro de cascabeles , de Luigi Pirandello. Cuando la vio, Rocco, su padre de ascendencia italiana, lloró; “aunque mi papá no sabía para que servía eso del teatro”.
En los 70 descolló en los escenarios nacionales y así, en 1978, protagonizó Hay que casar a Marcela, la primera telenovela tica; que durante 40 capítulos fue una locura en Canal 7.
Saltó de camarera semanal en el bar La Vie Parisienne a encarnar a Auristela y a doña Cata en la televisión; que junto con doña Alicia –en su actual obra Nadie me quita lo bailao – serían algo así como la santísima trinidad teatral del humor tico. Vivió los años dorados del teatro nacional y desde hace 15 es doña Tere en La Pensión , de Canal 7.
Es una especialista en reciclarse y volvió del hielo, tras diez años de ausencia entre 1986 y 1996, por razones de salud, las mismas que la mandaron hace poco al hospital para dos operaciones de cadera.
Fácil de querer, Eugenia es amiga de tertuliar, cafetear con las amistades, sacar el rato para chinearlos y brincarse las barreras negativas de la vida porque nadie le quita lo comido, ni lo vivido.
¿Quién es usted: doña Tere o Eugenia?
Diay, las dos; hay coincidencias. El personaje tiene mi edad, es jefa de hogar como yo; hace las mismas tareas cotidianas. A veces, se me salen expresiones de doña Tere: “¡Ay! A mí me va a dar algo”, o, “Ya me dio”. Lo lindo de la actuación es cambiar de personaje como de vestuario; entrar en uno y salir de otro.
¿Con quién se lleva mejor en La Pensión?
Todos son muy bellos; los técnicos tienen una chispa y un sentido del humor que los hace maravillosos. Con Camacho (Carlos Alvarado) tengo una amistad de 30 años; Ana Poltronieri, ni qué decir; la vestuarista, la señora de la limpieza…en fin…todos somos una pelota.
¿Tanto anuncio dificulta los diálogos en La Pensión?
Hay que ablandarlos para que salgan lo más natural posible. Ya tenemos cancha y el público entró en esa dinámica y en algún momento hubo críticas sobre ese tema, pero es la única manera de financiar un programa con más de 15 años. Cuando hice Hay que casar a Marcela , en 1978, la novela se acabó porque no había suficientes patrocinadores.
¿Por qué siempre anda a las carreras?
Es que tengo mucho trabajo, estoy enamorada de lo que hago. Si no me llaman para una obra, invento algo. Eso me pasó con Nadie me quita lo bailao , con mi amigo Eloy Mora la masticamos hasta que le dimos en el clavo y nos pusimos de acuerdo para el montaje. Nos contactamos con Eduardo Zúñiga, el escritor, y Melvin Méndez me dio palo con la dirección.
¿Y de qué trata?
De doña Alicia, una vieja simpatiquísima de 80 años a la que le ha pasado de todo. Tiene una manera extraordinaria de ver la vida y enfrentar las situaciones dolorosas; evocando muchas cosas del San José de antes, con una riqueza enorme en el lenguaje. Dura hora y quince minutos y la hago de un solo tiro.
¿Ha hecho su platilla con el teatro?
En esta profesión se vive en pata’renca. No somos famosos ni reconocidos por la buchaca de plata, para nada. Que yo sepa nadie es millonario.
¿Realizó estudios formales en teatro?
Estudié artes dramáticas en la Universidad de Costa Rica, pero me faltaron dos materias teóricas para graduarme. Hice estudios de drama en Inglaterra.
¿A usted le pasó como a Marcela?
Yo era muy noviera. Intenté casarme con uno pero no se pudo; es que todo era muy dramático, apasionado…sabe… es una cosa que le pasa a muchos. Esta profesión no es muy gustada y aunque no era un colega ¡diay! se hizo la fuercita pero…en aquellos años una hacía teatro de martes a domingo y solo tenía libre el lunes…como los zapateros.
¿Pero se casó o no?
Una vez nada más y duré dos años. Es que no soy pa’l matrimonio. A mí me gusta una relación de absoluto compromiso emocional, sexual, pero como que alguien viva en mi casa, noooo; no hay nada más lindo que ser novios.
¿Cuál es su prioridad en la vida?
Sofía, mi hija de 26 años y que estudia filosofía en la UCR. Pero el matrimonio no fue importante para mí; casarse es una suerte. La única prioridad en mi vida es ser buena persona, buena madre, buena amiga, buena patrona. He tratado, de corazón, ser todo eso.
¿Cómo nació Auristela?
Échele pluma. Trabajaba en el bar La Vie Parisienne; entre semana era camarera; sábados y domingos era actriz. Monté un show y ahí nació Auristela; una mujer viva, ocurrente, chispeante, consciente de su realidad y siempre dejaba un pellizquito de enseñanza sin sermonear.
¿Quién le inspiró el personaje?
Viene de mi infancia en el Rosario de Naranjo. Conocí a una mujer muy adelantada para su época; tenía mucho sentido común y era encantadora. De chiquilla iba donde mi abuela y conocí a peones y cogedores de café que me enseñaron otro estilo de vida.
¿Y doña Cata?
En Canal 2 me contrataron de planta porque me querían de animadora, pero eso no me gustaba porque a mí me encantaba esconderme detrás de los personajes. Con la ayuda de Milo Junco hicimos a doña Cata; el me colocó una peluca blanca y me maquilló. Doña Cata es una parodia de la clase alta, inspirada en una amiga de Milo. La gente se reía mucho y los de a pie llamaban al canal para decir que esa vieja era una bombeta y que se fuera.
¿Cuándo se vinculó a la televisión?
Con Auristela en Canal 7 en un programa de concursos los sábados en la tarde, allá por 1983. Ahí trabajaron todos los animadores de esos tiempos. Aprendí a improvisar para resolver situaciones en el momento. Después Auristela pasó por otros canales. No existía una farándula con el glamour que ahora le quieren dar. Éramos más piso’e tierra.
¿La criticaban sus colegas por salir en la tele?
Me comían viva porque muy pocos trabajaban en la televisión; unos consideraban que era algo despreciable. Fui de las primeras actrices en salir en tele y en comerciales. Es que los salarios de actor no dan para tanto.
¿Estuvo fregada de salud?
Me hicieron dos operaciones de reemplazo de cadera; por herencia tendemos a desgastar la articulación y en casa todos estamos operados de algo parecido, pero ya estoy bien.
¿Está para el tigre?
Lo que estoy es jodida del corazón por querer tanto; uno adora a la familia, a los amigos; he pasado situaciones difíciles en la vida y si uno no tuviera amigos… qué sería.
¿De dónde vienen los Fuscaldo?
Mi papá, Rocco Fuscaldo, emigró de Calabria a principios del siglo pasado. Era comerciante y conoció a Corita, mi mamá, hija de unos cartagos de apellido Peralta. Se enamoraron y tuvieron seis hijos; solo quedamos cuatro y soy de las menores. Papá tenía el Balcón de Europa y ahí vendía licores finos, frutas, quesos, aceites de oliva y lo que se conocía como ultramarinos. Más tarde instaló el Almacén Fuscaldo, detrás de la Librería Universal en San José.
¿A quien recuerda … en especial?
A Marcelo, mi hermano. Tenía Síndrome de Down y nos dio tanta alegría; era un comediante nato, le encantaba el teatro, la danza, la música. Con él jugué bola, quedó, escondido, cuartel inglés, anduvimos en bici, veíamos llover. Murió a los 25 años.