
Cuenta Soledad Barrio que se enamoró del flamenco cuando vio a Antonio Gades en la película
Los pasos de esta artista se acompañan de halagadoras críticas de
Sobre su trabajo y su manera de vivir el flamenco,
Siempre es difícil presentarse en cualquier escenario. No importa si ya hayamos bailado mil veces en el mismo sitio: siempre se sienten los mismos nervios.
Lo sabía desde pequeña; todos lo sabían. Lo que pasó fue que todo se quedó aparcado por allí, y esa idea de que es mejor estudiar otras cosas para triunfar, a veces nos hace olvidar realmente para lo que hemos venido. Entonces, tomé la decisión de seguir mis estudios universitarios, pero luego me di cuenta de que no era lo mío. Supe que el flamenco era a lo que me quería dedicar cuando vi en la televisión la película
“Hoy, no hay que ser médico o abogado para ganarse la vida: uno puede hacerlo siendo músico y otras cosas que muchas veces pensamos que son menos importantes y a las que no les dedicamos tiempo”.
No. Si es la vocación y se ha nacido para eso, no hay un motivo por el que uno no deba comenzar a cualquier edad.
“El problema hoy en día es que la gente trabaja para lo que no sirve porque no hemos sabido descubrir a tiempo nuestros talentos. Aunque sea tarde, debemos comenzar a hacer lo que nos guste”.
Para mí no. Todo sucedió muy rápidamente. Cuando comencé a estudiar, en seguida, al año comencé a trabajar. Mi caso es muy extraño: lo normal es tener en la familia un guitarrista, un bailaor, o haber comenzado desde pequeñito.
“Uno nace con la pasión por el flamenco, pero luego debe cultivarla. No hace falta ‘nacer’ bailaor, sino también trabajar por ello”.
No sé dónde me comenzaron a llamar así; supongo que en Nueva York, donde tengo un público muy querido. Ese título es un tremendo halago.
El escenario es un encuentro conmigo misma. Es curioso porque el flamenco es como el
Es curioso, para mí, bailar fue como volver a nacer, antes de comenzar a hacerlo me aburría bastante.
Es difícil hablar de uno mismo...
Por una parte, confío mucho en mí y, por otra, soy una persona muy negativa, incluso, un poco destructiva conmigo misma; siempre tiro más abajo que hacia arriba de cómo me veo. Para mí, el secreto está en trabajar, luchar, en meterse muchas horas al estudio y, nuevamente, seguir trabajando.
El bailaor tiene que ser muy honesto, tiene que tener mucho amor a la vida, a las personas; no pensar en sí mismo ni en todo lo que podría hacer, sino en todo aquello que comunica algo a la gente: un trabajo honesto, que no sea comercial.
Cuando me siento en un teatro y lo que veo me parece creíble y que tiene consistencia, a mí me gustan las fusiones. Si son necesarias para comunicar algo, me parecen bien; no soy cerrada.
Como no soy tan joven, tengo la mentalidad de los adultos que añoran lo que dejamos atrás. Al flamenco le auguro un buen futuro; siento que el exceso de información podría hacer que se pierda la esencia, pero también tiene una parte buena porque hace que la gente que no tiene raíces flamencas pueda aprender de él.