Nada más verlo y sus admiradoras caían deshechas como terrones de azúcar. Alto, rubio, ojos claros, de buen ver y elegante fue el galán de los “enchilada western".
Pero no fue bajo el humo de las pistolas donde su estrella brilló, si no en las pantallas caseras; el sitio íntimo donde todas las noches detenía la realidad para dar vida a la fantasía telenovelera.
Millones siguieron entre pujidos y resuellos las peripecias de Luis Alberto
Salvatierra, un calavera que le hizo la vida de cuadritos a la “yonofui” de Marianita, en uno de los dramones de más pegue en toda la historia de la galaxia televisiva: Los ricos también lloran.
Como toda telenovela que se precie de tal, esta era una olla de carne: paralíticos, rufianes, amantes, ancianos casados con jovencitas trepadoras, tíos que son primos del hermano y cuñados del suegro que terminan siendo hijos de sí mismos y abuelos de su propia madre.
El magnetismo de Rogelio Guerra y la belleza de Verónica Castro se juntaron para convertir esa novela en una máquina de producir billetes. Fue exportada a 125 países y traducida a 25 idiomas, más que El Quijote y en seria competencia con La Biblia.
También protagonizó Golpe Bajo, Lo que la vida me robó, Rafaela, Mañana es para siempre, Vivir un poco, Rosa Salvaje, Simplemente María, Dos mujeres y un camino, Amalia Batista y Despertar contigo.
Alternó con mujerómetros como Susana Dosamantes, Lupita Ferrer, Lucía Méndez y la Tongolele.
Desde 1960, Hildegardo Francisco Guerra Martínez, acotado a Rogelio por los diocesillos del mercadeo, incursionó en la actuación y se labró un buen nombre por sus innegable talento para estrujar corazones y hacer llover lágrimas.
Los pocos mortales que jamás vieron un culebrón, ni saben de su existencia, tal vez recuerden la voz de Guerra como Perry White, en Superman Returns; la del Rey Théoden, en la trilogía de El Señor de los Anillos.
Aparte de actor Rogelio fue escultor e impartió varios cursos y talleres para niños y jóvenes.
El lector ingenuo podría pensar que Guerra quedó forrado en dólares y acabó sus días abanicado por una tropa de abisinios. Nada de eso. Terminó abatido por una trombosis cerebral, paralizado, mudo, desconectado del mundo y a expensas de la caridad de sus amistades.
La vida le dio mucho palo a Rogelio. A los 17 años el padre dejó en la cuneta a la familia y él debió de trabajar para mantener a sus hermanitos, allá en Aguascalientes, donde nació el 8 de octubre de 1936.
Tampoco le fue bien en el amor. A los 30 años se casó por primera vez con Durcy Dennys; nada que ver con los restaurantes, pero si con la velocidad con que se divorció de ella: a los quince días.
Como nadie escarmienta en cabeza ajena reincidió con Phaedra Johnson, de quien se separó a los seis años.
En el otoño de su vida encontró la felicidad con Maribel Robles, una guapa veinteañera que lo cuidó hasta el último suspiro. Con ella engendró a Carlo y Aldo.
El hombre del puente
Un pleito con TV Azteca llevó a Rogelio al abismo. Alguien le aconsejó que demandara al Grupo Promotora Empresarial por incumplimiento de contrato porque en lugar de filmar tres telenovelas, como se acordó, solo participó en una.
Al principio, en el 2002, ganó el primer asalto pero fue un alegrón de burro. Tres años después la empresa demandó -en otro tribunal- a Rogelio por daños y perjuicios, además de exigir una indemnización y la rescisión del convenio.
El alboroto duró siete años más y el 13 de abril del 2012 fallaron en su contra; lo condenaron a pagar 26 millones de pesos y le cayó el mundo encima.
Lo trataron como al hijo de la cocinera y casi pierde hasta el modo de andar, porque lo amenazaron con embargarle la casa, todas las cuentas bancarias, las regalías otorgadas por la Asociación Nacional de Actores y la de Intérpretes, los pagos recibidos por sus actuaciones en teatro y televisión y –para terminar de patearlo– le quitaría el nombre artístico para convertirlo en un descastado.
Al final las partes acordaron olvidar el asunto y tomarlo como una broma de mal gusto entre amigos, solo así pudo Rogelio seguir con su vida, o al menos, lo que de ella quedaba.
Fue un arreglo a la brava porque según él la justicia “está a favor de quienes tienen poder, fuerza y mucho dinero, porque quienes no lo tenemos, estamos amolados”.
El actor cayó de las brasas al fuego y en el 2015 -con 79 años- sufrió una trombosis cerebral que lo dejó inválido y mudo. Maribel decidió internarlo en la Casa del Actor y ahí recibió atención médica todo el día.
La estrella del galán comenzó a declinar y los cuidados médicos minaron su exiguo peculio; no podía trabajar y debió de acudir a la mano larga de sus amistades.
Enflaqueció debido a la inmovilidad; solo podía comunicarse con su mujer e hijos mediantes gestos y apretones de dedos. Con 80 años le diagnosticaron Alzheimer, sufrías lagunas mentales y afrontó varias operaciones; la depresión lo hundió más y en el 2016 intentó suicidarse tres veces.
Ningún dinero alcanzaba para pagar las cuentas médicas. “Un amigo doctor canceló a los cuidadores de Rogelio, desde que lo saqué de La Casa del Actor. Recurrí como siempre a todos los amigos que tenemos, para ver si podíamos hacer un evento para estos gastos” explicó su mujer.
El 28 de febrero de este año Rogelio Guerra comprobó una verdad: los ricos también lloran y mueren.
La "enchilada western"
Así como el italiano Sergio Leone inventó el spaghetti western, los mexicanos lo imitaron con su chili western o el cabrito western. El nombre depende del nivel de sarcasmo del lector.
Los expertos atribuyen la genialidad al director Alberto Mariscal con su ópera prima Jinetes de la llanura, en 1964, con Jorge Rivero y Regina Torné. Este cine era inclasificable, aún con los estándares más arrabaleros, pero contó con muchos adeptos a los tiros, las peleas baratas, los argumentos insólitos y cierta dosis de erotismo callejero. La enchilada western aprovechó las locaciones de Zacatecas y Durango, donde los estudios gringos produjeron cintas memorables. Mariscal produjo cintas emblemáticas: Todo por nada; El Tunco Maclovio; Los Marcados; Uno para la horca y Los Indomables, que algunos consideran su obra cumbre.