Concierto de la banda Judas Priest el 27 de setiembre del 2011 en el Estadio Nacional. En la foto, Rob Halford (izquierda) y Glenn Tipton. Fotos: Mayela Lpez (Mayela Lpez)
Leyenda. Aunque de pocas letras, esa palabra pesa más que un diccionario. Cuando leyenda es la etiqueta que se lleva pegada en la espalda, la barda siempre es alta al saltar y Judas Priest lo sabe, pero también demuestra en el escenario que si en algo está, es en forma.
¿Alguna duda al respecto? Si la había, quedó despejada, aclarada y contrarrestada el martes pasado en el Estadio Nacional, que en La Sabana logró convocar a unas 17.200 personas, según el dato oficial de la productora RMP TV.
La gente fue a ver entonces a Judas Priest y a Whitesnake, que tocó cerca de 80 minutos, y hasta ayer recogía buenos comentarios, entre quienes asistieron al concierto.
Cuando el viernes de la semana anterior, la productora anunció que iba a cambiar la posición de la tarima a la mitad del estadio –lo que hacía deducir que la venta de entradas no había sido la esperada para la totalidad del lugar– se armó un poco la gorda en las redes sociales.
Saltaron los que dijeron que era obvia la baja venta porque Judas Priest ya no era la banda de hace 20 o 30 años atrás; que a Rob Halford la voz lo traicionaba al llegar a sus 60 años de edad, o bien que, al no estar ya en la alineación la brillante figura de K.K. Downing, la formación no era la misma. Respondieron los
Y aquel martes, de 9:30 p. m. a casi la medianoche, Judas Priest demostró que toca cuanto puede, siempre arriba y si las reglas del juego lo permiten, da aún más.
Muy diferente a artistas de pop u otros géneros que con 30 años menos que Rob Halford o que el guitarrista Glenn Tipton –pronto a cumplir 64 años en octubre–, solo tocan la mitad de tiempo que los Judas Priest. Y algunos salen agitados del escenario.
Si algo traía Judas Priest con el
La cita resultó obligatoria para los músicos nacionales. En el recinto era fácil ver a miembros de bandas locales como Mantra, Insano, Sight of Emptiness, Adrenal, Akasha, ex-Colémesis y ex-Draconian Incubus. Aquello iba a ser una lección de ejecución, desempeño y estar vivos a pesar de los ires y venires, y de la edad.
“Para mí no solo es revivir recuerdos. Era un niño cuando oí por primera vez a Judas (Priest); para mí es una clase maestra. Son grandes músicos y están ahí (señalaba al escenario) tocando como si nada. Es increíble”, dijo a
Obligatoria fue la cita también para
Alexander Iglesias, de 22 años, viajó desde Granada (Nicaragua), y mientras la banda tocaba
Lo mismo sintió Óscar Alvarado que se dejó venir desde Honduras, y en la gramilla se envolvía la espalda con la bandera de su país.
Niños, adolescentes, veinteañeros, gente de más 50 años también estaban en el sitio. Unos saltaban y otros veían con actitud contemplativa, casi analítica, a Judas Priest, y luego aplaudían con euforia o se miraban entre amigos haciendo un movimiento de “sí” con la cabeza, en señal de clara aprobación al tema recién interpretado.
La defensa de aquella tesis empezó desde la
Pasaron pocos segundos entre los primeros acordes de
El Estadio reventó en un grito y se convirtió en un mar de manos alzadas en puño. Era la bienvenida a una banda esperada por décadas.
De
Luego vino un tema que tampoco podría faltar en un encuentro con Judas Priest:
Judas Priest iba exponiendo, con un Rob Halford de potente voz, otros álbumes claves de su historia, como el
Al disco
Desde el primer bloque de canciones, se veía el diseño estricto y preciso del
Apoyándose en imágenes de video pensadas para cada tema –desde las portadas de sus discos hasta visuales conceptuales–, efectos especiales –fuego que salía a la altura de la tarima de la batería– o bien atrevidos juegos de luces y láser en multiplicidad de colores, Judas Priest estableció momentos de mucha euforia o bien pasajes muy emotivos, memorables.
Eso sucedió cuando en un formato acústico llegó
Con la cortesía del caso, Halford iba presentando algunos temas. Bastó que de su boca saliera:
Un cambio de energía se dio en
Después de aquel regalo, vino el momento de entrar al álbum
Tras 15 canciones, ya al filo de las 11 p. m., no podía irse Judas Priest sin tocar algo obligatorio entre lo obligatorio:
Y con
El protocolo dictaría en ese punto que: esto que se acabó, pero no fue así. Y tras la petición del baterista Scott Travis de, si piden otra hacemos otra, regresaron para sorpresa de los que iban dejando el estadio con
La entrega de la banda no quedó en solo eso, en dar 21 temas de forma intensa. Ante la euforia masiva del Estadio Nacional, el grupo en pleno salió al escenario para ser entonces ellos, los que aplaudieron a los