Penetrantes ojos celestes enmarcados por una cabellera de nieve son los rasgos físicos más llamativos del artista Néstor Zeledón Guzmán. Pero él cree que las manos son las verdaderas delatoras de su ser más íntimo.
“Las manos son más sinceras que los rostros. El rostro lo podemos manipular para decir ‘sí’ cuando en realidad pensamos ‘no’, pero las manos no mienten y expresan las verdaderas emociones. Además, son las grandes hacedoras de vida”, expresó.
Las suyas son gruesas y callosas. Al ser su principal instrumento de trabajo, reflejan un “profundo” desgaste y son, como él dice, hacedoras, pero de obras de arte.
El proceso de creación de sus esculturas de grandes dimensiones y talladas en madera es lento y trabajoso. Por esa razón, el artista expone esporádicamente y en el 2012 regresa a las “canchas” de los museos luego de 20 años alejado de ellas.
La exposición “Pasión escultórica”, en el Museo de Arte Costarricense (MAC), reúne 46 esculturas inéditas, 6 maquetas y 60 dibujos realizados con tiza pastel, carboncillo, lapicero y pilot, para repasar los principales temas que este artista destila en sus obras.
“Néstor Zeledón es una de las más importantes figuras del arte costarricense. Sus obras están impregnadas de una gran fuerza vital, que se refleja no solo en las formas y el movimiento, sino en la huella de la gubia en la madera. El ser humano es el centro de su universo”, destacó la curadora de la exposición, María Enriqueta Guardia.
Desde adentro. Combativo, inquieto, apasionado y disciplinado es Néstor el hombre, pero también el artista. La creación artística es la que le ha dado sentido a sus 79 años de vida. “El arte no es para adornar salas, es para decir cosas. Un artista está obligado a usar su capacidad para hacer denuncias sobre los problemas de su tiempo, de su momento, sobre la realidad de su país”.
De ese compromiso social han surgido piezas como “Yo protesto” (2008), una mano monumental que se alza –como lo hicieron muchos costarricenses– en contra del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. “El ser humano es un ser político. Desde mi juventud he participado en muchos acontecimientos políticos, como la Revolución del 48, pero a estas alturas de mi vida me siento muy desilusionado: no creo en partidos, ni en candidatos. Ya ni siquiera voto”.
El arte es para este hombre un vehículo de sanación de las heridas de su alma. “Soy depresivo y cada vez que sufro un episodio de depresión me refugio en el arte para liberarme y espantar esos fantasmas y demonios que me atormentan”. En rostros y cuerpos deformados, las más dramáticas de sus esculturas gritan esas pasiones extremas: desesperación, amargura, lujuria, soledad, miseria, miedo.
Las maderas de árboles como guanacaste, cedro, pochote y cenízaro que utiliza como materia prima lo acercan diariamente a uno de los temas que más le apasionan: la naturaleza en conjunción con el cosmos y el ser humano.
Las obras pasaron 20 años en su taller, en Barva de Heredia, y luego de la exposición regresarán ahí. Desde hace 20 años Zeledón dejó de vender su arte. “Eso no me interesa. Lo que yo quiero es fundar aquí un museo para compartir mi obra con el público costarricense”.