Ranny Víquez le estaba dejando a unos amigos unas bolsas de café que había llevado de Costa Rica cuando una tormenta en el desierto Las Vegas, Nevada, Estados Unidos la dejó incomunicada por 24 horas.
Ella es una de las miles de personas que continúan atrapadas en el Black Rock City, lugar en el que se lleva a cabo el festival musical Burning Man, desde el pasado domingo 27 de agosto.
Todo comenzó el viernes 1° de setiembre, cuando un intenso aguacero comenzó a caer de repente en la zona donde se celebra el concurrido encuentro anual de artes y convirtió en un lodazal una zona que suele ser seca y árida.

“Esto es como un pantano. Nosotros no estábamos preparados para una lluvia... realmente fue una sorpresa”, afirma Ranny, quien por años ha asistido al encuentro anual.
Como parte del evento se instalan campamentos y diferentes oficinas simulando una ciudad. El día de la súbita tormenta, Ranny había tomado su bicicleta (con la bandera de Costa Rica) para ir al correo a dejar unas postales y unas bolsas de café. Su idea era pasar, posteriormente, al templo, en el que las personas pueden armar un tipo de altares para sus seres queridos que ya no están.
Sin embargo, cuando la costarricense, quien es una de las fotógrafas voluntarias del festival, se disponía a salir del correo y dirigirse al templo, la lluvia no dio tregua.
“Estaba muy preocupada cuando empezó a llover, pero luego decía: ‘no puedo regresar’, tenía mi cámara, había muchísimo lodo, no podía manejar mi bici y tampoco me quería enfermar, porque luego me podía dar una neumonía. Entonces lo que yo hice fue tratar de tranquilizarme. Ahí en el correo había un campamento y tenían sopa de pollo y me quedé con ellos.

“Sin embargo, al principio sí me asusté mucho. A mí lo que más me preocupaba era que esa mañana mi papá no se sentía bien y lo habían llevado al Ebais. Lo que pensaba era que si le pasaba algo, yo no tenía Wi-Fi, entonces todo se me juntó”, relata la fotógrafa.
La tica tuvo que dormir en ese campamento, pues no hubo forma de regresar a su tienda hasta el sábado 2 de setiembre, cuando la lluvia cesó.
Como el lodo había convertido el lugar en “un pantano”, la costarricense se tuvo que quitar sus zapatos, se puso medias, y bolsas plásticas que se amarró con una cinta gruesa y así caminó por aproximadamente una hora hasta su cabaña, en la que sí tiene conexión inalámbrica y un generador de electricidad.
La fotógrafa nacional, quien ha participado en ese festival por años, cuenta que la organización decidió que nadie más entrara al lugar, por la gran cantidad de lodo que hay. De igual manera, nadie puede salir, lo que ha provocado una gran preocupación entre los asistentes pues hay extranjeros con tiquetes aéreos comprados, hoteles pagos, gente que tiene que regresar a sus trabajos, no hay agua ni comida (las personas deben llevar lo que consumen), ni conexión a Internet. También hay adultos con niños.
“La gente que ya venido muchos años aquí está relajada y hace fogatas, pero hay gente que viene de otros países que está nerviosa y todo, pero no hay nada que podamos hacer, hay que relajarse, mantener la calma y hacer lo mejor de la situación; pero sí, es un caos total”, detalla.

En su caso, la mayor preocupación es que casi no le queda comida, y aunque “la gente regala y comparte y todo, pero yo al ser una persona que estoy sola obviamente es un poco más preocupante”.
Por ahora, Ranny no sabe cuándo van a volver a abrir el sitio para regresar a San Francisco, California, donde vive. Sin embargo, espera que sea entre el martes 5 y el jueves 7 de setiembre, pues en menos de dos semanas debe estar de regreso en Escazú, con sus papás.
La tica afirma que si bien la lluvia no ha parado en el desierto, por lo menos ya no es tan intensa como la de las últimas horas.
El festival Burning Man, que empezó el domingo 24 de agosto, se extendería hasta el lunes 4 de setiembre.
