Un médico escocés, joven, llamado Nicholas Garrigan, sufre una desastrosa burla del destino. Un día él decide partir de su país hacia un sitio que le es desconocido: Uganda. Por una voltereta de los hechos, Nicholas llega a conocer al nuevo gobernante de ese país: Idi Amin, quien llega al poder gracias a un golpe de estado contra el presidente Obote. El golpe lo propicia el gobierno inglés.
¿De qué hablamos? Como se habrán percatado, estamos hablando del mejor estreno de esta semana en los cines. Se trata de la película El último rey de Escocia (2006), filme dirigido por el realizador Kevin Macdonald.
Sigue la trama. Continuamos con la sinopsis del argumento: cuando el doctor Nicholas Garrigan traba amistad con Idi Amin, no solo se convierte en su médico personal, sino también en su confidente y en su asesor político. Solo que todo sucede de manera ingenua para Garrigan, quien descubre muy tarde el régimen genocida que Amin ha instaurado en Uganda.
El título. El último rey de Escocia tiene este título a partir de que Idi Amin admiraba a los escoceses por sus rebeliones frente a los ingleses. Amin hace un parentesco político entre Uganda y Escocia; así, se convierte en enemigo de quienes lo llevaron al poder, los ingleses, paradoja que se repite bastante en la historia de las conveniencias políticas.
La película muestra el proceso mediante el cual Garrigan pasa de ser un médico fascinado por la retórica de Idi Amin a un hombre víctima de lo que admiraba: cuando se le abren los ojos ante el salvajismo del régimen aminiano; no solo eso, también se da cuenta de que ha sido cómplice con esa tiranía basada en el terror y en el genocidio. Se dice que murieron asesinadas y torturadas unas 300.000 personas, pero esa cifra parece haberse aumentado con investigaciones humanitarias posteriores.
Enmendarse. Cuando Nicholas Garrigan intenta enmendar sus errores, la pregunta que surge es si será o no muy tarde para él. ¿Podrá huir con vida de Uganda?
Como ustedes saben, El último rey de Escocia le dio el Oscar a Forest Whitaker por su actuación como Idi Amin. De verdad, es una actuación extraordinaria; aún así, no podemos pasar por alto la del actor James McAvoy como el médico Garrigan, sería injusto, porque es también una actuación excelente.
Como la película es una obra de personajes, casi con precisión teatral, las buenas actuaciones son fundamentales para el éxito total y artístico de este largometraje.
Monstruo humano. La crítica coincide en esa valoración de las actuaciones. Por ejemplo, Miguel Delgado, en La Butaca , escribe: “Lejos de tentaciones simplistas o maniqueas, perfectamente dirigido, Fores Whitaker construye un monstruo verdaderamente humano, lo que le hace aún más temible”.
El director es también escocés, y cuenta esta historia mientras mezcla la realidad documentada con ficción, como el libro de Giles Foden en que se basa esta película, con fuerza dramática (muy eficiente), para un resultado que los amantes del cine, de la historia y de la verdad elogiarán. Es cine cuestionador sobre la condición humana, algo muy válido para los tiempos que corren. wvenegas@nacion.com