Billy parece un policía infiltrado entre los comediantes. Mientras todos ríen, hacen bromas y se toman el pelo entre sí, él tiene cara de pocos amigos, no habla con nadie ni se inmuta por el escándalo que hay en el cine Magaly.
Como si estuviera en una cápsula que lo aísla de todo, Billy repasa sus notas –escritas en un bloc amarillo– en total concentración. Parece que estuviese a punto de presentar el examen final del curso más sonador de la U.
“Mae, Billy no es serio, lo que pasa es que le toca de primero”, explica el comediante Daniel Ugalde , refiriéndose a Billy Porras, el encargado de abrir la segunda noche del IV Festival Nacional de Stand Up Comedy .
Viva asistió a esa función (el martes pasado) no para contar el repertorio de los comediantes sobre la tarima, sino para narrar la forma en que estos se preparan en la antesala del show .
El festival comenzó el lunes y finaliza hoy. La actividad reunió a 30 comediantes nacionales y cinco internacionales.
Frente al público. No hay butacas libres, el público está sediento de humor y no quiere salir defraudado del espectáculo por el que pagó entre ¢5.000 y ¢10.000.
En la otra cara de la moneda, los comediantes lidian con una avalancha de emociones en los minutos previos a subir al escenario. Hay dos cosas que hierven en su cuerpo antes de tomar el micrófono: la adrenalina y los nervios.
“Uno tiene la rutina preparada, sabe cuáles son los punch donde la gente debería reírse, ¡diay! si no se ríen se genera un momento incomodo y se puede entrar en pánico”, cuenta Ugalde.
A Billy le va bien, el público se divierte con el monólogo, el cual trata del matrimonio (sus absurdos y sorpresas) y de la faja de cuero con la que su mamá le pegaba cuando se jalaba tortas. Termina la rutina y sale vitoreado.
El comediante baja del escenario con la misma cara de un futbolista que acaba de marcar un gol en una tanda de penales . “Al principio me costó, tuve altibajos, pero creo que la gente no lo notó”, comenta Billy, un informático de profesión que lleva tres años haciendo comedia de stand up .
Ritmo. Ugalde fue el segundo en salir a escena, se tomó dos botellas de agua, y fue una vez al baño antes de hacerlo.
Su ritmo fue sobrio y adecuado, no tuvo problemas en ganarse al público.
El tercero del repertorio fue Maikol Fernández, quien estaba hecho un manojo de nervios, algo que no ocultó, más bien lo utilizó para hacer reír: “Este es mi primer año acá y estoy a tres minutos de orinarme”, dijo. El publicó reaccionó con una carcajada.
Cada comediante tiene su propio ritual antes de enfrentarse al público: pegar brincos (para entrar en calor), revisa una última vez sus apuntes, tuitean…
Algunos intentan, desde su entrada, meter al público en un carnaval. Este fue el caso de El Pik . El artista ingresó al Magaly acompañado de una comparsa. Durante todo su monólogo mantuvo la atención de público con un ritmo acelerado y un estilo directo.
“Es la primera vez que entro así (con la comparsa), tenía varios chistes relacionados, pero en el calor y con tanta adrenalina se me olvidaron, así que empecé con la rutina”, confesó, aún agitado, minutos después de bajar de la tarima.
Y así fue transcurriendo la noche tras bambalinas, en una lucha constante entre los nervios y la adrenalina donde, al final, el resultado siempre fue la risa.
Hoy es su última oportunidad de asistir al festival. La función se inicia a las 8 p. m.