Eso de lograr 15 minutos de fama cada 2.500 años no funciona: mejor es entregarse directamente al anonimato. Con solo 15 minutos de fama, uno nunca pasa a la historia; más bien, la historia pasa de uno. Así, en vez de dejar un recuerdo, mejor sería llevárselo.
Como ya demasiada gente intenta ser famosa, para destacarse, lo mejor es practicar la modestia, siempre que se note.
Al igual que Wikipedia, la naturaleza es muy sabia; por esto, al contrario de lo que creía don Andy Warhol, la naturaleza impide que todas las personas consigamos 15 minutos de fama: de haberlos obtenido, el tiempo habría pasado tan lentamente que aún estaríamos en la Edad Media. No hay fama pa tanta gente.
In illo tempore , en el siglo IV antes de nuestra era, Eudoxo de Cnido adquirió fama de matemático y astrónomo, y fue uno de los discípulos de Platón. Por influjo de este y de sus delirios místicos, Eudoxo formuló una falsa teoría: supuso que la Tierra era el centro del universo, y que el Sol y los planetas giraban en torno de ella dentro de unas esferas concéntricas (cual si fuesen de vidrio).
Platónicamente, Eudoxo pretendió que los planetas eran dioses y que sus órbitas eran circulares. A fin de “explicar” las raras vueltas que hacen Venus y Marte, Eudoxo inventó una explicación que exigía precisamente otra.
Aristóteles heredó ese enredo, y así quedó durante dos mil años.
¿Cómo dudar de que la Tierra permanece quieta, de que no gira en torno del Sol, de que ni siquiera gira sobre sí misma?
Basta salir a un jardín para verificar que la Tierra no da vueltas; si girase, saldríamos volando como Peter Pan, y las nubes no caminarían hacia el oriente.
Las “pruebas” de que la Tierra no se mueve –cual fila en ventanilla– son asaz apabullantes (para emplear dos palabras que hace años queríamos escribir).
En su libro La revolución copernicana (cap. I), el historiador Thomas Kuhn escribió: “La idea de que la Tierra se mueve parece a priori absurda”. Tal “imposibilidad” es refutada mejor por el filósofo Guillermo Coronado en su artículo La concepción geocéntrica del universo : el dato sensorial y el sentido común conspiran para “demostrar” que la Tierra es el centro y está fija ( Perspectivas en ciencia, tecnología y ética , p. 53).
Como ocurre a veces en los cines, hay alguien que se sienta al revés. Según Arquímedes, Aristarco de Samos (310-230 a. C.) postuló que la Tierra y todos los planetas giran en torno del Sol.
Se han perdido los escritos de Aristarco, mas parece que, tras calcular el gran tamaño del Sol, le pareció imposible que este girase alrededor de la Tierra: como si un ratón hiciera girar a un elefante.
La genialidad de Aristarco ganó solo unos minutos de fama, pero fue borrada hasta que apareció Copérnico. Aun así, él enseña que la ciencia no es la coronación del sentido común (bien lo demostró Darwin), sino el escepticismo controlado por la inteligencia.