Además de ser una exquisita obra de arte, el altar de Nuestra Señora de los Ángeles encierra un pasado que vincula la producción de cacao con el culto a La Negrita .
La historiadora costarricense Carmela Velázquez ha dedicado muchas de sus investigaciones –entre ellas su tesis doctoral– a analizar la religiosidad como un fenómeno de las mentalidades colectivas.
Uno de los objetos de estudio son las cofradías; es decir, congregaciones o hermandades laicas fundadas por los fieles de una devoción religiosa.
Para el caso de Costa Rica, estas congregaciones se comenzaron a establecer durante el período colonial, en los siglos XVII y XVIII.
De acuerdo con la historiadora, la Cofradía de Nuestra Señora de los Ángeles fue fundamental para el surgimiento del culto la que hoy es la santa patrona de los costarricenses.
Las ordenanzas o disposiciones para reglamentar esta cofradía surgieron en 1652 y finalmente fueron aprobadas en 1653.
La investigadora explicó que las cofradías financiaban sus actividades por medio de las donaciones que hacían sus integrantes u otras personas.
La Cofradía de Nuestra Señora de los Ángeles recibió varias donaciones como agradecimiento, pero una de ellas, hecha en 1668 fue muy particular.
Semilla valiosa. El hallazgo de la imagen de La Negrita tuvo lugar el 2 de agosto de 1635, de acuerdo con la tradición popular.
Treinta años después y cuando ya funcionaba una cofradía en su honor, una mujer –María Vázquez de Coronado– donó un cacaotal en Matina, Limón.
Durante esa época, las semillas de cacao se utilizaban como medio de pago ante la escasez de moneda.
“Doña María era nieta del fundador de Cartago, Juan Vázquez de Coronado, y ella hizo la donación para que con los frutos del cacaotal se reedificara la humilde ermita que había entonces”, explicó la historiadora Velásquez.
La cofradía empezó a administrar el cacaotal a partir de 1647 y el dinero se utilizaría también para ornamentos y todo lo necesario para el culto a La Negrita .
Así, con los frutos de cacao se pagaron los jornales, el acarreo y la comida de la gente que sacó la madera de las montañas para hacer el retablo de la Virgen y colocar tablas en la iglesia.
Albergue bendito. Cuando se tenían los recursos suficientes para erigir un altar digno de la Virgen de los Ángeles la cofradía decidió recordar la generosa donación de doña María en el retablo.
Un retablo es una obra de arquitectura hecha de madera u otro material que compone la decoración de un altar.
Los cofrades acordaron el retablo en que se ubica la Virgen tuviera entre sus tallas mazorcas de cacao para recordar el histórico aporte.
Según la investigación de Velázquez, el retablo fue labrado a fines del siglo XVIII.
Se cree que su construcción se inició en 1777 y finalizó en 1778.
El denominado “altar de las mazorcas de cacao” es el que actualmente ocupa un lugar de honor en la basílica de los Ángeles.
Privilegiado. El altar de la Virgen de los Ángeles es también un delicado tesoro artístico.
Las tablas fueron talladas por los maestros José Antonio Sáenz, Villalobos, Cayetano Có y Manuel Antonio de la O.
Tiene tres mesas, una por cada lado para que varios sacerdotes puedan celebrar la misa al mismo tiempo.
“ Se cree que en un inicio el altar era rojo con plateado. Así lo evidencian los restos de lámina de plata en los paneles movibles traseros”, detalló Velázquez.
En 1944, monseñor Sanabria lo decretó como altar de privilegio; es decir, con indulgencias especiales para los que recen en él.