
Había pasado año y medio desde la última vez que Gabriel Campos tocó tierra costarricense. Desde su nombramiento como primer clarinete de la Orquesta de Minnesota, el músico costarricense divide sus días, más que nunca, entre salones de ensayo y escenarios.
Aprovechando una visita familiar que Campos realiza en Costa Rica, Viva conversó con él sobre su visión de las orquestas en Costa Rica y cómo se construye una carrera que arrancó y despegó en Estados Unidos.
–Usted aprovechó la visita a Costa Rica para dar una charla maestra. ¿Qué contacto le gusta tener con estudiantes?
–Uno de los profesores de la cátedra del SINEM (Sistema Nacional de Música) se enteró de que venía y organizamos una clase maestra. Siempre me gusta hablar de la práctica y cómo hacerla inteligentemente. Me gusta hablar de que la ansiedad no debe ser la manera de potenciar el estudio, que existen técnicas para conectar con el instrumento. A mí me gusta que los estudiantes preparen algo, un movimiento de un concierto, por ejemplo, y yo les ofrezco mis críticas.
–¿Este tipo de formación con clases maestras fue importante en su desarrollo con el instrumento?
Sí, pero ese contacto tan fuerte fue algo que surgió desde pequeño. Mis padres son músicos y siempre tuve la música. En mi casa se ensayaba de noche así que me acostumbré a dormir bien con música en la casa. De ahí, mis papás pensaron inteligentemente que convendría que yo tuviera una educación más formal en la música, así que entré al Instituto Nacional de la Música en 1996.
–¿Siempre tuvo claro que quería enfocarse en clarinete?
Por un par de años estudié solo solfeo y flauta dulce. Me parece bien que los jóvenes estudien música antes de elegir instrumento. En mi caso, toqué un poquito de percusión, estudié un poquito de violín y eventualmente conocí al clarinetista Marvin Araya y desde entonces me enamoré del sonido del instrumento porque no me parecía tan intenso como la flauta y el oboe.
–¿Hasta qué año permaneció estudiando en Costa Rica?
–Yo estuve hasta el 2006. La muerte de mi profesor Cheche (José Manuel Ugalde) tiene que ver con mi salida. Desde antes tuve el sueño de estar en una gran orquesta y tocar de principal, pero su muerte precipitó ese proceso, porque fue un evento catastrófico. Me fui a estudiar a Michigan, al Instituto Interlochen. Me fui cuando estaba en décimo de colegio.
–¿Qué tan complicado fue trazar un puente entre salir del colegio y posicionarse en una orquesta?
–Tuve la fortuna de que estar en Interlochen funcionó como un gran enlace porque conocí a muchos profesores que me guiaron para audicionar a varios conservatorios. De ahí surgieron hasta oportunidades de beca y bueno, logré conocer a Yehuda Gilad que fue el gran maestro que me llevó a entender cómo se trabaja en grupos profesionales.
–¿A qué condiciones se enfrentó en su primer trabajo en la Sinfónica de Virginia?
–Todo ese año fue una curva de aprendizaje bastante exponencial. Cuando uno comienza a trabajar en el trajín que tienen las orquestas, se topa con programas nuevos todas las semanas y no hay espacio para llegar sin preparación. Hay que llegar al primer ensayo tocando como los colegas que llevan décadas con ese repertorio. Fue una gran fuente de aprendizaje que me ayudó a seguir creciendo para llegar a orquestas más grandes como la de Kansas City un año después.
Congratulations to Gabriel Campos Zamora, our new Principal Clarinetist! http://ow.ly/2kn6301IRJH
Posted by Minnesota Orchestra on Tuesday, June 28, 2016
–De tocar clarinete bajo en la Sinfónica de Kansas City pasó a ser el primer clarinete en la Sinfónica de Minnesota. ¿Cómo fue ese proceso de admisión?
–El clarinete principal de Minnesotta fue Burt Hara, uno de mis profesores. Él se fue de Minnesota y comenzó un proceso muy largo porque una orquesta quiere asegurarse que se contrate a la persona adecuada. El concurso generalmente está dividido en días, pero yo no pude ir a las primeras audiciones porque tenía conciertos con Kansas City. En Minnesota hicieron una excepción y nos escucharon en el día final del concurso. Lo que otros músicos tocaron durante días, yo tuve que tocarlo el mismo número de rondas pero en solo un día, un lunes desde la mañana hasta la noche. Fui la única persona que quedó, y me ofrecieron dos semanas de prueba.
–Tras su experiencia con orquestas en Estados Unidos, ¿qué análisis o comparación realiza con el trabajo de orquesta en Costa Rica?
–Algo que he aprendido mucho trabajando allá es el nivel de preparación. Con Minnesotta vamos de gira en agosto, de inmediato vamos para la BBC en Londres y luego vamos a Sudáfrica. A Sudáfrica llevamos otros dos programas diferentes a lo que haremos en Londres, lo que significa que en una misma gira estaremos tocando trece, catorce piezas y la cantidad de ensayo para esos programas es muy limitado. Ensayamos un par de días y tenemos varios conciertos. Nosotros trabajamos 51 semanas al año y cada semana hay un programa nuevo.
–Y también varían los directores...
–Sí, por ejemplo, ahora que vuelva estaremos con un director invitado y tocamos tres piezas sinfónicas, y hay tres conciertos al final de la semana. La próxima semana llega otro director y hay otro programa, y la semana que sigue estamos con nuestro director titular pero también con otro programa. No hay tiempo para llegar a leer a primera vista. Uno está tocando con gente que es increíble así que fácilmente se dan cuenta cuando alguien no llega preparado, así que yo debo llegar como si hubiera tocado cada programa veinte veces en mi vida.
