Escuchar
Los promos de Pretty Wicked Moms (algunos la traducen como Mamás traviesas o Mamás malvadas ) no dejan ninguna duda: esta serie sacará tanta roncha como antes lo hicieron Teen Mom, The Kardashian o la mismísima Dance Moms...
Sin embargo, al igual que estas últimas, es probable que estas madres tan particulares conquisten a la audiencia en Latinoamérica, como lo han hecho en Estados Unidos a partir de su estreno, en junio pasado.
Se trata de una especie de reality que sigue las vidas de seis madres de Georgia, Atlanta, quienes intentan conciliar su frivolidad y hedonismo con un rol que no les va mucho que digamos: el de mamás.
Es así cómo vemos, no sin estupor, la forma en que gastan dinerales y horas de horas en compras, estéticas, tratamientos de belleza y asesores de moda, tanto para ellas como para sus pequeños e, incluso, para sus perritos.
Lo que importa en sus mundos no es lo que es, si no lo que se ve, y parecen orgullosas de mostrárselo a todos.
En los promocionales aparece una de ellas jactándose, por ejemplo, de que solo permite que su hijo juegue con otros niños cuando lo invitan a una fiesta en la que hay muchos tragos gratis para los adultos.
Y es que el menú es variopinto, pues en el grupo hay madres de madres.
Tenemos a Emily Dees Boulden, “La abeja reina”, quien está casada con Pete y tienen una hija, Amzie.
Ella es la dueña de una glamurosa boutique llamada Swank.
Por cierto, Pete es el mejor amigo de Chris, el esposo de Miranda, desde que ambos estaban en el kínder.
Por eso, es frecuente escuchar cómo estos dos hombres a menudo se consuelan mutuamente tras tener que soportar a diario los caprichitos y excentricidades de sus –eso sí– hermosas esposas.
Casualmente Miranda, quien es la madre del pequeño Ledger, mantiene una gran rivalidad con Emily: nunca parece ser suficiente cuánto tengan y cuánto exhiban, siempre están en una pugna permanente por demostrar cuál de sus retoños es más hermoso y talentoso, y por supuesto, cuál de las dos es la más “sofis”.
En excentricidades no se queda atrás Nicole Clemons, a quien llaman “la mamá perrito” porque su retoño no es otro que un Shih-Tzu, al que consiente más que si fuera un bebé real.
Un poco más equilibrada es Nicole Bennett, quien está casada con Craig y tiene una hija, McKingley. Sin embargo, a pesar de no estar obsesionada con los excesos en que incurren las demás, sí lo está con el asunto del peso y por eso vive esclavizada en su afán de practicar un estilo de vida saludable, que retrase hasta lo imposible su envejecimiento.
En el proceso, convierte en esclavos de su obsesión a su esposo e hija.
Él no tiene mucha paciencia. De hecho, Craig es un exconvicto quien purgó un tiempo de cárcel condenado por fraude cibernético (¿por qué alguien con semejante pasado quisiera exponer su vida, milagros y turbio pasado en un programa de televisión? Incomprensible, pero así es).
La cuarta del grupo es Meredith (“La novata”), quien está casada con Brad y es madre de Addison (bautizada así en honor a un personaje de Grey’s Anatomy ).
Meredith se jacta de ser la mejor ama de casa y esposa, pero sucumbe ante la seducción de la frivolidad en la que viven inmersas las demás.
Tampoco teme reconocer su ignorancia, o al menos no parece avergonzarse cuando confiesa, a toda voz, en una reunión de “amis” que no sabía que El Papa es... católico.
Marci, por último, a menudo es la más envidiada por las demás, a pesar de que tiene una prole de tres hijos. Sin embargo, su condición de divorciada le confiere libertades que las demás no pueden darse, y vaya que les restriega en la cara, cada vez que puede, todos los beneficios de la soltería. Suena tremebundo, sí. Lo más curioso es que posiblemente muchos se enganchen de estas mamás malvadas y traviesas, pero irresistibles.
