Empecé a ver Orange is the New Black porque, aunque dicen que es una serie muy femenina (y verdaderamente lo es), curiosamente a mi papá le encanta. Así que los primeros episodios los vi para acompañarlo a él y, de repente, ya no podía parar.
La serie está inspirada en la vida real, es una adaptación de un libro escrito por Piper Kerman sobre su año en una prisión de mujeres. La serie empieza siguiendo al personaje protagónico, Piper Chapman, de una clase media alta, con estudios universitarios pero que termina enredada en tráfico de drogas cuando se involucra sexualmente con otro de los personajes principales, Alex Vause. Esto lleva a Piper a entregarse a la policía y termina en la prisión de Litchfield, en Nueva York.
Justamente de las cosas que más he disfrutado de esta serie es que, aunque en sus primeros episodios pareciera muy claro quién es el personaje principal, una vez que Piper entra a la cárcel, encontrás una paleta de personajes, tan encantadores y llenos de matices que te atrapan. En ese momento, te das cuenta que Piper no va a ser la única protagonista de esta serie.
Uno de mis personajes favoritos es Crazy Eyes, la construcción que hace Uso Aduba (la actriz que lo interpreta) con este personaje es de una sensibilidad que le mueve a uno todo por dentro. Además, es una serie que así como te hace reír, te hace llorar y profundizar en las injusticias que suceden al trato de otros seres humanos.
Una de las cosas que más me gustan es su edición con flashbacks como herramienta para mostrarnos las historias personales de cada una de estas mujeres y, así, enamorarnos más. Estos elementos fílmicos logran que te identifiqués con ellas y que sintás compasión por lo que están viviendo ahora que están encerradas.

Aunque dentro de la cárcel estas mujeres están divididas entre ellas por grupos raciales, o por diferencias que tienen unas con otras, uno de mis episodios favoritos es el último de la tercera temporada –No confíes en ninguna perra–. En este capítulo la división se rompe por unos instantes y queda en evidencia que, al final, todas quieren lo mismo para su vida. Verlas disfrutando de la libertad –aunque sea por unos minutos–, hace que todo lo que les sucede tenga sentido.
Actualmente la serie tiene cinco temporadas y hay aseguradas dos más. Conforme avanza la trama te vas dando cuenta de cómo este grupo de mujeres se va uniendo más y empoderando a exigir respeto y dignidad.
Y agrego un secreto, fantaseo con algún día poder ser parte del elenco y vivir en Litchfield.