Vangelis encontró el sonido para lo inexplicable. Quien haya escuchado Blade Runner Blues puede saborear a qué suena el ciberpunk; y quien recuerde que este compositor escribió el tema principal de Chariots of Fire podrá experimentar a qué suena una meta por cumplir.
El gran autor griego, recordado especialmente por su aporte a estas bandas sonoras del séptimo arte, falleció a los 79 años este 17 de mayo a causa de una falla cardíaca, significando una de las pérdidas más sensibles dentro de la cultura mundial. No es para menos: su partitura voló con gracia en los terrenos de la electrónica, en la música progresiva, el jazz o simplemente en propuestas atmosféricas inclasificables.
Tras una carrera que abarcó más de cinco décadas, y que arrancó como miembro del grupo Aphrodite’s Child, la carrera de Vangelis fue inmensa y superó los límites de la tecnología disponible en su momento para alcanzar niveles de lucidez creativa que muchos han tratado de emular, pero pocos han conseguido.
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Oído único
Vangelis no acostumbraba dar entrevistas. Era un hombre privado, que siempre fue descrito como el tipo de compositor que aprecia estar encerrado al lado de sus instrumentos.
Aún así, para la revista Louder Sound, ofreció una extensa entrevista en el 2016 donde se atrevió a hablar un poco más sobre su filosofía de la música.
“Si una pieza musical que creo dura seis minutos y 30 segundos, generalmente significa que me ha llevado ese tiempo elaborar esa pieza”, dijo sobre su forma de asumir la composición.
“Esto se debe al sistema de grabación y la técnica que he desarrollado a lo largo de los años. Cuando es el momento y empiezo a tocar puedo tener acceso a cualquier sonido que necesite, o mejor dicho, lo que necesite la música, de forma inmediata, lo que hace que mi trabajo sea más completo. Con este método no tengo que pasar por el proceso de mezcla porque la mezcla ocurre durante mi actuación. Es una forma muy liberadora de trabajar. A veces escucho piezas que pude haber grabado algunos meses antes y me pregunto de dónde vinieron, pero es importante seguir el momento... y no tener miedo de cometer errores”.
Su partitura para Blade Runner fue uno de esos momentos especiales, ya que su música adquiriría dimensiones aún más dramáticas cuando adquirió el sintetizador polifónico sensible al tacto Yamaha CS-80, el instrumento con el que catapultó su sello sonoro.
Este instrumento es el que marcó la pauta de álbumes como Spiral, China, así como la banda sonora de Chariots Of Fire. Aún así, la asociación principal del instrumento es con la ya mencionada Blade Runner, la cinta de culto de Ridley Scott que destapó el ciberpunk en la cultura pop.
Este trabajo inigualable recreó sonoramente una siniestra versión futura de Los Ángeles, donde los robots y los humanos viven uno al lado del otro, mediante el uso de notas de sintetizador y saxofones que se mezclan con la lluvia.
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“Para mí el CS-80 es el sintetizador más grandioso que jamás se haya hecho”, expresó a Louder Sound el artista. “Es el sintetizador más importante de mi carrera y el mejor diseño de sintetizador analógico que jamás haya existido. Fue un instrumento brillante, aunque desafortunadamente no tuvo mucho éxito”.
“Necesita mucha práctica si quieres poder tocarlo correctamente y, debido a la forma en que funciona el teclado, es un instrumento bastante difícil de dominar. Pero al mismo tiempo, es el único sintetizador que podría describir como un instrumento real, principalmente por estas características. Hice todo lo posible para obtener uno”, contó en esa oportunidad.
Con Blade Runner Vangelis saltó a una fama no deseada. Los críticos aplaudieron su trabajo pero él, siempre con su actitud misántropa, le huyó a la fama. “Nunca entendí el fenómeno de la celebridad”, expresó en la entrevista a Louder Sound. “No estaba interesado en ser fotografiado o leer sobre mí en los periódicos”.
Pero, aunque no lo quisiera, era inevitable. Con su deceso se comprueba que una mente prodigiosa como la suya se escuchó con fuerza en todo el orbe.
Con su muerte, Vangelis se dirige a un lugar fuera de nuestras dimensiones. En la de menos, ese lugar desconocido, es de donde absorbió toda la música que hoy, más que nunca, se erige como un legado de oro.