Hay que admitirlo: más personas verán este domingo la final del campeonato de la NFL –el Super Bowl 50– por la presentación de Coldplay y Beyoncé durante el medio tiempo, que por el juego entre los Panthers, de Carolina y los Broncos, de Denver. Y eso no demerita ni el campeonato ni el espectáculo.
El show del intermedio –que en el 2015 rompió el record a la franja más vista, con 114 millones de pantallas sintonizándolo– se volvió una tradición y uno de las referencias de la cultura pop.
Para este año se esperan 117 millones de espectadores en Estados Unidos, más del doble de la audiencia de los premios MTV, los Grammys, BET y American Music Awards combinados.
El Super Bowl nació para atraer televidentes al deporte. Por ello, los ratings y el miedo a que el partido no cumpliera las expectativas fueron las razones para incluir este tipo de presentaciones.
Claro que el espectáculo no siempre tuvo artistas de alto perfil, ni luces, ni pantallas LED ni efectos visuales. Pocas empresas estadounidenses podían costear una producción tan grande en los 60 y 70.
Desde el primer Super Bowl, en 1967, y hasta la década de los 90, las presentaciones eran modestas y sucedían a plena luz del día.
Eran sencillas: hubo bandas marchantes, tributos al blues o a las big bands y en los siete Super Bowl que se realizaron en Nueva Orleans, hubo carnavales como los del Mardi Gras.
En un capítulo oscuro, el show de 1989, fue protagonizado por un imitador de Elvis Presley.
Crecimiento. Hasta los años 90 aparecieron los espectáculos grandes. En 1993, Michael Jackson dio uno de sus conciertos más famosos, transmitido desde California a 125 países.
Tras una salida sorpresiva, Jackson se mantuvo inmóvil en el escenario mientras el público lo aclamaba. Allí, fue evidente que la audiencia quería más estrellas.
Dicho espectáculo fue producido por el espacio de conciertos de Nueva York, Radio City Music Hall, que en 1996 produjo un show con la diva Diana Ross.
Luego, en 1998, Radio City organizó un homenaje a Motown, con Boys II Men y Smokey Robinson, y en 1999, un homenaje a la salsa y al swing, con Gloria Estefan y Stevie Wonder.
En el nuevo milenio, No Doubt, Britney Spears, The Rolling Stones, Beyoncé y Katy Perry protagonizaron los espectáculos y rompieron récords de transmisión.
La polémica presentación del 2004 –en la que un pezón de Janet Jackson quedó al descubierto–, causó que se bajara el tono de los espectáculos y se volcaran a actos de rock (Tom Petty en el 2008, The Who en el 2010).
Sin embargo, a partir del 2012, con Madonna, y luego los shows patrocinados por Pepsi (Beyoncé, Bruno Mars y Katy Perry), regresaron los conciertos para los que el espacio nació: shows únicos en su especie, elaborados para emocionar a millones alrededor del mundo.
Un recuento de los mejores espectáculos del Super Bowl, según las listas de Rolling Stone, Billboard, Vogue y Yahoo.
1. Beyoncé
Incomparable. Con un magno espectáculo, un repertorio que exhibió todas las etapas de su carrerra y la visita de sus excompañeras en Destiny’s Child, en el 2013, Beyoncé confirmó que es una fuerza de talla mundial.
2. U2
Emotivo. Tras los atentados el 11 de setriembre del 2001, en el 2002, U2 le cantó al amor y a la búsuqeda de la paz. Sus canciones llegaron acompañadas de los nombres de las víctimas.
3. Katy Perry
Pop multicolor. El Super Bowl nunca había visto tantos colores juntos. En el 2015, Katy Perry le mostró a la generación de los virales la magnitud que podía tener un espectáculo de medio tiempo.
4. Prince
Aun cuando se cuestionó su participación en el 2007, Prince juntó sus éxitos con los de Bob Dylan, Creedence Clearwater y Foo Fighters y dejó el estadio como vencedor.
5. Paul McCartney
Eterno. Paul McCartney reunió frente a la tele a tres generaciones fanáticas de su obra. Su repertorio del 2005 dejó la barra alta para todos los rockeros que seguirían.