Amy, una joven costarricense con ambiciones literarias, se marcha a Cuba pues está harta de las actitudes discriminatorias y del falso patriotismo imperantes en su terruño. El modelo socialista de la isla le atrae por oposición al capitalismo tico. En su búsqueda de un sentido de identidad y pertenencia, Amy irá descubriendo que las viejas utopías políticas y económicas están desgastadas.
Este unipersonal inicia como un monólogo para luego transformarse en un drama de dos personajes. Además de Amy, la segunda a bordo es Leivy, una chica cubana muy crítica de la situación de su país. Las jóvenes llegan a ser mejores amigas, pero también, espejos de sus respectivos discursos. En el intercambio de criterios y afectos, van modulando sus propias visiones.
Laura Meoño se las ingenia con propiedad para interpretar a Amy y, al mismo tiempo, darle vida a Leivy, representada por un títere de tamaño grande. El tránsito de un personaje a otro es complejo debido a la intensidad de muchos diálogos, pero Meoño se apoya en una técnica de manipulación y en un trabajo vocal consistentes, a fin de que la audiencia no pierda el foco. Esto permite apreciar personajes bien diferenciados.
Un fenómeno interesante ocurre cuando Leivy rompe la ficción para conversar con los espectadores. En ese punto, la obra deviene evento ya que el personaje reconoce a algunos asistentes por su nombre. El gesto de familiaridad es transgresor ya que invierte la jerarquía de las formas teatrales que se esfuerzan por volver invisible la presencia del público.
A nivel de la puesta en escena, resulta evidente, en ciertos pasajes, la falta de dinámicas actorales que le den sustento a los diálogos de las amigas. Por ejemplo, al discutir sobre los modelos agrícolas de sus países, ambas lucen estáticas y abandonadas mientras sueltan el interminable texto. Aquí, uno observa que lo escénico se hunde bajo el peso de lo discursivo.
Lo anterior se agrava cuando el debate se extiende a terrenos tan diversos como la pertinencia o no de un Estado confesional, los supuestos abusos sexuales cometidos por miembros del clero costarricense o el balance que Leivy hace del panorama político cubano. Sin duda, la dirección no asumió los excesos informativos de la dramaturgia y le dejó a la actriz el difícil –y no superado– reto de solventarlos.
En el plano ideológico, los esfuerzos críticos del espectáculo se convierten en una seguidilla de reclamos que no llegan a profundizarse. Se impone la reflexión sobre “cómo” abordar, desde lo escénico, temas inmediatos de modo que se distingan –en profundidad, enfoque y alcance– de las discusiones cotidianas en los medios de comunicación o en las redes sociales. Si eso no se resuelve, la práctica artística se podría tornar prescindible.
Otro cielo tan azul como tu cielo es un montaje que defiende la idea de un nuevo patriotismo basado en el compromiso individual de transformar la realidad. Ante la muerte de las grandes utopías colectivas, el individuo acciona, desde sus posibilidades, para que surjan nuevos espacios de esperanza. Una visión así de estimulante requiere una puesta en escena que esté a la misma altura.
Ficha artística
Dirección: Roxana Campos
Actuación y dramaturgia: Laura Meoño
Diseño de escenografía, iluminación y confección de muñeco: Ronal Villar "Chumi"
Diseño de vestuario: Michelle Canales
Asistente de construcción de escenografía: Jorge Calderón Araya "Koki"
Confección de vestuario: Hilda Porras Marín
Asesor de movimiento de títeres: Luis Mariano Madriz
Diseño gráfico y fotografía: Mary Vargas Arce
Producción: Javier Monge
Espacio: Teatro Giratablas
Fecha: 27 de mayo de 2018