No hubo nada que se interpusiera entre Misty Copeland y su sueño de ser bailarina: ni su físico musculoso, ni la edad en la que comenzó a bailar, ni sus orígenes humildes.
Esta artista hoy es la inspiración de millones de personas en el mundo, pues a sus 32 años es una de las primeras afrodescendientes en convertirse en solista del American Ballet Theatre (ABT).
Forma parte de una de las compañías de danza clásica más importantes del mundo y la historia incluirá su nombre al lado de figuras de la talla de Mikhail Baryshnikov, Alicia Alonso y Natalia Makarova, astros que han pasado por esta agrupación.
La popularidad de Copeland aumentó recientemente gracias a un conmovedor comercial de la firma de ropa deportiva Under Armour.
En el anuncio, la artista está en medio de un salón de ensayos dispuesta a comenzar su rutina. Mientras ella eleva su cuerpo en puntas, una voz en off lee una carta que remite a su pasado: una academia de danza le informa de que no puede aceptarla, pues no tiene el cuerpo adecuado para el ballet y porque a sus 13 años ya es muy vieja para comenzar en este arte. Concluye con la bailarina desplazándose por un escenario acompañada por la leyenda: “Haré lo que quiero”.
Hasta ahora, el anuncio ha sido visto por seis millones de personas en el canal de YouTube de la marca; además, su vida ha cobrado protagonismo en importantes medios de comunicación como The New York Times , Vogue, GQ, Time, Forbes, People y el Huffington Post, entre otras.
Ni sus éxitos ni esta fama son gratuitos. El testimonio de esta artista no es como el de las de otras bailarinas de ballet , hijas de millonarios o pertenecientes a una familia amante de la danza clásica; ella es todo lo contrario.
Misty nació en Kansas, ciudad que la vio irse a los dos años, luego de que su madre pasara por dos fracasos matrimoniales.
Con su familia, se marchó hacia un conflictivo barrio de Los Ángeles, California.
“Estábamos prácticamente sin hogar y vivíamos en un motel, tratando de conseguir el dinero suficiente para ir a la tienda de la esquina a comprar una taza de sopa para comer. Cuando el ballet me encontró, probablemente fue la peor época de mi infancia”, comentó Copeland al sitio ABC News.
Copeland comenzó a bailar a los 13 años (diez años después del promedio de bailarinas de ballet ).
El destino le puso la danza clásica en el camino un día en que fue con sus hermanos a un club donde estaba la profesora Cindy Bradley, quien la animó a aprender este arte del movimiento.
Según cuenta la artista, el ballet no era algo que le interesara hasta ese instante, pero la persistencia de su maestra la hizo seguir, a tal punto, de que, tres años más tarde, Misty ya se destacaba en su clase.
Sus primeros pasos los dio en el San Pedro Dance Center. Dos años más tarde, triunfó en los premios Music Center Spotlight, que otorgan becas a los jóvenes artistas.
Su formación artística se consolidó en la San Francisco Ballet School (1999) y su profesionalización la logró en el programa intensivo del ABT (2000).
“Creo que desde el principio, Cindy vio el estrellato como mi destino. ‘La bailarina perfecta tiene una cabeza pequeña, hombros caídos, las piernas largas, los pies grandes, y una caja torácica estrecha’, me comentó una tarde haciendo una lectura de la descripción que hace George Balanchine de la bailarina ideal. Ella levantó la vista y me miró fijamente y, con adoración, me dijo: ‘Esa eres tú. Vas a bailar delante de los reyes y reinas. Vas a tener una vida la mayoría de la gente ni siquiera puede imaginar’. Ese día yo comencé a creerle”, detalló Copeland en el libro Life in Motion.
Aunque tenía el talento suficiente, Misty tenía que dar una batalla más en un ABT, que se caracterizaba por tener blancas y espigadas bailarinas. Debía demostrar que el color de su piel y su cuerpo musculoso también estaban hechos para el ballet .
“Cuando empecé a bailar e incluso cuando me uní al ABT, no había nadie más que se pareciera a mí. Pasé mucho tiempo tratando de encajar con los otros bailarines, pero tenía tantas cosas que me hacían diferente –el color de mi piel, mi cuerpo, mi educación e incluso la música que escuchaba–. Me sentía insegura y un poco perdida, pero definitivamente he tenido una variedad de personas que han entrado en mi vida y me ayudaron a creer en mi talento”, le dijo a Forbes la artista que, en el 2011, se convirtió en la primera afrodescendiente en asumir el rol principal del Pájaro de fuego.
Entre las personas que han apoyado a la artista está el cantante Prince, a quien ha tenido la oportunidad de acompañar en escena y con quien además se le ha vinculado sentimentalmente.
“Siendo bailarina de ballet no siempre se consigue una retroalimentación positiva. Los horarios son tan apretados que hay solo el tiempo para la crítica, por lo que tener a alguien como Prince que te diga ‘no tienes límites’, definitivamente me abrió los ojos y me dio una confianza que me faltaba”.
Ahora, en el clímax de su carrera, Misty Copeland sabe que para cualquiera que se lo proponga, el cielo es el límite, por eso uno de sus más recientes es Project Plié, iniciativa que reúne a bailarines de diferentes etnias en el ABT.