El artista franco-israelí Idan Zareski ha dejado huella en distintas partes del mundo con sus esculturas de formas humanas. No importa si son jóvenes, viejos, hombres o mujeres, cada una se distingue por tener los pies grandes.
Quizá haya visto una de ellas en Avenida Escazú, donde los niños juegan saltando entre las piernas de una figura de bronce postrada en el piso.
Este jueves Zareski, de 50 años, inauguró una obra con la que estrecha lazos con Costa Rica, el país en el que –afirma– nació como artista.
Se trata de Le Siffleur (El silbador), una estatua de 7 metros de altura que saludará y despedirá a los empleados de la Zona Franca La Lima, en Cartago.
La obra de resina y bronce está valorada, según el artista, en unos $450.000. Fue inaugurada la mañana del jueves 22 de agosto en una rotonda a la entrada del parque empresarial, una finca de 8 hectáreas que solía ser cruzada por campesinos y particulares que iban a coger café.
“Costa Rica es un país que amo y que me dio mucho, es una tierra que me adoptó y creo que esta obra es una forma de devolverme lo que me dio el país. Es una figura tica, ¡solo le falta su machete!”, dijo el escultor entre carcajadas.
A diferencia de otras de sus esculturas “patonas”, El silbador tiene un chonete y se ve alegre, detalles que el escultor quiso agregar para representar al país.
La obra tomó unos nueve meses de realización desde su diseño y hasta su montaje en el país.
“Es arte y al mismo tiempo es ingeniería. El montaje fue complicado por la altura de la obra y tuvimos que reforzarlo por dentro con una estructura de acero que esté preparado para terremotos y vientos”, comentó Zareski.
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Este silbador tiene otros hermanos menores, de 1,5 metros y 2,5 metros de altura, y todos juntos pertenecen a la serie Bigfoot (pie grande) del artista.
Pies grandes
El currículo de exposiciones de Idan Zareski no miente: fue en Costa Rica donde sus esculturas de pies grandes dieron sus primeros pasos. Espacios al oeste de la capital como Valoarte, así como las galerías de Jacobo Karpio y Klaus Steinmetz le abrieron sus puertas para exponer su trabajo desde el inicio de la década.
Desde entonces, Zareski ha expuesto en Colombia, Mónaco, Suiza, Francia y distintas ciudades estadounidenses, como Miami, donde reside actualmente. Recientemente expuso en la prestigiosa Bienal de Venecia, como parte del jardín de esculturas de la Marinaressa.
A los 38 años decidió darle un giro a su vida y volverse escultor. Zareski nunca recibió enseñanza formal de anatomía o dibujo, si no que dice haber seguido su instinto por un buen tiempo hasta que empezó a producir sus primera obras.
Siempre ha sido un nómada, habiendo vivido en América, Europa y África, y eso fue lo que inspiró el toque personal de sus esculturas.
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“He viajado tanto y me doy cuenta que la gente –sobre todo en América– vienen de inmigraciones, de movimientos forzosos, pero al fin, la tierra es redonda; donde tienes tus pies es donde está tu hogar, los pies son tu ancla y tus raíces, son tus fundamentos”, explicó el escultor.